Dallah significa cafetera en árabe y para los habitantes del Golfo Arábigo representa el aroma de hospitalidad que se respira al invitar a un amigo o desconocido, por igual, a tomar una taza de café.

Alí el artesano

Ismail Alí Al Hassan, de 74 años, es considerado el último artesano de dallahs en los Emiratos Árabes Unidos, después de que su hermano mayor abandonó esta actividad artesanal hace 25 años. Hacer dallahs la describe Alí como una labor extremadamente ardua. Sin embargo, para él se ha convertido en su obsesión. Inicialmente, las hacía en bronce  para pescadores de perlas, en la actualidad, las hace en oro de 24 quilates para la realeza del Golfo Arábigo. Cuenta Alí que, en el pasado, todo el mundo tenía una dallah; había desde las más modestas hasta la más elaboradas; no importaba. Si tenías visitantes en tu casa, había que recibirlos con humeante café servido de una dallahLo anterior sucedía, especialmente, cuando alguien contraía matrimonio. Se consideraba una afrenta social no tener café listo en el ancestral utensilio, para el amigo siempre bienvenido.

 

Símbolo nacional

Las dallahs son monumentos majestuosamente visibles en ciudades emiratíes, donde las erigen en lugares como parques o bulevares.

Una dallah en Abu Dhabi sobre la Avenida al Aeropuerto

Son, además, el símbolo grabado en la moneda local, el dirham;serían algo así como en Colombia nuestro emblemático sombrero vueltiao.

 

Hechura y herramientas

A Alí le toma varios días elaborar una dallah, la cual se compone de tres laminas de metal: una para el cuerpo de la pieza, otra para la parte superior y el surtidor, y una última para la cubierta. Aparte de su taladro eléctrico, las herramientas que Alí usa hoy en día son las mismas de los años cuarentas, las del taller de su padre; estas sirvieron a él y a sus ancestros para levantar a sus familias por todo un siglo.

Horizontes más brillantes

La artesanía de dallahs no ha sido un negocio muy rentable y en los sesentas a Alí le tocó recurrir al contrabando de oro, en las rutas del Océano Índico, en busca de horizontes más brillantes. Para le época, era una actividad practicada por muchos. Su experiencia en moldear metales le había agudizado su creatividad en la nueva actividad. Cuenta Alí que: «tenía tantas ideas y el negocio era fácil y rentable, comparado con el de hacer dallahs». Entre sus numerosas artimañas, se encontraba la de clavar 100 gramos de oro en la gruesa suela de sus sandalias; o la de camuflarlos en el mango de un sartén; o la de fundir oro en diminutas láminas y colocarlas en cajas de cigarrillos; o la de reemplazar por oro los bastoncitos de hierro que adornaban a los cofres metálicos.

La reputación de Ali como hábil contrabandista se esparcía rápidamente, pero nunca le encontraban nada. Aun así, las autoridades aduaneras expidieron un decreto prohibiendo su entrada a la India por tres años. Intentó ingresar por bote y lo descubrieron. Corrió la misma suerte al aventurase entrar por avión a través de Mumbai. No dispuesto a dejar el lucrativo negocio, tomó la decisión de cambiar su nombre – y nos imaginamos que también su apariencia– por uno común que lo hiciera pasar desapercibido. Esta vez hizo el viaje a Nueva Delhi vía Kuwait. Los agentes de aduana le preguntaban por qué venía a Nueva Delhi cuando todos los árabes viajaban por Mumbai.

Taj –les respondía Alí con toda la naturalidad del caso–, ustedes saben el Taj Mahal.

Ante la respuesta, las autoridades le permitían la entrada en forma inmediata. De aquí en adelante, Nueva Delhi se convirtió en la ruta de oro para Alí. Sin embargo, en algún momento de su vida, cayó en la cuenta de que su azarosa actividad lo había marginado de momentos significativos en su vida: se perdió el nacimiento de sus hijos y el fallecimiento de seres queridos. Finalmente, después de casi dos décadas en el arriesgado negocio, Alí regresó nuevamente los Emiratos Árabes a ser artesano de dallahs, cuando los precios de las cafeteras hechas a mano subieron.

En la actualidad, trabaja en un pequeño taller detrás de su casa en Dubái y su reto es elaborar la dallah más grande del mundo. Manifiesta que: “no importa cuánto tiempo tome, siempre y cuando quede bien hecha. La calidad es lo que cuenta”. En el último tercio de su vida, el último artesano de cafeteras de los Emiratos Árabes Unidos, será probablemente el primero en establecer un nuevo registro mundial para su país.

 

Marcelino Torrecilla (matorrecc@gmail.com) 

 Fuente

Zacharias, A. 2013.“ The last of Emirati dallah artisans». The National.N.p.,Web.23 dec

Fotos

Sombrero vueltiao:www.ucrostravel.com

Dallah:www.thewinklers.dk