Existen muchas formas de vivir la vida, no todos vamos al mismo ritmo, ni para el mismo lado, y aunque suene obvio, debo decir que es una de las creencias más arraigadas que tenemos. ¿Cuántas veces te has encontrado a ti misma(o) juzgando tu progreso con respecto a otros, y pretendiendo perseguir esos modelos sociales de éxito que nos continúa inculcando nuestra cultura y que refuerzan descaradamente las redes sociales?

¡Nada más peligroso que querer vivir la vida de alguien más! y nada más irreal que la idea de que existe una fórmula única para vivir feliz, estable y alcanzar el éxito. El día a día lo experimentamos a través de múltiples lentes que nos ayudan a interpretar la realidad, pues “nada es lo que parece”, la subjetividad siempre está presente, ella es esa amiga incondicional que siempre nos acompaña.

Creo que aprender a vivir la vida es algo que solo se logra con el tiempo, es a través de los años que nos permitimos desechar algunas creencias, seleccionar otras y así incorporar nuevas miradas. Siempre tendremos la posibilidad de reinventarnos, de elegir los valores que determinan cómo accionamos y desde donde construimos las historias que nos contamos.

Hoy quiero proponerte dos perspectivas desde las cuales puedes asumir tu vida.

Por un lado, puedes elegir ser víctima de las cosas que te ocurren, y declararte en constante conflicto por no poder controlar lo que sucede en ese entorno, o, por el contrario, puedes elegir ser el héroe o la heroína de tu propia historia, enfocarte en lo que está dentro de tu control, y vivir en un mundo de posibilidades, en ese mundo donde solo de ti depende abrir las puertas y hacerte responsable por lo que aparezca detrás de ellas… bueno, malo, bonito, difícil, ¡sea lo que sea, solo eres tú quien tiene el poder de elegir cómo sentirse y reaccionar a ello!

Ser el héroe o la heroína de tu historia no implica que la vida sea perfecta, estable y sin conflictos, ¡no existe tal cosa como una vida color de rosa!

Desde que decidí ser mi propia heroína, entendí que una de las responsabilidades que conlleva este rol es ejercer el poder de elegir qué tipo de problemas quiero tener en la vida. Puedo elegir qué cosas estoy dispuesta a asumir, donde pongo el foco, en dónde está mi atención y en lugar de preguntarme constantemente ¿que quiero para mi vida?, me pregunto ¿qué desafíos estoy dispuesta a asumir?, ¿qué problemas quiero tener? Desde esta perspectiva más realista, logro identificar con más facilidad lo que es importante para mí, y lo esfuerzos que requiere de mi parte asumir ese reto, luchar por ello.

Esto lo experimente constantemente en lo que fue el proceso de fundar mi propia empresa. En los últimos dos años, entendí que, para ser una emprendedora exitosa, debía aprender a convivir con el riesgo, la incertidumbre, y los altibajos de este nuevo modelo de vida, el cual trae desafíos muy diferentes a los que conocí por más de doce años en el mundo corporativo. Esta perspectiva de vida me ha enseñado que mi energía y mi tiempo son los activos más importantes con los que cuento, pero que también son limitados, y eso es justamente lo que los hace tan especiales. Por eso debo cuidar de ellos, no todo merece mi atención inmediata, no todo es importante y es en ese momento de decisión que elijo los problemas que quiero tener y en donde voy a poner el foco.

Mi querido Lector, la vida es una constante resolución de problemas, una continua toma de decisiones; cada paso que das trae consigo un nuevo desafío y la necesidad de elegir tus batallas. No olvides, que nadie más que tú, puede elegir batallarlas como héroe, u observarlas como víctima.