Muerte por causa natural
Al muñecón era un maniquí de hule que hacía las veces de saco de arena, y perteneció a un boxeador kuwaití de peso mediano, llamado Ahmad Fahed Bamabadh. Era Ahmad, el único lugareño de la región que se le dio por practicar este exótico deporte, por lo cual lo veían como el excéntrico de la vecindad. Su afición por el boxeo nació de la admiración que profesaba hacia el gran peleador norteamericano Mohamed Ali; Ali era su ídolo por quien estaba dispuesto a dar todas las peleCuenta una historia que el peleador kuwaití se preparaba para una crucial disputa en el cuerno de África por un título internacional. El evento se realizaría al aire libre y en un calor infernal. Por esta razón, el deportista se entrenaba en el patio de su casa, levantando a trompadas a Al muñecón en temperaturas de entre 40 y 50 grados centígrados.
En una ocasión, en un medio día de un mes de agosto, la temperatura en el Medio Oriente subió en forma inimaginable a un abrasador registro de 70 grados centígrados. El inesperado evento climático tomó a todos por sorpresa incluyendo a Al muñecón quien, a la intemperie, en el improvisado gimnasio de patio, quedó a la merced de la devastadora temperatura; el esbelto torso de hule se derritió en cuestión de segundos.
No hubo tiempo de salvar a la valiosa pieza de entrenamiento, y se dice que el desafortunado imprevisto minó las fuerzas del disciplinado Ahmad. El joven boxeador perdió la pelea por decisión en una épica batalla de 12 asaltos. Después del terrible revés, Ahmad Kid Fahed desapareció del mapa boxeril de Kuwait y del resto del Golfo Arábigo. Fue para él un duro golpe y un triste final por partida doble.
El Migue árabe
Otro relato urbano cuenta la historia de un abuelo beduino llamado Mifzal Saeed Humaid a quien, con la bonanza petrolera, sus familiares trasplantaron del desierto a una lujosa villa en la moderna ciudad.
Desde un comienzo el abuelo desaprobó dicho traslado y de todas las cosas nuevas que experimentaba, la que más detestaba era el aire acondicionado.
No cambiaba los 50 grados centígrados de su desierto, que era su ambiente natural.
El abuelo, que rara veces se enfermaba, comenzó en algún momento a sufrir de sus bronquios. La fastidiosa condición se manifestaba con una tos pertinaz que lo desvelaba y acentuaba su sufrimiento. Un día el viejo Mifzal no lo soportó más y caminó raudo hacia la puerta de la lujosa mansión. Lo último que se oyó de él fue un fuerte portazo con un sonoro vainazo:
«AL CARAJO TODOS USTEDES CON SUS AIRES ACONDICIONADOS»
Nunca lo volvieron a ver por la fastuosa villa y el viejo beduino regresó a su añorado desierto, de donde nunca lo debieron haber sacado.
El viejo Mifzal se parece al ermitaño colombiano Miguel Canales, el de la canción de Rafael Escalona. En la letra, el autor pregunta con insistencia:
«¿Qué le estará pasando al pobre Migue que tiene mucho tiempo que no sale?»
Mifzal acariciando sus pies con las suaves arenas del desierto y Migue, en la «montaña», respirando la tibia brisa que anuncia la inminente lluvia. Ambos realizando sus sueños de eternos ermitaños.
Marcelino Torrecilla N (matorrecc@gmail.com)
Abu Dhabi (EAU) marzo de 2017
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