He sido migrante por más de quince años, y si algo me ha acompañado siempre, es la nostalgia de estar lejos de mi familia y no poder compartir con ellos los pequeños milagros de todos los días. Extraño la proximidad, el efecto sanador de sus abrazos, reírnos juntos, y cosas tan sencillas como salir de paseo un domingo y comer helado.

Vivir tantos años afuera me ha permitido conocer cientos de migrantes de diversos lugares. He podido conocer sus historias y también las diversas razones por las cuales han tenido que empezar su marcha. Historias como la de mi amigo, quien tuvo que salir de nuestro país de repente, porque su vida y la del resto de su familia estaba en peligro después del asesinato de su padre. Otras no tan tristes, pero igual desafiantes, como las de muchas personas que dejaron todo atrás con la intención de construir una nueva vida que les permitiera tener acceso a mejores oportunidades.

He vivido en tres países diferentes, y cada vez que llegué a alguno de ellos, me encontré a mí misma con esa zozobra… la de pensar que había la posibilidad de que, por ser colombiana, me asociaran con el narcotráfico. Y debo decir que, en cada uno de estos países, no han faltado los chistes acerca del polvo blanco y otros comentarios desafortunados por mi nacionalidad. Esa es tal vez una de las certezas que como migrantes colombianos siempre tenemos presente, la de saber que existe un estigma alrededor de nosotros y que como es natural, muchas personas, debido a su poco conocimiento, se arman de prejuicios, alimentados solamente por su propia ignorancia.

¿Sientes empatía por los colombianos que vivimos afuera?, ¿has sido víctima de estos comentarios que generalizan a toda una población? Muy seguramente tengas la certeza de que no todos los colombianos que vivimos en el exterior nos rebuscamos la vida en actividades al margen de la ley y te parezca muy desafortunado que se generalicen estas ideas como consecuencia de las acciones de unos pocos. ¡Gracias por tu empatía! pero dime, ¿qué ocurre dentro de ti, cuando ves migrantes llegando a tu país?, ¿sientes esa misma empatía al saber que son personas que no tienen más opción que huir de sus países para proteger sus vidas, y así, procurar una vida digna para ellos y sus familias? Si lo miras bien, no es una realidad tan alejada de las razones por las cuales cientos de colombianos deciden dejar el país.

Debo confesar que cada vez que escucho comentarios xenófobos (rechazo al extranjero) se me arruga el corazón. Y no hablo exclusivamente de las experiencias negativas de mis compatriotas viviendo en el extranjero, hablo de cualquier otro migrante víctima de la generalización. Siempre veo en ellos las caras de mis hermanos, familiares o amigos que viven en el exilio, me entristece imaginármelos sorteando el rechazo y la discriminación, he inevitablemente como migrante, también me veo reflejada allí.

Sé que son momentos difíciles, estamos atravesando crisis sociales y económicas muy fuertes, el COVID nos ha despojado de algunas libertades básicas y el país está profundamente deteriorado, ¡no hay duda!, pero en tiempos tan desafiantes como estos, lo que no nos puede faltar es humanidad.

A muchos migrantes nos han dado la mano a donde hemos llegado, nos han tratado con respeto, y en muchos casos nos han devuelto la dignidad. Llevamos el corazón cargado de agradecimiento porque un día, un desconocido en otra latitud del mundo, eligió mirarnos a la cara con aprecio y nos hizo sentir bienvenidos. Un gesto aparentemente insignificante pero que impacta profundamente nuestras historias como migrantes y nos da una lección de inclusividad y generosidad.

Hoy no voy a presentarles datos estadísticos, o resultados de investigaciones socioeconómicas que demuestran el impacto positivo de la migración, sobre todo, cuando está claro que Colombia cada día pareciera estar más lejos de ser una economía emergente. Hoy vengo a invitarlos a que tengamos una mirada más humana por aquellos que vienen refugiándose de la violencia y la desigualdad, para que sean ustedes quienes a través de un pequeño gesto reconozcan su humanidad. Pues al final, ellos, al igual que muchos de tus familiares y amigos viviendo en el extranjero, emprendieron esa travesía buscando un poco de paz.

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