“De pronto todo es leyenda, pero les toca creerme” nos dice Amelia cuando explica la historia de la Reina Isabel en Granada. Llevamos media hora caminando por el centro histórico de esta ciudad andaluza y yo ya siento que me quiero quedar aquí. Por lo poco que he visto, es una ciudad pequeña que lo tiene todo: naturaleza, turismo, tranquilidad, comida rica y el amor de mi familia.
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Amelia nos está esperando en la plaza de BibRambla para empezar el tour. Viste una blusita morada y un pantalón negro que se ven cómodos y frescos para sobrellevar los 43°C a los que hemos llegado durante estos días de verano. Pero eso no es lo más importante hoy. Lo que nos reúne a los más de veinte caminantes es escuchar a nuestra guía para conocer sobre los secretos de esta ciudad que acoge uno de los monumentos turísticos más importantes de España, la Alhambra.
Allá llegaremos más tarde. Inicialmente, entramos por la Alcaicería, un entramado de callejones llenos de tiendas de artesanías donde nos cuenta más sobre la dinastía Nazarí, a la cual le deben la creación del icono por excelencia de la ciudad, la Alhambra. En su época de apogeo fue un bazar árabe rodeado por nueve arcos donde siempre había guardas de seguridad. De hecho, Amelia nos dice que a los ladrones les cortaban las orejas para alertar a los demás. “Imagínense para ponerse las mascarillas” , bromea, y todos reímos con ella.
Seguimos caminando hacia la Catedral y nos damos cuenta que no podemos dimensionar su inmensidad, pues los edificios alrededor cubren mucho espacio al frente de este edificio religioso. A nuestro alrededor huele a especias por uno de los locales cercanos y, aunque el sol ya no cae directamente, se siente el calor. En este santuario religioso escuché cuatro datos curiosos:
- Iba a ser construido en la zona más alta de la ciudad, pero se dieron cuenta que los feligreses no llegarían hasta tan lejos para rezar, por lo que decidieron construirla en un espacio más central.
- Tardaron tantos años en construirla que ahora no hay nada de gótico, estilo con el que inicialmente estaba diseñada.
- La torre mide 57 metros, pero debía medir más de 80. Cuando empezaron a construirla, se empezó a ladear y debieron recalcular las medidas para finalizar la obra.
- Una de las campanas de la torre fue condenada a no sonar durante 101 años y un día por matar al campanario. Esta leyenda es la que más me llama la atención y seguramente volveré un día para ahondar en ella.
Mientras Amelia habla, un chico rubio vestido con una camisa verde a cuadros toca la guitarra. El acento granadino y la música flamenca de fondo me llenan el corazón y me hacen sentir en la verdadera esencia de España. Después seguimos hasta el Albaicín, barrio lleno de tiendas árabes que se convierte en adelanto de lo que viviré los próximos meses en Marruecos. Sin embargo, mientras siga aquí, disfrutaré de las calles empedradas, de la comida fusión y de la música flamenca.
Y para terminar el día, llegamos a la Plaza Carvajales, un mirador desde el cual podemos observar el maravilloso perfil de La Alhambra. Son las nueve de la noche y la luz del atardecer golpea su muralla y sus torres como si se tratara de un estudio donde ella es la protagonista. Todos queremos plasmarlo para siempre en nuestras memorias con el celular o la cámara, pero me llama la atención el señor que llega agotado detrás de nosotros. Se sienta sobre una de las sillas y se limpia el sudor. Viste una camisa roja, pantalón azul debajo de la rodilla y chanclas. Aunque el parque huele a marihuana, el sonido de los pajaritos sobre nosotros y la buena compañía le dan un toque especial.
Nos devolvemos al centro con la promesa de cuidar nuestro caminar, de pisar con calma y con paciencia para tener una nueva oportunidad de volver a subir y observar el panorama de la Alhambra y la ciudad andaluza, de volver a suspirar por los sabores y aquellos sonidos flamencos.