Este año, la guía más grande de viajes, Lonely Planet, anunció que Colombia es uno de los países más atractivos para visitar. Después de irme de Bogotá por solo tres días, entendí por qué.
Para aprovechar el puente festivo, mis dos compañeros de hogar y yo optamos por un cambio de aires. A los novatos les aconsejaría que, si quieren una escapada de Bogotá, madruguen para evitar los trancones. Nuestra hora de salida era las 9.00 a.m. y evolucionó a las 12:00 p.m.
También aconsejaría que si alguien se va a enfrentar a un viaje de 40 minutos en TransMilenio en hora pico, intente esquivar el aguardiente durante la noche previa.
Al dejar atrás la niebla marrón de la ciudad, empezamos a conducir por el paisaje increíble de Colombia. Me quedé asombrada del poco tiempo que tuve que viajar para poder sentirme como si estuviera en un mundo diferente. Unas horas después, nos acercamos a nuestro destino: Guatavita.
Conducimos alrededor del embalse, cuyas aguas eran perfectamente inmóviles y sombreadas por la nube delgada blanca que se cernía lo que parecía solo unos metros por encima.
Como un relojito, tan pronto como el autobús se detuvo en el pueblo de Guatavita la nueva, empezó a llover. La lluvia no nos mostró ninguna señal de ceder, entonces nos refugiamos al restaurante más cercano. Ahí probé mi primer ajiaco (una sopa tradicional de Colombia con pollo y papas), y fue el antídoto perfecto para la lluvia.
Un camarero locuaz, quien sintió simpatía por nosotros, nos informó donde podíamos encontrar un hospedaje barato (muy bonito, ubicado encima de una colina con vista al embalse). Más tarde descubrimos, para su emoción, que él tenía el mismo nombre que mi amigo (aunque eso fuera posiblemente un malentendido – nunca he conocido a un “Joshua” colombiano – pero no quería romper la ilusión).
Al día siguiente nos despertamos muy temprano para ir a la Laguna de Guatavita. Según la leyenda, esta fue uno de los lugares sagrados de los chibchas. Además, ahí se realizaron rituales en los cuales el cacique se cubría de polvo de oro su piel aceitada y luego se tiraba al agua[i]. Aunque mucha gente cree que es un mito y existen razones científicas que han llegado a explicar el origen de la laguna, todavía tiene una historia mística.
Dicho esto, el factor leyenda de la laguna se pierde con la cantidad de visitantes cada fin de semana. Si es posible, vayan ahí durante los días hábiles para que no tengan que simplemente arrastrar los pies en un grupo de turistas. Los pasadizos angostos del bosque son opacados por la cantidad de gente, que le roba un poco de su maravilla.
De la laguna, viajamos en bus a Villa de Leyva. Aunque esperábamos lluvia, el sol nos dio la bienvenida (una abrazo tan fuerte que logré a quemarme en el sol, algo que mis amigos colombianos encontraron bastante divertido).
Caminamos por la plaza principal ocupada, distraídos por los deliciosos aromas a lo largo del camino. Este pueblo encantador tiene el fondo espectacular de los Andes, pero con la arquitectura colonial que los situará en un pueblo español, con calles empedradas y madera verde.
Más allá de la plaza hay un restaurante pequeño (y por lo visto sin nombre) en el que inhalamos tamal con chocolate, arepas, changua con huevo y jugo de lulo como si fueran el aire de la montaña. No tenía ni idea de qué era el lulo, pero ahora es mi fruta favorita.
Por la noche, disfrutamos de unas cervezas y música en vivo en la plaza y después intentamos a bailar salsa en Boca, un bar íntimo en donde incluso el dueño bailó con nosotros. Un caballero ebrio llamado Ricardo, que se parecía un poco a un vaquero envejecido, de inmediato nos seleccionó entre la multitud para unirnos a él en una ronda de tragos, orgullosamente charlando en inglés.
Solo con un tinto en el estómago, salimos a la mañana siguiente hacia el Parque Ecológico La Periquera. Después de un viaje de 30 minutos por una pista polvorienta, llegamos a un oasis de verde exuberante y cascadas espumosas. El paseo hacia abajo fue relajado y, a excepción de la cuerda de bungee y el hombre que pasó por nosotros en un Zorb Ball, todo se sintió menos lleno de turistas que la laguna. Sin embargo, la subida de nuevo fue un poco desafiante.
Mis amigos optaron por un camino alternativo, casi vertical, de regreso. Lo que significaba cargar todo nuestro peso corporal hacia arriba con una cuerda en medio de una grieta cenagosa y escurridiza. Como no quería desprestigiarme, lo acepté tranquilamente. Posteriormente, pasé diez minutos en la cima tirada en el pasto, mientras un pavo escandaloso casi me deja sorda. Dicho esto, una vez que recobré mi aliento, pude apreciar la vista increíble.
Aunque apenas he arañado la superficie de lo que Colombia tiene para ofrecer, no me quedo sorprendida de que este país haya sido elegido como destino principal para el 2017.
Sin embargo, no solo los paisajes espectaculares le aseguraron a Colombia un primer lugar en la lista de Lonely Planet; el CEO Daniel Houghton también lo eligió por la gente[ii]. Estoy de acuerdo en que la calidez humana que conocimos a lo largo del camino ha dejado una impresión tan duradera…seguida por un delicioso churrasco.
[i] http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-21235
[ii] http://www.eltiempo.com/vida/viajar/entrevista-con-daniel-houghton-ceo-de-lonely-planet-69406