Vivimos en la era de la inmediatez y las gratificaciones instantáneas, es fácil caer en la ilusión del éxito de la noche a la mañana.

A diario nos bombardean con historias de personas que, aparentemente, se levantan una mañana con una idea revolucionaria y casi que, al día siguiente, se convierten en millonarios. Sin embargo, si realmente observamos de cerca estas historias, nos daremos cuenta de que el éxito instantáneo es un espejismo en la realidad.

¡Pienso mucho en esto!, en un mundo hiperconectado y saturado de contenido en las redes sociales, es fácil caer en la trampa de compararnos constantemente con los demás y sentir que no estamos haciendo lo suficiente. Lo único que puede garantizar nuestra salud mental, y mantener el foco, es reevaluar la definición que tenemos de éxito. ¿Qué significa para ti?, en mi caso, he decidió que mi definición tiene que ver con encontrar significado y propósito en lo que hago.

Cuando dejamos de lado la mentalidad de buscar resultados rápidos, y empezamos a invertir nuestro tiempo y energía en lo que realmente nos importa, empezamos a entender que el éxito auténtico se construye a través de la constancia y no de las victorias instantáneas.

¡No existe tal cosa como el éxito de la noche a la mañana, ni en los negocios, ni en el amor, ni en la vida profesional! Todo esto requiere tiempo, esfuerzo y paciencia. No hay atajos mágicos, se trata de establecer metas claras, trabajar arduamente y estar dispuestos a enfrentar los obstáculos en el camino.

Esto me recuerda la importancia de observar todo en contexto y con atención, recordar de dónde venimos y el camino que con esfuerzo hemos recorrido. A mí, las cosas no siempre me han salido bien, tuve momentos en mi vida en donde me sentía perdida y no lograba encontrarme. Recuerdo que hace doce años atrás, cuando empezaba mi vida profesional en Buenos Aires, tuve un empleo como coordinadora de entrenamiento y desarrollo en el que solo duré tres meses, ¡fue el peor desempeño como profesional de mi historia, nada salió bien!, lo sé, porque después de una retroalimentación descarnada por parte de mi jefe, acordamos que renunciaría.

Recuerdo lo mal que me sentí, fue un golpe fuerte que me tiro a la lona, pero encontré la forma de ponerme de pie y seguir. Quien diría que hoy, después de tantos años, mi trabajo es acompañar y proveer de herramientas de marca profesional a otros migrantes que quieren ser competitivos en mercados internacionales, y convertirse en lideres dentro de sus empresas.

Cada uno de nosotros tiene un camino único, con piedras, abismos y también con hermosos paisajes. Mirando hacia atrás, el mayor aprendizaje que me dejo esta situación fue la de abrazar la idea de que el progreso es un proceso gradual, y que cada paso cuenta, y que no tiene sentido obsesionarnos con resultados inmediatos.

El camino hacia el éxito cualquiera que sea tu definición de el, requiere constancia, y está lejos de ser un destino final. Por el contrario, es un viaje continuo de crecimiento y aprendizaje. Atrévete a dejar atrás el espejismo de la gratificación instantánea y enfócate en construir cimientos firmes, esos que cuando mires para atrás te hagan sentir orgullosa(o), y te recuerden, que, en momentos de dificultad, siempre serás capaz de enfrentar desafíos. ¡Esto aplica para la vida, el trabajo, y el amor!