No oí el estruendo. Solo vi unos cristales sobre el piso y en la mitad una pequeña esfera de plata que destellaba en el sol del mediodía. Los encargados del banquete habían dejado caer la tapa de la bandeja del rey Abdul, la de fino cristal de Murano. Había que decirle al temperamental monarca y entregarle lo que quedó de la nobiliaria cubierta: la esfera de plata que servía de agarradero.
El rey tomó la esfera entre su pulgar y su índice y la elevó hasta donde su brazo le dio.
–Es preciosa –dijo– y tiene el destello de una perla; lo ocultaba siempre la mano de quien levantaba la cubierta para servir. El valor del cristal no se equipara con el sosiego que me da contemplar este brillo. ¡Qué accidente tan afortunado! Buen provecho para todos.
Marcelino Torrecilla N
Abu Dabi, EAU julio de 2019