«Hace unos días un amigo me invitó a una cena en su apartamento, me desconcertó un poco puesto que ni el ni su novia estaban de cumpleaños o algo parecido. Sin embargo asistí sin la mayor pretensión del caso. Llegué un poco tarde, pero me llevé la gran sorpresa de que la dichosa reunión era una *cena navideña*, la sorpresa propiamente no fue la cena; sino ver un pesebre, invitados, un gran árbol de navidad y regalos. También ver a mi amigo, abiertamente ateo, hacer la oración a San José como parte de la novena de aguinaldos que en ese momento estaban rezando.

Me uní al grupo sin problemas. Pasados unos minutos cuando la novena terminó y se comenzó a repartir vino, la curiosidad me invadía y no podía dejar pasar el momento para salir de dudas. Me acerqué a mi amigo y le pregunté el porqué hacía una cena navideña en su hogar cuando abiertamente él y su novia eran ateos. No tuvo desdén para responderme que se trataba de un tema netamente social. Logré observar sinceridad en sus ojos mientras la mandíbula me llegaba al piso. Me pareció algo poco coherente que se reunieran personas que dicen no creer en nada para hacer un rito con un trasfondo religioso, por ello al rato busqué una excusa y me retiré de la *cena navideña*.»

Es paradójico pensar que estas fechas con tanta relevancia para el mundo cristiano, lo mismo que sucede con tradiciones de otras religiones como el Ramadán de los Musulmanes o el Diwalí de los Hindúes, sean tomados por muchos como algo que toca celebrar porque sí. Actuando tal lo dice el dicho: «como Vicente, pa´ donde va la gente». Desconociendo hipotéticamente el trasfondo de las celebraciones y siendo participes de ellas luciendo una escasez de sensatez .

Es triste ver como la Navidad, que se asume como un periodo de unión y reencuentro para el mundo cristiano, se ha ido desdibujando años tras año. En este nuevo circo podemos ver tumultos de gente en los centros o zonas comerciales haciendo filas para comprar cosas en los almacenes y buscar lucir lo mejor posible, padres desesperados por cumplir los caprichos de sus hijos para que sean ellos los que tengan los mejores juguetes de la cuadra o el conjunto. La mayoría de estas personas haciendo esfuerzos sobre humanos por conseguir recursos y quedando endeudados hasta la coronilla.

Ver a brujos en televisión insistiendo que hay que hacer riegos y ritos el 24 de diciembre porque según ellos, a las 12:00 am con la conmemoración de la navidad, se abren portales magnéticos y descienden cascadas de energía.

También encontramos los nuevos bondadosos, entre ellos muchos políticos, que para estas fechas realizan campañas para conseguir juguetes y los que van a zonas subnormales de nuestras ciudades para subir la foto en sus redes sociales con el niño al que le dieron el carrito de $2000 pesos. O aquellos que ponen  un contenedor de cartón en la entrada a los supermercados o zonas residenciales para llevarle un mercadito a los más necesitados.

Y la cereza del helado la encontramos viendo al padre embriagado que le enseña a su niño pequeño a «ser macho», mientras prende la mecha de un cohete capaz de volarles los dedos o explotarles la cara.

¿Qué pasa con el resto del año? ¿Es que los 364 días restantes no se puede hacer caridad? ¿Por qué en Diciembre y no en otro mes? ¿Por qué tenemos que llenarnos de comida que no comemos durante el año? ¿Por qué sólo en estas fechas compartimos aquello que nos sobra? ¿Por qué celebramos estas fechas si ni siquiera creemos en ellas? o ¿Por qué si somos creyentes obviamos el verdadero significado de la navidad?

No se consigue nada ayudando en Navidad, sino ayudando todos los días del año, compartiendo la comida todos los días y las necesidades básicas de las personas más necesitadas. No sólo es comer un buen plato en navidad; también las personas menos favorecidas tienen la necesidad de un baño, un sitio cómodo donde dormir y descansar, o tener la tranquilidad de que al día siguiente tendrán con qué comer.

Es triste ver que el verdadero significado de una fecha relevante para tantas religiones se haya convertido en algo banal y comercial. Algo que sustituye la lógica de la noche buena, la noche en donde el ser supremo se hizo hombre. Una noche en donde el objetivo debe ser el compartir en familia y no ver quién más se emborracha, quién luce la mejor ropa o mostrar cuantos juguetes o mercados se regaló.

¿Deberíamos seguir llamando a esta fecha Navidad?

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