Después de algún tiempo, recibo un correo de mi amigo indio Sahas, donde me comparte una de sus inusuales experiencias en Oriente Medio. Inicia Sahas su relato diciéndome que… «Al abrir mi correo esta mañana, no podía creer el mensaje que nuestro jefe acababa de enviar»:

Debido al excelente clima que hoy tenemos, pueden tomarse la tarde libre. Disfruten el hermoso día con su familia.

«En realidad, –continua Sahas su correo– el día era gris, de los peores que hemos tenido en Oriente Medio, y para remate comenzaba a caer una llovizna. Era un día deprimente para mí, pero no para el jefe árabe y sus paisanos. Para ellos, al tener un sol radiante 360 días del año, un día gris es de lo más exótico y una «hermosa ocasión» para disfrutar con la familia».

De acuerdo con la historia de Sahas, los habitantes en esta esquina del mundo tienen las preferencias climáticas invertidas, en relación con las nuestras, en Colombia, donde en forma decidida (una buena mayoría) favorecemos los días con sol. Una anécdota pertinente  fue la que me contó un amigo emiratí hace un tiempo…

« ……estábamos un grupo de turistas árabes en Europa sentados en el vagón de un tren, a minutos de partir, cuando comenzó a llover. Disparados salimos para experimentar de cerca el fenómeno; allí nos quedamos mirando al cielo, dejando que la fina lluvia nos cayera, con toda libertad; naturalmente perdimos el tren, ni siquiera nos dimos cuenta,  pero valió la pena.Todos, sin decírnoslos, sabíamos que un momento de lluvia es una vivencia que uno no se puede perder».

Supongo que todos los occidentales dejaron solos a los árabes, para refugiarse de la lluvia.

Precipitaciones y el diario vivir

La casi total ausencia de lluvia en ciudades del desierto (por año en el desierto de Abu Dhabi caen solo 3 pulgadas de agua) se refleja también en la cotidianidad y el espacio lingüístico árabe-emiratí, ajenos ambos al léxico de chubascos y precipitaciones. Por lo tanto –por acá– no caen rayos ni centellas en situaciones de crisis. Ningún evento se ha suspendido por lluvia, ni, tampoco, encontraríamos una apuesta artística que se llame palo de agua, y un pluviómetro se ve como un aparato exótico –de remotas latitudes–, y al grito: ¡se viene un aguacero!, de un latinoamericano, se le reemplaza por un: ¡se viene un tierrero! , por las tormentas (pero) de arena.

Programa bajo la lluvia

Un majito –como en forma jocosa llamamos a los árabes en Colombia–en nuestra ciudad capital, Bogotá, viviría de la dicha con la generosa cantidad de lluvia y cielo gris que acompañan a la gran metrópoli colombiana. De septimazo se irían con entusiasmo bajo una pertinaz lluvia, que abrazarían con la alegría de un niño.

En el parque Simón Bolívar montarían sus inmensas carpas y les adecuarían una ventana desde donde contemplarían el caer de la lluvia sobre el verdísimo césped. Y qué tal una subida a Monserrate: verían, maravillados,  desde el funicular, la inmensidad de un cielo gris, sin horizonte definido. En sus Instagrams lloverían selfies con fondos de canaletas, que dejan caer rebosantes chorros impactando los andenes.

Esta relatividad climática debe dar para muchas otras historias que, muy seguro, los majitos tienen como parte de su anecdotario de vivencias exóticas. Podríamos, para terminar, hacer un aporte  lingüístico –de adición–, y a la ya conocida frase: más contento que cachaco en playa, le podemos ahora agregar una hermana: más contento que majito en Bogotá. Un abrazo para todos mis  amigos de la capital, desde un árido punto en el desierto emiratí, donde las tres pulgadas de lluvia cayeron hace rato.

Marcelino Torrecilla N (matorrecc@gmail.com)

Abu Dhabi marzo de 2017

Fotos

Disfrutando las pocas pulgadas: https://abu-dhabi-do.blogspot.ae/2015/01/rainy-weather-in-uae-armageddon.htmlShareTu.com

Bañista con sandalias y medias: ShareTu.com

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