Foto de Caro Monroy.

Estoy tomándome un café mientras me pregunto, ¿qué significa vivir en un mundo de posibilidades?

Si tuviera que describir gráficamente mi mundo, te diría que es como un paisaje natural de vasto territorio rodeado de montañas, ríos y muchos árboles.

Ese paisaje, que a veces se torna salvaje, me ha enseñado que caminar entre árboles muy altos y frondosos, no poder ver el cielo y sentirme completamente perdida es solo parte del camino. Al final, después de caminar, siempre he llegado a planicies donde solo crece el pasto verde, se refleja el brillo del sol y puedo sentir su calor en mi cara.

También me ha enseñado que los días soleados son perfectos para recargarme de energía, mirar las huellas que he dejado en la arena, jugar con las olas del mar, subir a lo más alto de los árboles para identificar el camino, bañarme en el río y agradecer. También son perfectos para ajustar la perspectiva sobre esos días grises y lluviosos que llegan inesperados y que también, a veces, traen consigo tormentas y huracanes que pueden ahogar hasta al mejor capitán de barco.

Un mundo de posibilidades es un mundo con turbulencias, con miedos, muchas emociones, pérdidas y ganancias. Lejos del imaginario de un mundo donde la quietud de las aguas, el sol y el trinar de los pájaros son los protagonistas. Imaginar que este es el mundo ideal hace que vivamos en el miedo. En la ansiedad que puede generar una roca que cae en esas aguas perfectas y destruye esa quietud al generar ondas inesperadas, haciéndonos frágiles ante cualquier amenaza. Esta idea de paisaje perfecto no nos permite ver la belleza de la contienda diaria por la supervivencia, el mérito de levantarse después de caer y el legado que se construye cuando se conquista ese territorio.

Vivir en un mundo de posibilidades implica que siempre hay lugar para la reinvención. La vulnerabilidad es bienvenida y el fracaso es solo un estado mental, que se vuelve real cuando decides no intentarlo más y te das por vencido.  Bajo este panorama eres tú quien tiene el poder de diseñar el mundo que desea, el que toma las decisiones y así te equivoques, quizás ninguna sea tan mala, como el solo hecho de no tomar ninguna decisión. Al final, eres tú quien tendrá el mérito exclusivo de haberlo intentado una y otra vez, serás tú el que con una sonrisa cuente la historia de un mundo de posibilidades.

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