Dicen los republicanos, sin admitir testigos ni evidencia, que para tumbar un presidente el abuso de poder debe ser «superlativo». Si sus delitos se juzgan con otro estándar ético y jurídico ¿qué exactamente es lo que le criticamos a las «democracias» de Rusia o Turquía?
¡Linda semana para Trump! Absuelto de cualquier delito y después de un discurso del estado de la Unión que más pareció un ‘reality show’, el presidente avanza con panorama despejado hacía la reelección. En esta semana quedó claro que Trump quiere entrar al club de los autócratas y que su partido trabaja duro para ello. Sin duda, estos últimos meses han sido los más difíciles para la democracia de Estados Unidos en toda su historia.
Un juicio ¿para qué?
Con mayoría republicana en el Senado, el resultado del juicio estaba ya claro. Sin embargo, los demócratas se decidieron por enjuiciar al presidente reivindicando banderas éticas y morales y apuntándole a un desgaste de la figura de Trump. No parece que lo hayan logrado. En general, durante su gobierno, los demócratas se acordaron tarde de que su partido debe privilegiar el criterio público, el interés general e invertir duro en integrar la diversa y desigual sociedad estadounidense.
El purismo reivindicado en el juicio a Trump afecta a los republicanos y a los demócratas también. Sus gobiernos contribuyeron al hastío ciudadano de la política, apoyaron agresivas reformas al sistema penal en los años ochenta, fueron complacientes con la especulación financiera y vieron la deuda pública aumentar sin mayor inversión que justificar. Un historial cómplice de las crecientes contradicciones sociales del país. Por eso el partido llegó al Caucus de Iowa dividido, con más de cinco candidatos diferentes.
La horda republicana
Pero el partido del presidente es otra historia. Más que un grupo legislativo, es una horda de fanáticos desesperados por mantener sus feudos políticos y por complacer a Trump.
Su defensa la fueron reajustando básicamente en respuesta a cada nuevo testimonio inculpatorio o a cada trino mañanero del presidente. Como al principio, lo que se filtró era apenas la transcripción de una llamada, la respuesta inmediata fue: «¡Es un engaño! (a hoax!) fue una llamada perfecta, no presionamos a nadie».
Conforme surgieron más documentos y tres funcionarios, dos de ellos de reconocida experiencia diplomática, testificaron, el presidente y su partido recularon: «Ok, pudo haber sido una llamada intimidatoria, no fue el mejor momento del presidente» dijo el Sen. Patrick Toomey: «pero no hay ningún Quid pro Quo».
Luego hablaron Fiona Hill, exalta consejera para Rusia y Gordon Somnlon, exembajador ante la UE, todos inculpando a Trump. Somnlon, fan de Trump, que se ganó el nombramiento con millonarias donaciones a su campaña, confesó ante el Congreso que el criterio de la agenda diplomática con Ucrania era más o menos lo que dijeran Guiliani y Trump. Bruselas (la UE) importaba poco.
Luego el ‘New York Times’ filtró el contenido del libro de John Bolton. El más voraz de los diplomáticos de derecha confirmó el chantaje y el manejo de capataz de finca que Trump le dio a las relaciones con Europa el último año. Entonces, ya sin justificarlo más de lo necesario, los lacayos republicanos le torcieron el pescuezo a la verdad una vez más. Increíblemente Alan Derschowitz, institucionalista radical, constitucionalista y profesor de Harvard, salió con esta perla:
¿Entonces qué lo amerita?
En la nueva ‘Doctrina Derschowitz‘, parodiada en todo lado, los presidentes son inocentes de cualquier crimen siempre y cuando justifiquen que lo hacen en aras de su reelección. Cualquier crimen: intimidación, soborno, financiación ilegal, acoso; nada amerita cuestionamiento alguno, es el sueño dorado de Trump: poder literalmente hacer lo que quiera y salirse con la suya. ¿Entonces qué es lo que le criticamos a los déspotas de otras latitudes?
Las consecuencias de ese presidencialismo tipo Turquía o Rusia ya se ven. Terminado el juicio, el jefe de la bancada (McConnell) confiesa en Fox no solo que no fue imparcial, sino que pidió permiso a Trump para poner en marcha cada iniciativa de la defensa, y hasta se disculpó por tener que alargar el juicio más de lo previsto. Eso solo lo hace un partido acobardado y enfermo de poder.
El único que no tenía nada que perder, que va de salida y ya ocupó los honores más altos a los que podía aspirar -Mit Romney, el mormón de Utah-, condenó al Presidente en uno de los cargos.
Trump quiere un ejecutivo sin límites ¿Qué piensa uno?
El haber puesto a prueba su enorme poder en cada duelo ganado a la institucionalidad, le da hoy a Donald Trump una peligrosísima patente de corso. En los últimos meses despidió o hizo renunciar a las pocas voces independientes que sobrevivían en la Casa Blanca. Ahora, sin nadie que lo desafíe y con un Fiscal General que actúa como notario de sus caprichos, Trump puede concentrarse en sus enemigos fuera de la Casa Blanca.
Eso explica su discurso vengativo, con lista en mano, del pasado jueves y la furia contra los medios y el ecosistema político que lo critica. Trump quiere unirse a ese club de autócratas del que hace parte el próximo «líder eterno» de Rusia, Vladimir Putin, Erdogan, el egipcio Sisi o Kim Jong Un.
265 días.
El único que puede hacer tambalear al presidente es el Constituyente Primario, la gente. Sin embargo hoy, a poco más de doscientos días de las elecciones, una derrota republicana parece más lejana que nunca. La aprobación del presidente subió al 49% dijo Gallup y la economía convence. Eso también es mérito del trumpismo, reivindicar a esa inmensa porción del país para la que ser liberal significa egoísmo puro, la defensa irrestricta del interés individual. Esa sociedad es la que hoy absuelve a su presidente.
Se le ven las costuras, pela el cobre la sociedad gringa, pero eso no importa mucho si hay dinero en los bolsillos del grueso del electorado.
Post scríptum
Para acabar de completar, China anuncia la reducción del 50% del arancel a los productos gringos, entre otras cosas por el impacto económico del Corona Virus. La bolsa de Nueva York cerró el viernes al alza. La suerte de Trump parece ser igual de inverosímil a sus acciones.
Twitter @jsebastiangomez