Foto: 123RF

Sin duda fue un poco chocante cuando llegué en Bogotá y me di cuenta de que aquí no existe un equivalente al metro (conocido como el “tube”) de Londres. Reconozco que he sido mimada por el transporte público en mi patria, y que el transporte de Colombia es solo una parte de la experiencia latinoamericana. Con la escasez de un sistema de metro o tren aquí en Bogotá, la ciudad y sus ciudadanos dependen de los buses, específicamente el TransMilenio.  En este blog abordaré las diferencias y similaridades que he encontrado entre los autobuses en Londres y Bogotá.

 

La aglomeración  

Desde su nacimiento en el año 2000, el TransMilenio reina en las calles de la capital y actúa como el equivalente de nuestros buses rojos de Londres. El TransMilenio transporta a casi un tercio de los habitantes de Bogotá día tras día, mientras que los autobuses de Londres mueven a 6.5 millones de pasajeros cada día – más que la población de Escocia (5,438,100 personas)-. Como consecuencia de esto, es inevitable que los autobuses estén abarrotados todo el tiempo.

Puedo contarles que aquí en Bogotá me ha pasado que he ido tan apretada en TransMilenio que incluso he sentido como se «reorganizan» mis órganos internos. Algo nada agradable. Y fue mucho menos placentero cuando me enteré que hace muchas décadas, en 1967, existían 2.679 autobuses urbanos en Bogotá con un promedio de 1’629.254 pasajeros por día. Claro que entonces la ciudad tenía una población de solamente 2’000.000 de habitantes, y resultaba que el servicio de los autobuses era razonable y cómodo.

Desde esta época es evidente que la ciudad ha crecido, y se puede decir que para 2018 la población de Bogotá alcanzó los 7’150.000 habitantes. Por lo que es inevitable que el servicio de transporte haya empeorado y se convirtiera en una experiencia menos cómoda.

Sin embargo, el equivalente de esta aglomeración se vería más en los metros que en los buses rojos de Londres durante la hora pico. Cada año, el metro transporta 1.35 billones de pasajeros y es el modo de transporte más popular entre los londinenses. Me imagino que si Bogotá tuviera un servicio de metro, sería la misma historia: la aglomeración del Transmilenio simplemente transferiría al metro.

 

Los precios

Oyster card. Imagen tomada de: Best ways for visitors to pay – Transport for London (https://tfl.gov.uk/travel-information/visiting-london/getting-around-london/best-ways-for-visitors-to-pay)

 

Para mí, la diferencia principal entre los dos modos de transportes es el precio del pasaje. Aunque tienen el mismo método de pago (en Bogotá, la tarjeta Tu Llave, y en Londres, la tarjeta Oyster), en Bogotá un viaje cuesta $2.400 pesos colombianos, sin embargo en Londres costaría un poco más de $6.000 (£1.50). No obstante, es muy interesante la manera en la que los precios han cambiado a través de los años en las dos ciudades.

Para el caso de TransMilenio, desde su nacimiento hace 19 años, el costo del pasaje se ha triplicado de $800 hasta $2400. Sin embargo, en Londres la historia es otra. Para tomar un autobús rojo (inicialmente llamado el “ómnibus”) en el temprano siglo veinte, usted debía pagar un chelín, lo que equivale a £4/$16,000 pesos en el dinero de hoy. ¡Entonces el precio ha disminuido! No obstante, al fin y al cabo todo es relativo: en Londres el salario mínimo para alguien de más de 25 años está en £8.21 la hora ($33.755 pesos); mientras que en Bogotá es de $3.450 hora. Por eso tiene sentido que los precios de transporte en Londres sean más elevados.

 

Polución

 

La polución es un asunto muy apremiante por los bogotanos, pues diariamente se ven grandes nubes de gases tóxicos y cancerígenos circulando por las calles de la ciudad. Esta es la razón por la que cada vez que me bajo del TransMilenio, siento mis pulmones suspiran y resuellan.

Según el experto en salud publica Luis Jorge Hernández, la polución en Bogotá produce enfermedades respiratorias a corto plazo, afecciones cardiovasculares a mediano plazo; y también es la causante del aumento de la mortalidad a largo plazo. De igual forma, la Organización Mundial de la Salud confirmó que Bogotá se encuentra en la segunda posición, después de Medellín, como la ciudad más contaminada de Colombia, y en el décimo puesto de las ciudades más contaminadas en América Latina. Y supuestamente, al vivir en una megaciudad así, se inhalan suficientes partículas de humo que equivaldrían a fumar dos cigarrillos cada día.

Sin embargo, en Londres la situación no es mucho mejor. El ayuntamiento de la ciudad reportó que el 67% del publico cree que, como consecuencia de la pobre calidad del aire, han sufrido síntomas tales como dificultades respiratorias y el empeoramiento del asma. Como los bogotanos, la mayoría de londinenses (el 82%) piensa que afrontar el problema de la contaminación en la capital debería ser una prioridad. Y este también es un asunto que me toca de cerca, pues la calle principal de mi pueblo en Londres (que se llama ‘Putney’) ha excedido el límite por hora de dióxido de nitrógeno en más de 1,200 veces.

La contaminación de la capital inglesa ha sido un gran problema que viene de tiempo atrás. De hecho, en 1952, Londres vivió el “great smog”, una nube toxica de contaminación que cubrió la ciudad durante cuatro días y fue el resultado del mal clima pero, principalmente, de la contaminación creada por la gente de la urbe. Esta situación ocasionó un gran número de muertos – más que 4.000 –; así como la parálisis de Londres durante 4 días. En respuesta a esto, el gobierno introdujo el Acto de Aire Limpio en 1956 y 1968, pero en realidad no esto no causó una gran diferencia a largo plazo.

 

«The great smog», la nube tóxica de contaminació que cubrió a Londres en 1952. Foto: Central Press/ Getty Images. Publicada en The Guardian (Tomada de: https://www.theguardian.com/commentisfree/2017/dec/05/smog-day-warning-18000-die-london-great-smog-1952-air-pollution)

 

En la actualidad, para combatir este problema, el alcalde Sadiq Khan anunció en 2018 que implementó un plan de £3.5 billones para mejorar la calidad del aire, con un foco en el transporte. Londres tiene la flota de buses eléctricos más grande en Europa: cuenta con más de 2,500 buses eléctricos híbridos, un modelo que reduce emisiones de contaminación y CO2 en un 30% en comparación con buses convencionales. Al otro lado, en Bogotá, el 80% de los TransMilenios tiene más de 10 años de uso y la mayoría de ellos utilizan diésel. Por eso desde este ángulo, los buses de Londres son más ecológicos.

Sin embargo, en Bogotá también de desarrollan iniciativas innovadoras que buscan reducir la polución en la ciudad. Por ejemplo, desde hace 20 años la ciudad celebra el día sin caros el primer jueves de febrero. También se incentiva el uso cotidiano de ‘bicis», y no se puede olvidar la ciclovía que tiene lugar cada domingo.

 

La etiqueta

Ser británica, esperar en las filas y dar prioridad a las personas que se bajan de los buses son acciones que corren por mi sangre. Los británicos tienen una obsesión con la cortesía (¡puede ser agotador a veces!) entonces fue un choque cuando tomé el TransMilenio por la primera vez y vi que no parecía existir ninguna regla u orden en el transporte. Por ejemplo, aquí en Bogotá no existe la misma regla sobreentendida de Londres, que dicta que se debería esperar que los pasajeros se bajen del bus antes de que otras personas puedan abordarlo. Otra cosa con que me cuesta comprender es cuando tengo que forzar mi cuerpo por el laberinto estático de gente que espera frente a las puertas corredizas para subirme en el bus. La mayoría del tiempo no existe una fila, y esta gente no tiene ganas de moverse para que los demás puedan pasar. No obstante, creo que esta experiencia estresante solo me fortalecerá por el futuro. En el TransMilenio, se trata de sobrevivir.

Del otro lado, en el metro y en los buses de Londres, la gente preferiría esperar por el próximo autobús en vez de ofender a alguien. Si una persona se sube al metro antes de que los otros se hayan bajado, todos los que le rodean harían mala cara. De esta manera, para asegurar la aceptación social en Londres, hay que seguir y respetar las reglas sobrentendidas en el transporte público.

 

 

Es evidente que, aunque existen diferencias entre los dos tipos de autobuses en cuanto a los precios y las actitudes que se toman en Bogotá y Londres, tristemente lo que más preocupa es la contaminación que causa el transporte público. No importa si los buses están atestados todo el día, o si se debe empujar a los otros para subirse el bus: al fin y al cabo, la naturaleza contaminante de nuestros buses y el calentamiento global, en general, es lo que nos deberían importar más, pues la calidad del ambiente es lo que podemos dejarle a las generaciones futuras. Claramente es un asunto internacional que debemos confrontar de inmediato.