Era su primera canción en sonar en la radio, la que determinó una vertiginosa carrera hacia un estrellato que solo lo hubiera detenido la muerte.
Kaleth, nacido el 9 de junio de 1983, era demasiado talentoso como para dudar de su futuro. No se está a punto de graduarse de medicina, a los 22 años, si no se tiene un gran don. Y aunque sabía que su huella estaba en la música, dijo alguna vez, la única en la que lo vi personalmente, que la medicina estaría con él toda la vida.
Kaleth era el adolescente que, después del colegio, visitaba en las tardes a su amigo Sergio Luis Rodríguez (acordeonero de Peter Manjarrez) para compartir su gusto por la música. Sergio Luis era de Los Niños del Vallenato y juntos jugaron a componer canciones. En la estrofa en que Rodríguez se quedaba varado, Kaleth continuaba. Y de esa amistad musical quedaron varios recuerdos y la canción Porque Dios lo quiere, grabada en el disco La hora de la verdad, el único de Kaleth.
Juntos compartieron confidencias. Sergio Luis recuerda las melancolías de Kaleth cuando le gustaba una muchacha que no le ponía atención. Y más adelante, cuando cada uno empezó a formar su carrera siguieron encontrándose. Kaleth hizo la fila de los compositores que comienzan, que buscan a los artistas con guitarra en mano, para sorprenderlos con alguna composición que impacte, para que la graben.
"Siempre me bromeaba –recuerda Peter Manjarrez– porque no le había grabado ninguna composición. Y es que las que me gustaban, ya se las había dado a otros cantantes. Y las que me guardaba a mí, no se acomodaban a mi estilo. Sin embargo, me quedé con la promesa. Y cuando me decía que me admiraba porque yo era el precursor de la nueva ola, yo le respondía: «Hombre, pero tú en menos de un año has llegado a lugares donde a otros nos ha costado años», entonces se reía”.
Porque Kaleth era una sonrisa constante. La única vez que lo vi, en Bogotá, fue la noche en que se decidió su firma con Sony Music. Lo llamaban de Codiscos y de Emi con la esperanza de contratarlo y Citytv le iba a hacer una de sus primeras entrevistas en la capital. Lo iban a entrevistar presentándolo como la revelación, el autor y cantante del éxito fulminante, y ni siquiera tenía el álbum en el mercado. Eso ya era un síntoma de la diferencia entre él y los demás.
Ese día de enero estaba en el parque de la 93, rodeado de cinco o diez muchachas, cantando improvisadamente Vivo en el limbo. Ellas gritaban fanáticas. Y él actuaba como si cantara ante un estadio. Tenía chispa y el carisma que es tan necesario en los escenarios. Ya era un ídolo. Alcanzó a serlo en una vertiginosa carrera, prácticamente con una sola canción (porque sus demás sencillos La hora de la verdad y Mis cinco sentidos, apenas empezaban a sonar). Bastaba verlo para soñar con los lugares que podía conquistar no solo para él mismo, sino para el folclor que representaba.
Quería firmar con Sony. Conoció a Guillermo Mazorra, encargado del producto nacional, en la grabación del disco de Silvestre Dangond. Iba a ver cómo había quedado la canción que le dio a Silvestre para que la grabara y de paso le habló de su proyecto. Sin embargo, para firmar, la canción tuvo que ser éxito primero en Cartagena.
"El tenía gran afán de salir con su disco –recuerda Mazorra–. Nos pusimos de acuerdo par alanzarlo en febrero, aunque no era la fecha indicada para un álbum vallenato, porque se cruzaba con el carnaval de Barranquilla. Pero lo hicimos".
Después, la canción se pegó, fue número uno. En la noche de Sony en el Festival de la Leyenda Vallenata pasado, alternó con Rafael Santos, Silvestre y el mismo Diomedes. Y el consenso general fue que Kaleth, con su despliegue de energía, fue lo mejor de la noche. No importaba que sus demás canciones no sonaran en la radio, les había puesto la magia suficiente para cautivar desde la primera nota.
"Quería construir un nuevo camino hacia el vallenato –agrega Mazorra–. Me decía: «Compadre, yo quiero llegar como alguien muy grande en el vallenato. Quiero un nuevo estilo, así me tilden de que soy «nueva ola» y que no es vallenato. Sí tengo un estilo nuevo y no puedo ir para otro lado, la música que hago es para gente joven".
Había muchos proyectos. En el camerino, el sábado pasado, en el que fue su último concierto, tuvo tiempo para presentarle a Mazorra la canción que pensaba grabar para un CD compilado (Fiesta vallenata) de varios artistas que estaba en marcha. Ya estaba pensando en las canciones del que pudo ser su segundo disco. Y trabajaba en la producción del nuevo disco de su papá, Miguel Morales. Era su plan inmediato.
Kaleth habló por última vez con su amigo Sergio Luis el lunes, antes del accidente. Sergio Luis recuerda que le dijo: "Tiene que haber amistad entre los de la nueva generación, tenemos que ser unidos". Hablaron de muchos proyectos juntos, incluso de grabar alguna vez. Otra promesa suspendida.
Quizás porque la muerte temprana estaba en su camino, Kaleth lo hizo todo tan rápido. Cantó, hizo su disco, llegó al número uno de popularidad en un tiempo récord, e impuso un estilo que no se parecía al de nadie (ni siquiera al de sus colegas de la «nueva ola»), aunque admirara a Jorge Celedón y quisiera seguir su ejemplo. Sin embargo, alcanzó a dejar su propio modelo. Lo triste es que haya quedado inconcluso, que la muerte nos haya privado a todos de la satisfacción de verlo crecer y llevar consigo el nombre de Colombia.