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Cómo cambian los
tiempos y solamente queda el recuerdo, cómo pasan los
años y ni siquiera nos damos cuenta; así empieza un clásico paseo de la
autoría de “Poncho” Zuleta que grabó Jorge Oñate en los inicios de la década de
los 70, cuyo título hoy nos viene como anillo al dedo para abordar la
polémica que se ha tejido respecto de si el acordeonero por estos tiempos
ha perdido la hegemonía de otrora y en quién recae hoy esa responsabilidad.
Al parecer, solo nos queda el consuelo
de llorar sobre la leche derramada, porque desde cuando Pedro García, “Tío
Pello”, irrumpió en el canto vallenato, este fue tomando fuerza de manera
inusitada hasta quedarse con la batuta del conjunto, que antes la tenía sin
ninguna discusión el acordeonero.
El líder principal de una agrupación
vallenata sin duda alguna tenía que ser aquella persona que cantaba, tocaba el
instrumento más sonoro y atractivo del momento, pero como si eso fuera poco,
era el mismo que creaba y arreglaba las letras y melodías de las canciones que
interpretaba; eso se fue perdiendo paulatinamente cuando aparecieron los
acordeoneros que se dedicaron exclusivamente a interpretar ese instrumento, o
dicho de otra manera se acabaron los que llamábamos músicos completos.
El legendario acordeonero Miguel López
en una reciente entrevista afirmó que en sus comienzos él dirigía e incluso le
pagaba al gran cantante Jorge Oñate, lo cual tiene muchísima lógica, porque
precisamente es en esa época cuando se da el punto de quiebre en la historia
del vallenato y es allí cuando el cantante da los primeros pasos para asumir el
liderazgo y quedarse de una vez por todas con él.
Algunos melancólicamente se preguntan:
¿Será que el acordeonero volverá a tomar las riendas del poder y desplazar al
cantante de donde sin duda hoy se encuentra? Yo sinceramente lo veo muy
difícil, ya que los tiempos son otros, las generaciones piensan distinto, los
gustos y las costumbres son diversos.
Son los mismos acordeoneros los
culpables de perder el liderazgo que tuvieron por algunos años; ellos se
durmieron en los laureles, mientras veían crecer a los cantantes, e incluso
voluntariamente compartieron la dirección del conjunto y en un abrir y cerrar
de ojos, cuando se vinieron a dar cuenta, ya los patrones eran otros.
No debe extrañarnos entonces que hoy en
día aquellos que recibían un sueldo como obreros sean quienes dirigen la
empresa; eso suele ocurrir cuando el patrono pierde el norte y el empleado lo
remplaza, como dice el adagio popular: camarón que se duerme, se lo lleva la
corriente.
Que canten con pistas entonces, se
atreven a retar aquellos que añoran los tiempos de la hegemonía de los
acordeoneros; yo realmente no creo que se llegue a ese extremo. Oñate, Zuleta,
Diomedes, Zabaleta, Celedón, Silvestre, Peter, han demostrado que sus ventas y
su público no se inmutan cuando cambian de acompañante.
Definitivamente, los tiempos cambian.