Lo que les voy a contar no fue sacado del realismo mágico de Gabo. Sucedió en verdad. En noviembre de 2011, su alteza el jeque Khalifa bin Zayed bin Sultan Al Nahyan –primer mandatario de los Emiratos Árabes Unidos– expidió un decreto: ordenó que el sueldo mínimo de todos los empleados federales emiratíes –que a la sazón era de 16 millones de pesos colombianos– se incrementara en un 100 %. ¡Sí, en un ciento por ciento! El corone para los asalariados es mayor si a lo anterior le agregamos que los salarios aquí no tienen retención en la fuente ni estampilla protumbe o parecidos atentados al bolsillo.

 


O sea que –para la época– a las amas de casa emiratíes se les mejoró
el diario, y comenzaron a rodar nuevos Ferraris y Lamborghinis por las autopistas de Dubái, Abu Dhabi, y del resto del país del Medio Oriente. Continuemos soñando en Macondo: si su alteza incidiera en la decisión del salario mínimo colombiano, tendríamos hoy un sueldo de 2 000 000: un salario real – ¿cierto? –, más ajustado a la circunstancia que hoy vive el ciudadano promedio; sueño sindical, pesadilla empresarial.

 

En otro gran acto de generosidad, en una ocasión, el jeque decidió pagar una deuda de 2 billones de dírhams –moneda local–, que habían contraído 6.830 comerciantes nativos (1 dírham = mil trescientos pesos colombianos). Por el incumplimiento en el pago y por la mora, los ciudadanos purgaban penas en diferentes cárceles del país. Al quedar libres, los deudores obtuvieron facilidades de pago, y así honraron sus obligaciones patrimoniales. El convenio consistía en abonar el 25 % de sus salarios al abultado pasivo, hasta cancelar la totalidad de la deuda.

 

Para la extensa lista de colombianos que figuran reportados en DataCrédito y demás listas negras, su alteza sería un gran aliado y benefactor. Creo que él haría lo mismo, es decir, iría presto al rescate. Sin embargo, no todo sería color de rosa, ya que se le atravesaría, muy probablemente, un genio de la Dian inventándose el impuesto a la generosidad para ajustar al monarca. Aun así, pienso que su excelencia seguiría adelante con el gesto de desprendimiento.
¡Bienvenida sea siempre la generosidad!
Marcelino Torrecilla N
Abu Dhabi, Emiratos Árabes