«¿Alguna vez te has puesto a pensar en que si no hubieses conocido a cierta persona, tu mundo sería totalmente diferente?»

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Un día te despiertas y justo allí es cuando comienza este ecosistema raro en tu interior. Notas que el mundo dio muchos vueltas y que hubo algo que se te escapó de las manos, algo que intentaste aferrar a ti para no dejarlo ir. Sientes la cruda impotencia de no tener a quien quieres. De desear que todo sea diferente. De saber que es mejor marcharse, aunque te quieras quedar.

Me pregunto cuántas veces perdonamos a una persona para no perderla, incluso si no se merece nuestro perdón. Pero llega un momento para decir adiós y dejar el alma en ese adiós. Probablemente no vayas al infierno por eso, pero es un infierno sentir que por ello tienes tus sentimientos muertos.

Todos en algún momento fingimos estar bien por fuera, sin hacer notar que estábamos completamente rotos por dentro. Y aunque no lo aceptábamos y nos queríamos hacer los fuertes, deseábamos en el fondo que alguien se fijara lo suficientemente bien, nos mirara a los ojos y con un abrazo nos ayudara a unir poco a poco los fragmentos de quien eramos.

Supongo que poco a poco vamos aprendiendo a andar por la vida así, sonriendo, fingiendo al mundo estar bien, echando el mugre de nuestras tristezas debajo de una alfombra, un alfombra que no queremos más nunca levantar y dejar allí en un rincón donde no podamos escuchar su ruido.

Con el tiempo uno va aprendiendo que aquellos que dicen que no les importa nada, son precisamente a los que más les importan las cosas. Por eso dicen que detrás de una sonrisa amarga y un actuar con indiferencia, siempre hay por dentro muchos sentimientos rotos. Rotos como una vajilla que cae al suelo en silencio.

¿Cuánto tiempo andaremos rotos por dentro?

No lo sé, pero de esos pedazos que aún nos quedan siempre tenemos que dar lo mejor. Y por muy rotos que estemos por dentro, no hay que demostrarlo mucho, siempre habrá gente que no lo entenderá y que puede romperte aún más.

Y tal vez llegues a tener en algún momento todo para destruir al que te destruyó y a la final no querrás hacerlo. Quizás llegue a ser por amor o clase, pero cualquiera de las dos es una bonita opción y está bien.

Dar lo mejor es nuestra función. Y eso significa hacer todo con pasión y alegría, si pensamos que nos faltan motivos de alegría, miremos al payaso que no siempre tiene esas ganas de sonreír y así con su dolor, tiene que reír y hacer reír a los demás. Es fundamental poner en práctica que el dolor es obligatorio, pero el sufrimiento es opcional.


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