Cuando pensamos en Canadá, pensamos en muchos factores como economía, educación, seguridad, calidad de vida, e imaginamos que al ser un país de primer mundo y desarrollado, su sistema de salud también lo es.
Pero, ¿han tenido que lidiar con un sistema de salud complicado como el canadiense? Estoy segura de que la respuesta es sí, pero permítanme contarles mi experiencia, les aseguro que lo que he vivido también ha sido una locura ¡Bienvenidos!
Acceder directamente a un especialista en Quebec, es casi imposible. Hay un sinfín de obstáculos que uno debe sortear antes de conseguir la atención que necesita. En nuestro caso, teniendo hijos y siendo ciudadanos canadienses llevamos más de ocho años esperando para conseguir un médico de familia, que es el primer paso de muchos.
Como nosotros, hay 6 millones de canadienses, que no tienen un médico de familia; un tercio de esta población, lleva más de un año buscando, según investigación.
¿Cómo funcionan los médicos de familia?
Es un médico asignado para vigilar que la familia esté sana. Si esta presenta algún tipo de enfermedad que el doctor pueda ver, este va a referirlos con un especialista. Sin embargo, para darles una idea, en Ontario y British Columbia, dos de cada cinco personas no tienen acceso a uno.
Digamos que consiguieron el médico de familia, ahora, ¿se imaginan tener que convencerlo para que les dé una referencia para poder ver a un especialista? Este es el segundo reto y créanme, no es fácil, se debe luchar para que los médicos reconozcan la gravedad de la situación y den la referencia que se necesita.
Tercero, si se logra la cita con un especialista, prepárense para esperar porque puede pasar una semana o hasta seis meses, todo depende de la gravedad de la situación y de la cantidad de especialistas que se necesiten ver.
Cuarto, un punto que retrasa bastante, es que, en muchos casos, los especialistas no tienen las máquinas necesarias en sus consultorios para evaluarte, tienen que remitirte a un hospital público para acceder a estas, es decir, más espera. Recuerden que tuve que pasar por esta situación cuando estaba embarazada.
Del contexto a nuestra historia ¡Comencemos!
Mi primer hijo nació en Montreal, Quebec, en un hospital llamado Saint Mary. Tiene ya más de 18 meses y desde que tiene dos, comenzó a desarrollar una constante gripe, mocos, tos, alergia, bronquitis, en fin, de todo. Durante este tiempo, hemos visitado al menos unos 20 médicos de familia y pediatras, aquí en Quebec, y aunque he rogado por una referencia para ver a un especialista, la respuesta ha sido negativa, porque ellos consideran que mi hijo lo que tiene es una enfermedad que desarrollan los niños cuando van al Day care, o sea la guardería.
Un día, en medio de la desesperación de padres, nos fuimos al hospital, llegamos a las seis de la mañana y después de dos horas de espera en un cuarto, ver la sala de urgencias vacía, enfermeras riéndose en sus cubículos sin darnos razón, el médico finalmente »examinó» a mi hijo y dijo que no tenía nada.
Yo exploté, no podía creer que después de todo este tiempo, y de vivir en carne propia las crisis respiratorias de mi hijo, la respuesta seguía siendo la misma: »no pasa nada, vayan a casa». El médico se negó a hacer exámenes, se negó a hacerle una terapia respiratoria, que uno pensaría que es lo normal para que puedan respirar mejor y se destapen.
A pesar de la negativa del médico y su actitud, luché por mi hijo y por una referencia al especialista, pero solo pude lograr una cucharada de sirope con corticoides para que sus pulmones reaccionaran. Seguimos discutiendo con el médico sobre el estado de salud de mi hijo, de sus noches sin dormir bien, su dificultad para respirar y la conclusión de este, sin ningún examen de respaldo, es que mi hijo era alérgico y que debía sacar a mis perros y gatos de la casa, por supuesto me negué a hacerlo sin un examen de alergia.
Finalmente, la cita acabó y nos fuimos sin ninguna clase de medicamentos para ayudarnos en casa. Hicimos un tour de clínicas por todo Montreal donde hubiese otorrinos y conseguimos una cita para los próximos días, gracias a una cancelación. Llegó el día y este nuevo médico descubrió que los oídos de mi hijo estaban inundados de agua y sus adenoides nasales no funcionaban correctamente.
Tuvimos que pasar por todo esto, -alrededor de 16 meses-, para finalmente enterarnos de que nuestro hijo no escucha de forma adecuada. Le digo: »ok, doctor, ahora qué viene» y me dice: »voy a referirla a Sainte-Justine (el mismo hospital al que habíamos ido de emergencia) para que de allí la llamen en los siguientes 30 días y le hagan a su hijo un examen más profundo para determinar si su hijo necesita o no una operación. Si su hijo requiere una operación, va a tener que esperar entre uno y seis meses para que la agenden y puedan arreglarle los oídos y limpiar los adenoides». En definitiva, una situación y experiencia frustrante y desgastante.
¿Qué quiero decirles con esto?
Quiero decirles que el sistema de salud en Canadá es una locura, está roto y va en declive. Mientras el Gobierno canadiense sigue incentivando la inmigración entre familias, parejas, trabajadores y miles de personas sigan entrando al país, la brecha de personas sin poder acceder a un sistema de salud decente sigue aumentando.
No lo digo yo, lo dicen las estadísticas, que registran en un informe publicado por el Fraser Institute en 2022, que el tiempo de espera para recibir atención médica en Canadá alcanzó las 27,4 semanas en 2022, el más largo jamás registrado, y un 195 por ciento más que las 9,3 semanas que los canadienses esperaron en 1993. Sin contar los tiempos para recibir atención médica no urgente.
Lo dicen las noticias, que siguen registrando historias, como el del reciente y lamentable caso de esta mujer de 37 años, que murió en un hospital de Nueva Escocia, después de 7 horas de espera para ser atendida.
Lo dice el mismo Gobierno, quien reconoce que ese sistema del cual muchos canadienses se sienten orgullosos, no ha estado funcionando al nivel que todos esperarían.
Por mi lado, yo solo quiero, como abogada, consultora y portavoz de inmigración canadiense, cumplir con mi deber moral y ético, de contarles las cosas buenas y malas que Canadá tiene para ofrecer, y esta sin duda alguna es una dura realidad.
Por Laura Urrego de Immiland
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