Ir a ver jugar al Unión Berlín en su estadio es una experiencia única, eriza la piel, contagia y, después de que te cuentan su historia, terminas exhalando vocales y puteando con ellos todo ataque frustrado, cualquier tiro al palo con cara de esperanza. Equipos chicos como éste cuyo único atractivo es una fiel hinchada local perderían toda esperanza de competir con los grandes de Europa, si alguna vez soñaron con ello.

El Unión, que con enorme pundonor -antes se decía huevos- ascendió a la primera división en 2019, llegó a estar muerto en 2004. Era un equipito menos que modesto del oriente pobre de Berlín, en bancarrota y ad portas de la expulsión de la Federación Alemana de Fútbol.

La DFB exigía un aval bancario de 1,46 millones de euros. Esa no era ni la mitad de la deuda total, pero el sistema alemán permite repartir las cargas financieras entre los que más y los que menos tienen. Aun así no había plata.

Entonces Dirk Zingler y un grupo de hinchas empezaron a mandar e-mails y a poner carteles. Se inventaron «Bluten für Union» (Sangrar por el Unión) y lograron que miles de aficionados juntaran dinero donando sangre para salvar a su equipo. Háblenme de hinchas haciendo historia… 

Luego, en el verano de 2008, la Federación ya no les permitió seguir usando ese vestigio arqueológico que tenían por estadio, construido en 1920, remodelado en 1966 y retocado en los ochentas. La DFB dio plazos y ofreció ayudas menores, pero se necesitaba urgentemente una reforma total.

Un nuevo reto para sus más de 2.500 aficionados que, sin pensarlo, se arremangaron, se organizaron y le dedicaron 140.000 horas de sus vidas a reconstruir el estadio. Sin experiencia en albañilería o ingeniería, pero con la ilusión de tener una infraestructura digna, nada más. 

¿Un club de fútbol, para qué?

Esa es la idea de un club y de la profesionalización de cualquier deporte en una Liga, más si es uno tan económico de practicar como el fútbol. Se trata de generar comunidad, arraigo y bienestar a través de la práctica deportiva, además de la integración de ese barrio o distrito en donde se juegue.

El fútbol de élite es otra cosa, lo sé, aunque también se beneficia sin contemplaciones del amor irrestricto de millones de hinchas que compramos todo lo que nos vendan. De hinchas que perdonamos delitos, alabamos egos, y nos hacemos idiotas frente al racismo o los monopolios. Si ganamos la copa, si damos la vuelta, todo queda perdonado.

Estadio de la Bundesliga. AFP

Un modelo ‘Made in USA’

Ok, si es un asunto de plata, más en tiempos de pandemia, ¿por qué entonces no ponerse de acuerdo para respetar el fairplay financiero y acatar los topes? ¿Por qué no controlar las enormes comisiones de los agentes deportivos? ¿Por qué no invertir en forjar otro tipo de futbolista, uno que gane menos pero tenga voz sobre su trabajo y su salud? ¿Es tan mala la UEFA que no vale cambiarla? 

Ah no, eso es montarse en un unicornio que, en Europa, pocos se imaginan y que en los Estados Unidos es más bien un atentado a la libertad empresarial. Después de todo, la mayoría de las franquicias deportivas en los Estados Unidos se miden en clientes y van de ciudad en ciudad buscando más dinero por su espectáculo. Si no pregúntenle a los fans del fútbol americano en Cleveland cómo fue que un empresario les robó su equipo y lo convirtió en los Baltimore Ravens.

Los riesgos de una ‘Superliga’ en Europa

Una ‘Superliga’ traería más desigualdad, financiera y competitiva, además de que nada garantiza que todos los clubes que están allí mantengan su regularidad como para darnos cada verano un espectáculo, tipo Bayern-PSG hace unas semanas.

De llevarse a cabo, la Superliga sería el cambio más importante en la industria del fútbol después de la Ley Bosman. Eso lo saben la UEFA y la FIFA y ojalá este susto les ayude a cambiar, a ser más transparentes y flexibles sin sacrificar sus principios de equidad.

Ese sería un buen escenario, porque lo más triste de tener esa Superliga cerrada con clubes de élite es arrebatarle a clubes como el Unión Berlín y a sus hinchas la posibilidad de soñar con derrotar a un grande en una final continental.

¡Muy pocos lo han hecho! ¡No se puede! dirán ustedes, pero después de años de agonizar entre ligas el 31 de agosto de 2019 el Unión Berlín, novato en la Bundesliga, en su estadio nuevo, le hizo comer tres al encopetado Borussia Dortmund. 

Vea: El poderoso Bayer Munich no pudo contra el aguerrido Union Berlín

¿No son estas las historias que alimentan nuestros sueños y nos hacen amar este deporte?