Con la llegada del carnaval los barranquilleros que vivimos en los Emiratos Árabes Unidos creamos la atmósfera dicharachera que exige la ocasión y disfrutamos la fiesta con la misma alegría e intensidad. En realidad, la distancia para nada es un obstáculo.
Algo que sí extrañamos es un disfraz que nos acompañe para que la fiesta sea completa. Qué no daríamos por tener un traje de Monocuco o la máscara de una Marimonda, que muy seguramente animaría aún más la fiesta currambera en estas tierras del Medio Oriente. A muchos colombianos, en el exterior, los sorprende su fiesta tradicional sin el atuendo para la ocasión. Uno de esos colombianos es la niña Martha, una entrañable amiga barranquillera que llegó al Medio Oriente hace un lustro. Este año está dispuesta a gozarse el carnaval y quiere la fiesta completa con los principales ingredientes: su incansable entusiasmo caribe, más una colorida máscara de marimonda. De los ingredientes, le falta el segundo, pero está dispuesta y decidida a conseguirlo.
Armada con una inmensa fotografía de una máscara de marimonda, la barranquillera entró una soleada mañana a la sastrería del señor Harish, su vecino y amigo indio.
Martha saca la foto de un gigantesco sobre de manila y hace la solicitud.
–Llave, quiero que me hagas una máscara como esta.
Martha pone la foto en todo el frente del señor Harish.
–No, no, no –con ojos de espanto le responde el sastre–.No la puedo hacer.
–Pero ¿cuál es el problema? –le preguntó la sorprendida Martha– ¿Por qué no la puedes hacer ?
–No, no, no –con la voz temblorosa le repite el sastre–. No me pida, vecina, que le haga esa máscara. Por favor retírela de mi vista.
Martha salió confusa del establecimiento y visitó otro sastre. A medida que visitaba sastres –fue a cuatro de ellos– la respuesta a su pedido carnavalero era la misma. La reacción de espanto hacia la mascara era más dramática e intensa. Algo que tenían en común los cuatro sastres era su origen: todos eran de la India.
¿Qué experiencias o sentimientos evocaba la marimonda currambera en los sastres indios de Abu Dhabi?
Especulando con Martha, pensamos que la marimonda ñera se debe parecer a alguna deidad–de las tantas que los indios idolatran– que representa la imperfección y el pecado. Pudo haber sido la deidad que se descarriló, y de la cual los indios debían alejarse. Al final, eran meras elucubraciónes. Martha no se atrevió siquiera a acercarse de nuevo a los sastres a ahondar en razones; de espanto ya había tenido suficiente. Si la deidad india sufrió un descarrilamiento, podríamos decir que lo mismo le sucede a la marimonda barranquillera. Una vez al año, en un contagioso marco de alegría carnavalera, el dicharachero personaje se descarrila de la rutina, las tristezas y los afanes de la agitada vida.
Martha perdió a su sastre y amigo, quien ahora, cuando la ve, le tuerce los ojos. Aun así, esta mujer caribe disfrutará su carnaval, recortará la foto de la máscara y se la pondrá con el consabido cauchito. En el Medio Oriente una marimonda en una fotografía sigue errante en busca de un sastre que la comprenda y que la tome en su justa medida. Debe el profesional del corte poseer los insumos carnavaleros para su creación, o sea la alegría y el color, que son atributos universales.
Una marimonda original ya se embarcó en una solemne caja que acaba de llegar al aeropuerto soledeño, rumbo a los Emiratos Árabes Unidos, para acompañar a su hermanita gemela. De seguro que alegrará los carnavales de todos los nostálgicos compatriotas. Que disfruten todos el carnaval de Barranquilla, y quien lo vive es quien lo goza donde quiera que uno se encuentre.
Marcelino Torrecilla N (matorrecc@gmail.com)
Abu Dhabi, Emiratos Árabes