El día en que el grandioso Ayrton Senna Da Silva murió es aún inolvidable. Después de saber el desenlace fatal me dirigí a la casa de un amigo y le llegué a el con la noticia. Empecé a percibir un ambiente de tristeza entre nosotros los entusiastas, y el inmediato asombro e incredulidad de los que no lo eran.
Se lo llevó la curva de Tamburello en aquel fatídico fin de semana que se iniciaba con el espectacular -por fortuna sin consecuencias mortales-, accidente sufrido por Rubens Barrichello el viernes durante las prácticas y que al día siguiente sí se llevó la vida del Austriaco Roland Ratzenberger. Su ánimo no era el mejor en los días y momentos previos a la carrera según lo cuentan varias personas familiares y cercanas a el. Ese fin de semana estaba pálido, preocupado y pensativo.
Tenía sus motivos pues además de la muerte de Ratzenberger y el choque de su amigo Rubens, al iniciarse la carrera un accidente hizo que una rueda volara como un proyectil, hiriendo a 3 personas, matando a un espectador; el reinicio de la competencia fue un factor determinante en el accidente.
Afortunadamente la causa de éste y de su muerte -que explicaré más adelante-, ya aclarada hoy día, exoneró de toda responsabilidad al equipo Williams y a su dueño el conocido Frank. Siempre se especuló que fue la barra de la dirección rota del auto como consecuencia de una reparación efectuada horas antes para que el se sintiera más cómodo en su puesto.
Ayrton Senna fue un hombre que durante su paso de 11 años por la máxima categoría demostró un talento, genialidad, capacidades mentales y un liderazgo que, aunados a sus increíbles cualidades personales y espirituales, lo llevó siempre a contagiar a los fanáticos. El entusiasmo de estos ya fuese firmando autógrafos, o con Senna al mando de su misil de fórmula 1, rayaba en lo frenético.
No sólamente en su natal Brasil era percibido casi como un Dios. Senna es aún una especie de religión que se ‘practica’ rindiéndole culto en todos los rincones del planeta como en Japón donde aún no lo olvidan. Ese culto se le ofrecía a un hombre que era una especie de extraterrestre conduciendo sobre mojado con un perfecto control, a velocidades inauditas, flirteando siempre sobre los límites del agarre.
Así le llegaría su primera victoria -con la lluvia, la que mil veces lo llevó a la gloria-, corriendo su segundo año en la categoría, al mando de un Lotus-Renault, en Portugal, en 1985. El año anterior en circunstancias insólitas con una carrera suspendida por un terrible aguacero, logró superar a varios y conseguir el segundo puesto: en Mónaco, y casi nada, superando a su eterno rival, Alain Prost.
Ni Scumacher le batió allí su récord aún vigente en pleno año 2014, de 6 carreras en el bolsillo. Si hay algún circuito que puede dejar ver muy bien el talento puro de los pilotos, ese es el Principado. Allí en otro de sus espectáculos, en el de 1992, fué perseguido por el fogoso Nigell Mansel al volante de un Williams muy superior (FW 15) con frenos ABS, control de tracción, suspensión activa……..Senna, con puro talento, y sencillez técnica, soportó el inclemente ataque, y ganó la carrera.
La lluvia lo perseguía pues otra de sus genialidades fué en Donington Park, en el gran Premio de Inglaterra de 1993. Una vez lanzada la carrera, con todos ya a su ritmo, se dió el lujo de pasar a Berlinger, Scumacher, Hill y Prost, y antes de terminar la primera vuelta era el primero: que vivan los aguaceros diría Senna!!!
Una época irrepetible (1988 al 92, pero especialmente la era Senna – Prost 1988-1991) fué cuando compartió como compañero de equipo en Mclaren, con Alain Prost. El nivel, las ganas de aprender, y de ser siempre el primero, lo llevaron a interminables reuniones pre o post carrera para exprimir todo consejo técnico venido de sus ingenieros, algo en lo que Prost actuaba de la misma manera. Era una obsesion de los 2, más de Senna; superar a su compañero como fuera, siempre quería ser el primero. Cuando se concentraba, parecía quedar en trance y vaya si se veían los resultados.
Algunas veces le sacaba a Prost, apodado ‘el profesor’, hasta 1 segundo por vuelta en las mismas condiciones, una eternidad cuando consideramos que a ‘modestos’ 200 kilómetros por hora se recorren 55,55 metros por segundo y una sola décima son cinco y medio metros. Ese era Senna, ‘magic’ Senna.
En el 89 en la última carrera vuelta 46 sin poder superar a Prost, se le metió por dentro al final de la recta y los 2 terminaron golpeándose. Prost quedó varado, Senna siguió, fué, cambió el alerón, y saliendo de último, llegó de primero!!!!
Vinieron las lágrimas: la FIA lo descalificó, quitándole el título por el incidente. Al año siguiente, en el mismo escenario de Japón, le arrebató el título a Prost en cicunstancias similares. ¿La diferencia? La carrera de los dos duro solo 15 segundos, lo que demoraron en llegar al final de la recta cuando a gran Velocidad, lo cerró Prost y chocaron.
¿Por qué chocó y murió? Irónicamente, quizás, por la precisión de los autos. Una vez reiniciada su última carrera en ésta tierra, en San Marino después de una bandera amarilla, los neumáticos se habían enfriado demasiado y perdieron tamaño. Por lo tanto, la altura del carro se redujo bastante. El aire que pasa por debajo a gran velocidad, cumple la función de crear un efecto de vacío, de succión, que es lo que hace a estos autos agarrarse y pegarse a la carretera de forma increíble.
Obviamente, poco o nada de aire circulaba en ese momento por debajo del f1 de Senna. Al reiniciar llegó a Tamburello sin agarre, como una plataforma deslizándose sobre hielo, a más de 300 por hora, -algunos televidentes vieron salir chispas, producto del roce contra el piso-, empezó a girar el timón a la izquierda y, al ver que el auto seguía derecho, se paró encima del pedal del freno. Pero era tarde y chocó contra el muro. Toda la verdad con el final de las especulaciones, y acusaciones contra Williams, la arrojó la telemetría.
Adiós al rumor de que se mató porque la barra de dirección estaba rota, pues hasta el último instante, antes de chocar, giró el timón con las ruedas. La barra se rompió por el accidente. Todo como consecuencia de la falta de agarre a ‘sólo’ un poco más de 300 kilómetros por hora.
Su último suspiro lo causó una de las llantas que, al quedar durante una milésima de segundo comprimida entre el auto y el muro, salió disparada con un pedazo de la suspensión, produciendo la mortal herida al perforar su casco.
Ese día, el día del trabajo como cayó el pasado jueves, Dios se lo llevó. Probablemente la vida no le permitió establecer por siempre récords imbatibles, y más recuerdos con maniobras inolvidables en carreras venideras. Esto último, más que los números en sí, era lo que hacía único a Senna: el manejo puro, su talento.
Para nosotros los gomosos y entusiastas aún es un día especial, con un recuerdo ambientado por la nostalgia. Se fué uno de los grandes, tal vez para mí el mejor, incluyendo a Schumacher y Sebastian Vettel. Por siempre, ‘magic’ Senna: paz y eterna felicidad junto a Dios Nuestro Señor.
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