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“Te quise con el alma, bien sabes, amarte más no pude, volaste con rumbo hacia la nube más alta. Ya no pude alcanzarte…”

Era una novia de su pueblo, La Junta (La Guajira). “Con ella, las cosas más pequeñas se volvían grandes”. Así recuerda el compositor Marciano Martínez a la musa de su canción Amarte más no pude. La familia de ella se oponía a la relación y por eso se la llevó a Valledupar. Pero Marciano no la olvidó. "Con el tiempo, me la encontré y todo lo que le brindé entonces fue pequeño para ella. Todo lo que le ofrecía era poco, porque yo vivía en mi pueblo. Y pensé: ‘Esta se subió a las nubes’. Le propuse que nos casáramos y ella me dijo que no estaba loca”.

En las historias de Marciano hay una constante, el amor por su pueblo, el lugar donde nació, donde le gusta vivir, donde compuso sus primeras canciones y donde las sueña primero para, después, ensayarlas en el acordeón. Aquella muchacha, según él, se subió a la nube por vivir en Valledupar y lo despreció por querer seguir en La Junta.

“Al año me la encontré otra vez –cuenta Marciano–. Dijo que estaba dispuesta a vivir en La Junta. Pero era demasiado tarde. Seis años después, recordándola, nació Amarte mas no pude”.

“Hoy cuando de la nube te bajas es demasiado tarde, qué vaina, pues ya no queda nada de aquel amor tan grande”.

Varias veces Marciano le ha dicho que esa canción, grabada por su coterráneo Diomedes Díaz hace 12 años, fue compuesta para ella. “Pero no quiere creerlo –añade el compositor–. Y a mí me da lo mismo. Porque el que está consciente de que es para ella soy yo”.

Hasta el momento, Marciano no se ha casado. Pero de sus amores dan cuenta canciones como Por jugar al amor o la última que le grabó Diomedes, ¿Quién dijo?

Ha sido compositor toda la vida. A los 9 años ya tenía una composición bautizada Comencé a perderte. “Mi sueño era ser acordeonero, pero no estoy frustrado, porque sé tocar algo. Es que, más allá de todo, de la música y el canto, lo que me gusta es vivir en mi pueblo”.

Como acordeonero alcanzó a hacer grabaciones, con un primo, en un conjunto que se llamó Los Hijos del Pueblo y alcanzaron a tener un éxito nacional llamado Cómo pudiste hacerlo. La primera canción se la grabó Héctor Zuleta en 1979, no porque estuviera ansioso de mostrar sus composiciones para ser grabado sino por consecuencia de su entorno: “Aquí uno vive alrededor de la música –cuenta- rodeado de cantantes. En cualquier parte los encuentra. Ya me había ganado el festival de mi pueblo y el tercer lugar en Fonseca. Allá me conocí con varios, Romualdo Brito, por ejemplo. Entonces por ahí vino la grabación de mi primera canción”.

Y no le grabaron antes por miedo. “Dicen que el ignorante es como el ciego –explica–. Y en el 75 yo tenía 16 años y la gente me metió miedo, porque me iban a grabar los Hermanos Meriño y me dijeron: ‘Si te graban te roban la canción porque todavía no tienes cédula’. Y yo me escondía para no darles las canciones”.

Cuando supo que sus temores eran infundados, Marciano buscó de nuevo a los Meriño y a Beto Zabaleta, pero no hubo grabaciones. Incluso llegó a firmar contratos en los que cedía canciones que nunca salieron al aire.

Conocía a Diomedes desde los 13 años y habían quedado de compartir canciones. Pero cuando el cantante estaba en Villanueva, el compositor estaba en Carrizal; cuando el primero volvía a La Junta, el segundo estaba en Riohacha… “Y, ya sabe, Riohacha no está más lejos porque la paró el mar”.

Al fin llegaron las grabaciones. Diomedes le grabó por fin: La juntera, con el acordeón de Colacho Mendoza. El cacique la escogió cuando se la escuchó en una parranda. Otra de sus canciones famosas es Venceremos.

Los cantantes comenzaron a buscar el pueblo, a averiguar donde vivía Marciano, comenzaron a solicitarle canciones. Y estas salían de sus amores.

Por jugar al amor
“Y el que cultiva engaños, recoge traición. Quien juega con amor hasta su amor olvida. Y yo de tanto jugar al amor, sin un amor he quedado en la vida”.

Por jugar al amor nació hace 18 años. La letra lleva a Marciano a recordar a la primera novia oficial. Era la que cargaba del brazo, la que llevaba a todas las fiestas. “Y sabes que en el mundo de la música, lo que le sobran a uno son mujeres. La música llama amistades, llama mujeres. Y por andar de machista me apartaron de ella, porque yo vivía de un lado a otro, ahí fue cuando perdí el amor de ella. Era mi triunfo haberla conquistado. Yo había tenido muchas novias, pero novia en serio, de la que uno se siente orgulloso, era ella”.

Ahora, el trabajo de Marciano como compositor es más reposado. “Muy poco entrego canciones. Entrego dos o tres, porque llegan buscando canciones modernas, al estilo nuevo y yo tengo un estilo de años. Y no lo cambio porque no voy a inventar historias. Hablo de lo que vivo”. Y lo que vive también se ve en la última canción que le grabó Diomedes, en su álbum más nuevo, titulada ¿Quién dijo?

“Esa me hace pensar en la novia que más he querido –cuenta el autor–. Me dejó y muchos se alegraron, porque la gente siempre está pendiente de cuando uno va mal para alegrarse. Muchos estaban felices porque la muchacha me había dejado. Y yo dije que no me había muerto porque no había dejado de querer. Eso fue hace años, pero las cosas no terminan de un día para otro”.

Quizás por ese apego a su tierra, Marciano ha sido varias veces presidente del Festival del Fique, que se celebra en La Junta, y que premia no solo a virtuosos de la interpretación de la música de acordeón sino a los artesanos que mantengan la tradición de elaboración de objetos con el fique como materia prima. El certamen se celebró hace un par de meses y el compositor se declaró satisfecho de sus resultados, aunque añora otros tiempos, cuando el evento era más visible. Y durante el resto de los días se dedica a su única profesión: “Hacer canciones –dice– y a vivir del campo, de campesino”.

fotos: Jairo Carrillo.

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PERFIL
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Mi nombre es Liliana Martínez Polo. Soy comunicadora social con énfasis en publicidad de la Universidad Javeriana y especialista en medios de comunicación de la Universidad de Los Andes. Desde 1998, trabajo en la redacción de Cultura de EL TIEMPO y descubrí mi afinidad con las historias vallenatas y la cultura alrededor. A lo largo de años de trabajo observando el vallenato y en general la cultura colombiana he asumido como compromiso la labor de destacarla, desde sus músicas regionales y, en últimas fechas, desde la gastronomía. Sin embargo, de todos los temas, el vallenato es mi favorito. Por lo mismo, comparto este espacio de observación y promoción de esta música con ustedes. .

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