Sabía que ‘la revelación de su vida’ fue el vallenato. Por esa música, con la que se identificó en la adolescencia, en la lejana Monterrey, Luis Manuel López Carrera vendió su carro y lo dejó todo por cumplir el sueño de conocer la ‘mítica’ Valledupar.
El mexicano pensó que iba a encontrar allí cientos de grupos como Los Diablitos y Los Inquietos (ídolos en su terruño) y terminó por descubrir las raíces tradicionales. Conoció a los juglares, presenció parrandas de verdad verdad, se declaró aprendiz del vallenatólogo Julio Oñate Martínez y descubrió que la cultura vallenata no es como se la habían imaginado las pandillas de su ciudad, que adoptaron la música de acordeón tal como los pandilleros del mundo adoptan el rap, el rock o el metal.
López Carrera estableció lazos con la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata y, en compañía de otros fanáticos como él y el movimiento que en tierras regiomontanas llaman ‘la colombia’ (seguidores de la música colombiana, bien sea cumbia, porro o vallenato), fundó, en el 99, el Festival Voz de Acordeones, que se realiza en su ciudad natal, cuya primera edición contó con la presencia y bendición de Consuelo Araujonoguera.
Lo conocí personalmente en el Festival de la Leyenda Vallenata 2003. Después de que tomara la voz en un foro en el que ilustró a los presentes sobre el fenómeno sociocultural de Monterrey.
Hablando con él supe que tenía la intención de seguir visitando Valledupar y que bautizó a su hijo con el nombre de Diomedes Alejandro (algo que, al parecer, es común entre fans de vallenato allá: los integrantes del Binomio de Oro me dirían después que les impresionó la facilidad con que se encontraban niños homónimos de Israel Romero en Monterrey, bautizados así por sus fanáticos padres, en honor del acordeonero).
López Carrera volvió a aparecer entre la romería que llegó a la capital mundial del vallenato este año. Traía en ese momento una ilusión específica: volver a ver en vivo a Diomedes Díaz, en su retorno triunfal.
Un día después del concierto, lo encontré cariacontecido en la Tienda Compay Chipuco. “Todavía no me repongo de lo que vi”, dijo. El mexicano había traído consigo un recuerdo brillante, el de un concierto maravilloso de 1997, en el que tuvo que subirse a un árbol cercano a la Tarima Francisco El Hombre para ver a Diomedes Díaz acompañado por Iván Zuleta. En cambio, el del 2005 fue para él decepcionante. Lo cité en EL TIEMPO: “No le reconocía la cara –decía de ‘El Cacique de La Junta’–. En comparación con otras presentaciones suyas con otros acordeoneros, la voz le sonó diferente. Es el monstruo, el ídolo de Valledupar y la gente se comenzó a ir. Se le olvidaron las canciones. Franco cambió las notas del acordeón, en fin”.
A continuación se despachó contra Franco Argüelles, el acordeonero que hizo tan fugaz pareja con Díaz. El mexicano añoraba la química que hacía ‘El cacique’ con Iván Zuleta.
Y el milagrito se le hizo hace poco más de un mes. Zuleta volvió con Diomedes. Pero como hay milagros que vienen a parejas, se le cumplió otro: el de la visita del cantante a México, porque el hecho de que haya habido un traspié en un concierto de su artista favorito, no quiere decir que su corazón de fan lo hubiera abandonado.
Al parecer, a Diomedes le va mejor con Zuleta. El sábado pasado (16 de julio) volvió a la tarima del Coliseo del Parque de la Leyenda y, salvo porque no salió a versear con Poncho Zuleta (cosa que estaba prometida), esta vez la gente no se salió del escenario.
“Los muchachos de mi grupo y muchas mas personas vamos a México D.F. a ver la presentación de Diomedes Díaz este domingo –escribió–. Además, organizamos una caravana para el día en que «El Cacique» llegue a Monterrey. Hicimos una colecta y compramos una Virgen de Guadalupe de un metro y 20 centímetros, para regalársela en el concierto que ofrecerá en Monterrey, el día 29. Todo esto se organiza porque no viene Franco Argüelles. A Diomedes le hacía falta el acordeón de Iván Zuleta. Y le doy gracias a Dios porque me haya brindado la oportunidad de verlos de nuevo juntos”.