El plebiscito del 2 de octubre fue el mecanismo perfecto para detonar la gran división del país. Ahora, en cualquier ámbito, uno tiene que expresarse a favor del Sí o del No, aquí no hay medias tintas, o está conmigo o no lo está. Pero dentro de estos dos grandes grupos enfrentados hay una sub-clasificación que bien valdría la pena intentar para ubicar nuestro rol dentro de todo este desmadre, pues no todos los del No se mueven con la misma lógica y sentimientos, y tampoco los del Sí. De manera nada exhaustiva propongo la siguiente:
En primer lugar, entre los que votaron por el No se encuentran, a grades rasgos, tres tipos de perfiles, los cuales huelga decir no son mutuamente excluyentes, es decir hay personas que pueden tener un poco de los tres (les pido a los del No que sigan leyendo, pues encontrarán su contraparte con los del Sí):
Racional: El racional del No es aquel que basa su voto en un cálculo costo beneficio (subjetivo, por supuesto) del acuerdo, y concluye que los costos de dejar participar a los actuales líderes de las FARC en política son demasiado altos. Los “racionales” ven como la única solución la exclusión política de los que han cometido crímenes atroces (lo cual me parece lógico) y que los guerrilleros deberían aceptar esto sin rechistar. Los racionales lo que quieren en el fondo es un sometimiento a la justicia, por lo tanto nunca habrá un acuerdo con las FARC. En este escenario la vía militar es la única salida.
Ingenuo y temeroso (miedo al castrochavismo): Hay otra categoría que está compuesta por aquellos que son presa fácil de eslóganes, aquellos que creen que Timochenko será presidente o que Colombia se convertirá en un país comunista, etcétera. Sin embargo, la imposibilidad de que Colombia se vuelva comunista quedó clarísima con el resultado del plebiscito: si a las FARC se les dejara participar en política, su fracaso electoral sería estruendoso: al menos de seguro el 50,21% de los que votaron No, no votaría por ellos, y la gran mayoría de los que votaron Sí, tampoco lo haría. Los ingenuos también le creen a los «racionales» la idea de que es posible renegociar el acuerdo, y que esa renegociación consiste en que los líderes de las FARC van a aceptar ser excluidos de la política e irse a la cárcel.
Fanático: La otra categoría que comprende a los del No es la del fanático. Es necesario aclarar que el fanático también puede tener algo de racional y algo de ingenuo, pero se diferencia de éstos en que es mucho más activista y tiene una marcada tendencia a la violencia verbal, y, si es necesario, también a la violencia física. El fanático es un provocador por naturaleza, es el que inunda las redes sociales con insultos contra Santos y las FARC y todo aquel que se atreva a expresarse a favor del acuerdo, y está siempre atento para comenzar cualquier discusión, discusión que por lo general se desarrolla a través de insultos. El fanatismo del fanático tiene sus raíces ya sea en su odio a Santos y las FARC, en su fervor por Uribe o, lo que es peor, en su odio a todo.
Por otra parte, entre los que votaron por el Sí tenemos:
Racional: Al igual que el racional que apoya el No, el racional defensor del Sí basa su voto en un cálculo subjetivo del costo beneficio del acuerdo. Lo importante para el racional es parar de inmediato la violencia y considera que los costos de dejar participar en política a unos tipos que han cometido crímenes de lesa humanidad no será, en últimas, tan alto.
Romántico y temeroso (miedo a que regrese la violencia): El romántico es un poco como el ingenuo del No. El romántico tiene tendencia a creer que todo va a ser color de rosa, el romántico organiza junto con otros románticos lecturas multitudinarias del acuerdo, se visten de blanco y se agarran de las manos, asisten a conciertos en pro del acuerdo, etc. El romántico también es sensible ante las amenazas del gobierno de que si no gana el Sí vamos a volver a una espiral de violencia. El romántico es, aunque ingenua, una figura muy bonita, es un optimista por naturaleza, tanto así que se le olvidó que la humanidad es rencorosa y todos nos odiamos.
Soberbio: El soberbio también tiene algo de fanático, pero a diferencia de los fanáticos del No, su fanatismo no se basa en seguir a un líder, pues la verdad conozco a muy pocos santistas. El fanatismo del Sí es su soberbia de superioridad intelectual y moral ante los del No. El soberbio del Sí y el fanático del No tienen una relación muy bonita, pues se están provocando todo el tiempo y se insultan en redes sociales. Es todo un espectáculo pasar unos minutos en Facebook viendo los insultos que van y vienen.
Pero en medio del Sí y el No hay todavía dos grupos de personas que pudieron ser clave en los resultados del plebiscito: los indecisos y los indiferentes.
Indeciso: El indeciso es aquel que oscilaba entre el racional del No y el racional del Sí. Como todos los colombianos, desaprueba con vehemencia todo el daño que han hecho las FARC, pero en algún momento estaba dispuesto a votar Sí a los acuerdos. Sin embargo, muchos se echaron para atrás ante tanto show previo al plebiscito. ¿Timochenko premio nobel de paz? Por favor.
Indiferentes: Sencillamente son los que les importa un comino lo que pasa en el país.
Yo voté por el Sí, y en mi propia clasificación creo que algunas veces fui racional, otras veces romántico y algunas veces soberbio. En todo caso estoy seguro que volvería a votar Sí, sin importar quién presente el acuerdo: Santos o Uribe, me da igual. Ahora, sin embargo, he caído en otra categoría, la del escéptico, ya no creo que esto tenga solución. Los colombianos estamos asistiendo a un pulso entre dos egos enormes. Por un lado Uribe, que con los resultados del plebiscito le dio una bofetada a Santos y le recordó que este país es su feudo, y por otro lado Santos, que tampoco está dispuesto a dejarse quitar el protagonismo del acuerdo con las FARC. Para ambos, Santos y Uribe, lo que está en juego es el lugar de ellos dos en la historia, los demás colombianos, incluidas las víctimas, somos simplemente espectadores de esta lucha personal.
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