Fátima se empecinó esa mañana en hacer realidad un sueño, que la venía acosando desde un tiempo atrás: construir su propio Arish o casa de palma, en el desierto y habitarlo con su prole. La quijotesca idea, sin embargo, tuvo una muy tibia acogida en su familia.

Solo si tiene Wi-Fi , mamá – fue la respuesta clara y al unísono, por parte de sus hijos.

  El Arish en su inmenso mar de arena

Fátima, beduina hasta su ultima célula, había pasado su infancia en una casa de palma, alrededor de la cual creció y tuvo sus primeras y gratas experiencias de vida, que hoy añoraba revivir; el deseo de volver al pasado no era para nada infundado.

En una ocasión, la soñadora beduina tuvo la oportunidad de conocer a Sandra Piesik, arquitecta de profesión nacida en Polonia, y una apasionada de las primeras construcciones del desierto. El encuentro había propiciado la unión de dos tenaces mujeres con un interés en común: resaltar y documentar la importancia del Arish como pilar fundamental en el desarrollo humano y social de los Emiratos Árabes Unidos. En el fondo, estaba también el deseo de no olvidar y aprovechar, hoy, las bondades arquitectónicas ofrecidas por las casas construidas con hoja de palma.

Cuando las dos mujeres se conocieron –como habría de esperarse– la conversación giró alrededor del Arish y de los primeros asentamientos de los antiguos beduinos en los Emiratos Árabes Unidos. En algún intermedio de la agradable charla, la arquitecta polaca oía los detalles de una emocionante revelación:
y si le contara –proseguía Fátima con ojos que destellaban  pasión– que yo ya construí mi propio Arish, que levanté  en una finca en el desierto.

¿y cuándo lo puedo ver?– fue la automática pregunta de la señora Piesik, quien no podía ocultar su impaciente interés en ver la ancestral vivienda.

La experiencia por parte de la arquitecta de ver un Arish levantado por las manos de una mujer beduina, en estos tiempos, fue inolvidable y enriquecedora.

Arish: paz y armonía de un espacio interior

El fruto de la palma

El bagaje técnico-cultural de la arquitecta Piesik agregado a la vasta experiencia raizal  de la señora Fátima Khamis, dieron como resultado un hermoso proyecto denominado: La casa de Palma de Liwa (en el desierto de Abu Dhabi). La idea de las dos mujeres se materializó en la construcción de un conjunto completo de casas de este tipo, localizado en Mougab, Abu Dhabi.

Pero lo que nunca se imaginó Fátima fue que su Arish terminara exhibido en el Instituto Real de los arquitectos británicos en Londres, como una reconocida pieza de un magno proyecto arquitectónico a nivel mundial. En palabras de los distinguidos miembros del instituto, la significativa construcción:

«demuestra conexión con un lugar, apropiado uso de materiales y tecnología, responsabilidad social y ambiental, y algún sentido de autenticidad arquitectónica (como una contrapropuesta a lo novedoso), lo que es cada vez más difícil de definir en tiempos del cortar y pegar».

La exaltada obra fue escogida entre 300 proyectos similares de 48 países.  En la sala de exhibición de premios en Londres, a las fotos de la casa de palma árabe, la acompañan variadísimas muestras de construcción, como una cocina japonesa de lujo, un restaurante temporal en el este de Londres, un colegio chino, y una piscina pública en Andalucía, España.

Mujer: fuerza edificadora

En tiempos pasados, eran la mujeres las grandes constructoras de las primeras casas de palma. Eran ellas quienes levantaban la estructura; remojaban la hojas de palma para ablandarlas, algunas veces cavando profundamente en las arenas del desierto –buscando humedad– para luego  enterrarlas.

Además, prefabricaban secciones de las paredes, después de tejer las hojas para convertirlas en esteras, las que, por su facilidad para enrollarse, facilitaban su movilidad y transporte.

El proyecto en el desierto de Liwa, es el fruto viviente de las bondades de la palma, para recordar que en esta zona, alrededor de 5.000 pobladores vivieron en aproximadamente 800 casas de palma, al principio de los años ochenta.

Detrás del edificante deseo de las perseverantes Sandra y Fátima  está el propósito de inculcar en la gente del desierto emiratí, el beneficio y aporte de un primer techo; aquel que resguardó a los pobladores de tormentas de arena y de extremas temperaturas, y que hizo posible la experiencia de vivir en sociedad.

Aún en nuestra era de tecnología y globalización, en pleno siglo XXI, los humanos podemos vivir entre palmas y arenas, disfrutando de las maravillas de la naturaleza.

¿Qué recuerdos les trae, a los amables lectores, la primera casa donde vivieron, su primer barrio, los primeros amigos?

Marcelino Torrecilla N

Abu Dhabi (EAU), septiembre de 2015

Fuente y fotos : Periodico El Nacional de Abu Dhabi