Hace una semana experimenté el cambio más grande de mi vida: me mudé a Colombia. Como parte de mi año en el extranjero, pasaré seis meses trabajando en Bogotá en EL TIEMPO y, después de solo cinco días, ya he notado varias características que definen a la capital. En este primer blog voy a subrayar algunas de estas peculiaridades, para que usted pueda ver Bogotá con los ojos de una británica.
1. El clima bipolar
Amigos que viven en Bogotá me aconsejaron empacar la ropa para cada estación. Al principio pensé que era una exageración, pero muy rápido me di cuenta de que tenían razón. A lo largo del año, ya sea verano o invierno, en la capital la temperatura alcanza alrededor de 18°C cada día, un clima agradable. Normalmente, en el Reino Unido con esa temperatura la gente lleva puestos shorts y vestidos. Sin embargo, los ciudadanos de este país tropical usan jeans, suéteres y camperas infladas. Y desde mi llegada, casi que todos los días, he visto cómo los rayos de sol se convierten en una lluvia torrencial. Como consecuencia de esto he aprendido que debo tener un paraguas y unas gafas de sol en mi bolso todo el día, todos los días. En cuanto al clima en Bogotá, se tiene que estar preparado todo el tiempo.
2. Uber
En esta ciudad, Uber parece ser sinónimo de viajes baratos y conductores muy agradables. En síntesis, es un salvavidas. Estaba anonadada cuando descubrí por primera vez que un viaje de 20 minutos solo cuesta el equivalente de £2. Esto me hace sentir tranquila cuando salgo tarde en la noche y busco una forma de transporte segura. Además, Uber me ha ayudado muchísimo a practicar mi español. Compartí una conversación larga con un conductor venezolano sobre su vida e incluso me compró un queso pera con arequipe, una comida que encontré un poco rara. ¡Otro conductor me ofreció una arepa antes de que comencemos nuestro viaje! Los avisos de mi madre de no aceptar nunca la comida ofrecida por los desconocidos desaparecieron rápidamente aquí en Bogotá, pues todos los que son generosos con la comida reciben 5 estrellas de mi parte.
3. Los hombres colombianos
Hubo un momento de mi vida en el que insistí en que mi tipo de hombre era alto, atlético y con el pelo rubio. Pero desde que desembarqué del avión en Bogotá, noté que sería imposible encontrar un hombre así aquí en Colombia. El arquetipo de los colombianos me parece evidente: bajos, con tatuajes y piercings, la piel morena y el pelo lleno de gel. ¡Cuando estoy parada al lado de los locales me siento como un gigante! Cada mujer en esta ciudad parece ser bajita y morena, entonces espero ser un cambio acogedor, pues soy una chica rubia de 173cm, para los Juan Diego, Andrés y José de Bogotá.
4. El transporte público
En Londres somos mimados con varias opciones de transporte y con nuestro sistema de metro en particular. Estaba sorprendida cuando descubrí que solo hay autobuses en esta ciudad y estos son de solo un piso y a menudo abarrotados. Soy afortunada de que mi viaje al trabajo solo dura unos 25 minutos en autobús, pero cuando este método de viajar no funciona puntualmente puede ser un poco frustrante. Extraño mucho el metro, pero aquí los precios del TransMilenio son muy baratos en comparación con los del transporte de Londres. Comprendo que existe un gran deseo de los bogotanos de que se construya un sistema de metro en los años siguientes pero, por ahora, la falta del metro no es el final del mundo. ¡Siempre se puede coger un Uber!
5. La bondad de los colombianos
Aunque son pequeños en cuanto a la altura, los colombianos tienen grandes corazones. Agradables y acogedores, los colombianos son un cambio refrescante de los británicos. Con cada nueva persona que conozco recibo una sonrisa y parece que están siempre dispuestos a responder a mis preguntas numerosas sobre la ciudad, el idioma y sobre cómo debería pasar mis 6 meses. En Bogotá, toda la gente te recibe con un “¿Cómo estás?” y tiene actitudes ligeras. La vida cotidiana es relajante y divertida aquí en Bogotá, lo que se puede ver reflejado en los ciudadanos.
6. Mi confianza lingüística
Sobreviví 5 meses en París con los parisinos duros, así que me sentí preparada para todo en Colombia. No me preocupo de los errores lingüísticos, pues hablo español todo el día con la excepción de enseñar las groserías inglesas a mi colega. Mi nivel de español me ha servido y me ha permitido discutir la existencia de Dios con los colegas. Incluso, el español que aprendí en el colegio me ha ayudado a informarles cuántos hermanos tengo y si me gusta ir al cine. Encuentro que los colombianos juzgan menos que las otras nacionalidades, por ejemplo, cuando me confundí con la pregunta “¿tienes puntos?” con “¿tienes putas?”, el cajero siguió adelante la conversación rápidamente, sin choque ni repulsión. Gracias a la paciencia de los colombianos, creo que mi español va a mejorar cada vez más.
Así, venir a Colombia no fue la decisión más fácil y sería mentira sostener que estoy totalmente relejada y cómoda. Sin embargo, desde mi llegada hace una semana, con el final de cada día, me siento más tranquila y capaz de aprovechar al máximo estos seis meses de gran cambio.
@clemmiepollard