*En árabe, Bab significa Puerta
Con tan solo adentrarme unos cuantos pasillos, colores, formas, texturas y aromas intentan seducirme mientras paseo la vista por los diferentes negocios de la Medina intentando elegir lo que quiero. Huele a humanidad de siglos, a sudor de edades, a carne de tiempo. La medina de Fez, sin importar por donde entre, huele a vida, con todos sus altos y bajos. Gatos por doquier, cabezas de pollo aun sin recoger, botellas de plástico y una que otra basura sin recoger acompañan el paso de otros caminantes que, apurados, apenas los notan.
Mientras los turistas y mochileros descubrimos esta magnífica ciudad, los habitantes de Fez siguen con su vida tranquila. Por las calles pasean hombres y mujeres que cargan compras, llevan a los niños de las manos y entran y salen de cualquiera de los callejones con un brillo en la mirada que denota si han encontrado o no aquello que estaban buscando.
Alrededor de la medina hay varios puestos de pastelería y dulces típicos, restaurantes que sirven sanduches con diferentes tipos de carne o incluso solo pan con un poco de queso para untar. Los locales que ofrecen el típico tajín o cuscús están bien distribuidos y cada uno, a su manera, se encarga de invitar a los diferentes transeúntes a probar su sazón. Sin embargo, para mí, la comida más rica que he probado es la que prepara Samira, la chef del hostal, quien cada noche hace un platillo diferente de la cocina marroquí. (Al final de este texto dejaré sus datos para que la busquen si se dejan antojar por las letras de esta colombiana).
Cuando empieza la tarde, la gente inicia la búsqueda de sombra para cubrirse del sol incandescente. A su vez, los carros cargados de sandías, aceitunas, naranjas y yogurt empiezan su paseo por la calle cercana, pues a esta hora se incrementa el apetito de quienes han estado caminando todo el día por la ciudad. Se nota la fuerza que hacen quienes se encargan de llevar estos elementos, pues sus caras se llenan de arrugas y sus venas resaltan en los músculos que dejan a la vista.
En esta zona encontraremos un centro comercial, edificios más modernos, calles amplias, una avenida larga con un parque en medio donde se sientan los fesíes a disfrutar las noches frescas y restaurantes que ofrecen comida de diferentes partes del mundo. Se nota de inmediato el cambio entre ambas partes de la ciudad. Pero después de todo, la Medina de Fez, ese laberinto de callejuelas, es la que me tiene enamorada.
Porque Fez no es sólo la ciudad que alberga la Universidad Al-Karaouine, una de las más antiguas del mundo y por donde cruzamos al subir de Bab Rcif a Bab Boujloud. Esta es la ciudad de Taib, que vende hierbas por Talaa Khbira; de Anwar, quien vende sanduches cerca de Bab Boujloud; de Samira, que cocina para cientos de turistas durante la semana en un hostal cerca de Bab Rcif, de Tariq, que usa camisa de Olly Murs y siempre está tomando café cerca de Boujloud, de Yassine, que con sus rastas y su sonrisa cautiva a más de una extranjera, de Hanane, que me recibió la primera semana y me invitó con ella a una boda marroquí y de tantas otras personas y amigos que han hecho que me sienta tan feliz en Fez.
Teléfono de Funky Fez, hostal donde encontrarás a Samira y su deliciosa sazón: +212650854867