Estoy segura de que la mayoría del tiempo tienes claridad acerca de lo que quieres para tu vida, sabes lo que deseas para tu futuro. Aspiras a trabajos estables, seguridad financiera, una pareja sentimental excepcional, buena salud y belleza, entre muchas cosas más.
Lo paradójico, sin embargo, es que algunas de las elecciones que haces en el día a día te alejan de estos propósitos y, más bien, reflejan tus miedos, dejándote con una sensación de culpa y fracaso, que se exacerban gracias al crítico que llevas en ti y que, de forma despiadada, te recuerda lo que has hecho mal o lo que has dejado de hacer.
Adicional a esto, asumes que todas las personas, menos tú, son productivas, felices y, sobre todo, eficientes en la consecución de sus objetivos. Pareciera que tuvieran todo bajo control, que fueran maestros de técnicas de manejo adecuado del tiempo, de consecución del éxito y estrategias para maximizar oportunidades.
En la pantalla se ven todos son agiles, decisivos, valientes y con mucha claridad sobre cada paso que dan en su vida. En tu lógica, no hay duda de la veracidad de esta información, porque, al final, las redes sociales así lo demuestran, y ¿quién eres tú para dudar de esos niveles de felicidad, éxito, belleza y popularidad de esos otros que si lo han logrado?
El imaginario, es que ninguna de estas personas tiene desafíos como los tuyos, no tienen miedos, no tienen luchas internas para mantenerse motivados, no cometen errores y logran siempre cumplir con su estándar de perfección. Esa perspectiva, junto con tu prejuicio, se encargan de darte un premio titulado fracaso, lo recibes y. con algo de frustración, te subes al podio de la tristeza y decides que este no es tu momento y que no estas lista(o) aún para perseguir eso que tanto deseas.
Suena fuerte, ¿verdad?
A pesar de que tengo la certeza de que todos hacemos lo mejor que podemos, sé también que no somos conscientes de la cantidad de supuestos que hacemos sobre la vida de otros. No nos damos cuenta de que estamos invirtiendo tiempo y energía muy valiosa revisando el proceso de los demás, mientras nos olvidamos del nuestro. Compararnos constantemente es la mejor receta para la frustración, le da lugar a la inacción y puede paralizarnos, pues da miedo emprender algo y no lograrlo al nivel que otros lo han logrado.
Mientras nuestros ojos estén mirando hacia afuera, siempre encontraremos a alguien o algo que nos haga sentir que no estamos lo suficientemente preparados. Una vez esa mirada cambie el foco, hacia adentro, tendremos la capacidad de descubrir nuestras fortalezas, nuestro talento, eso que nos hace únicos, lo que constituye lo que realmente somos.
Hoy, vengo a recordarte que tienes la responsabilidad de adaptarte a tus nuevas circunstancias, hacer cambios, trazar nuevas rutas. Es tu deber apropiarte de tu vida y descubrir cuáles son esos recursos con los que cuentas, identificar los que te hagan falta y, así, empezar a edificar lo que deseas, a tu manera y en tus tiempos.
Por supuesto que el miedo y la duda estarán ahí acechándote, invítalos a que se acerquen, conócelos, nómbralos, y hazles saber que su presencia no te paraliza. Desafíalos, lleva a la acción eso que te da miedo, confronta tus ideas irracionales, ¡comprueba que la realidad puede ser diferente y que los peores escenarios usualmente solo ocurren en tu cabeza!
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