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Tenía 33 años y estaba liderando el departamento de Recursos Humanos en una empresa que prestaba servicios de ingeniería, cuando James un hombre de 65 años, me hizo esta pregunta. Pude ver en su cara el asombro apoderándose de él, cuando mencioné durante nuestra conversación que yo había decidido no tener hijos.
Entendí que, para él, la valía de una mujer o su capacidad de realización estaban ligadas a la idea de la maternidad. ¿Acaso ser mujer es igual a ser mamá?, ¡Definitivamente no desde mi perspectiva! Sin embargo, su pregunta, lejos de ofenderme, me genero mucha curiosidad y empecé a preguntarme ¿qué significa eso de sentirse realizada?, ¿por qué es importante que todas las maternidades sean deseadas?, ¿qué es lo que me hace mujer?, ¿de dónde venía su perspectiva? Decidí empezar a cuestionar lo que culturalmente nos han enseñado a lo largo del camino, no solo lo que corresponde a la identidad de género, pero también todo lo correspondiente al éxito y a la felicidad.
Esta no ha sido la única pregunta que me ha ayudado a desafiar mis propias creencias, confieso que, con el paso de los años, disfruto cada vez más de conversaciones y temas que generen polémica, que desafíen mis perspectivas y “verdades”, pues solo así puedo expandir mi entendimiento, reconocer mi ignorancia y, finalmente, aprender.
Una constate que he identificado en conversaciones alrededor de la maternidad, es que existe una perspectiva hostil a la idea de mujeres sin hijos por elección. En muchas ocasiones se nos percibe como egoístas, traicioneras de nuestra especie e incapaces de cumplir con la responsabilidad del rol de género que nos corresponde por defecto en la sociedad. Lejos de juzgar a quienes piensan así, creo que es necesario entender que esta perspectiva puede estar fundamentada en la idea tan arraigada que tenemos del concepto tradicionalista de familia, en donde la mujer es el personaje principal, justamente por su capacidad de engendrar y tener hijos, porque al final, nada más preciado que tener una familia, ¡esta es el núcleo de la sociedad!
Sin embargo, la realidad es que no existe un único modelo de familia. El concepto de familia nuclear (papá, mamá e hijos) ha evolucionado, y actualmente existen otros modelos de familia más diversos que desafían los estereotipos que tanto daño hacen en nuestra sociedad. Familias sin hijos, homoparentales, reconstituidas, monoparentales, adoptivas, y extensas entre otras.
¡Es necesario desafiar los prejuicios y observar críticamente los estereotipos que la cultura tiende a normalizar!
En el proceso de cuestionar lo aprendido, esas “verdades” inherentes a la cultura, entendí que también tenia la posibilidad de crear una vida diferente, de elegir el molde que yo quisiera para mi vida, pues por muchas décadas este no fue el caso y se nos indicó lo que estaba y no está permitido hacer con nuestros cuerpos. Esta es una forma sutil de violencia de género, pues limita la capacidad de elección sobre el propio cuerpo y las historias de vida de muchas de nuestras abuelas y madres son prueba de ello.
Es emocionante poder tener conversaciones alrededor de las maternidades deseadas, de la elección de no ser mamá, de la diversidad de género. Debatir y educarnos debe ser un ejercicio de todos los días; abrir espacios para que estas conversaciones ocurran y convertirnos en garantes para que todos, todas, y todes seamos autónomos a la hora de decidir por nuestros cuerpos, pues cada quien elige como escribe su historia.