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Este es el disco que lo consolida o lo pasa al armario delos «One hit wonders», como les dicen los gringos a los artistas de un solo día, que pegan una canción y después se internan en la sombra.

En su visita reciente a EL TIEMPO, Gálvez negó que temiera ser algo así. Afirmó que el reconocimento le gusta (como a todos), pero que le preocupaba más disfrutar lo que hacía cada día y que solo grabar había sido una experiencia gratificante.

Después, la conversación se fue hacia otros temas: su atípica pareja musical con el acordeonero «Andrecito» Gil (el hijo de «El Turco» Gil), ue lo acompañó en sus shows en vivo durante el último año, pero que no formó parte de la grabación del disco. Vetto explicó que había acordeoneros que tenían más habilidades para tocar en vivo que para el estudio de grabación. Esto me hizo dudar un poco del futuro de esta «pareja». Así que el cantante añadió que Gil no pudo estar presente en las grabaciones por compromisos que tenía, apoyando la escuela de su padre. Eso es otra cosa.

En fin, Vetto, en todo caso, no ha pretendido ser un vallenato típico. Se inspira más en la línea de Carlos Vives (ahora seguida por la ola de «carlosvivescos» que ha invadido el pop nacional). No llegó al género por herencia, sino por adopción (antes de «Mírame fíjamente» grabó un disco de inclinación más tropical pop). Es decir, de verdadero vallenato, apenas está aprendiendo y lo admite.

Gálvez me simpatiza. Lo vi en un show de hora y media, en el que se mantuvo en tarima con un solo álbum y solo un éxito (que la gente le pidió que repitiera hasta tres veces una vez terminado el tiempo reglamentario). Su fuerte está en las presentaciones, en las que explota dos cosas: la idea de «espectacularidad» (no lo digo porque se acompañe de bailarinas, sino por la aparición de una banda de tambores que irrumpe sorpresivamente en medio de la presentación) y «el reencauche», que le da la ventaja de que el público se sabe desde hace años el texto de las canciones y, una vez en la fiesta, las baila en la versión que sea. En resumen, se supo defender con un solo gran éxito a lo largo del año.

Entonces, ¿Qué le falta?

Gálvez se considera alumno aplicado. Antes de grabar «Ámame» se internó en Valledupar. Habló con los maestros, buscó en las raíces. Encontró otras reliquias musicales para remozar, como «Mi visita» (a la que piensa darle tratamiento teatral en su nuevo show), y de paso se sasesoró para encontrar un par de canciones nuevas: Kaleth Morales le sugirió que grabara el primer sencillo, del mismo nombre del disco.

Pero, escucho la canción y me suena desangelada. Bailable, sí; pegajosa, sí. Pero normal, común, en un momento en el que el pop está saturado por los «carlosvivescos» (a los que se parece) y el vallenato reaccionando ante la nueva ola, en la que Vetto tampoco se inscribe, pero admite que quiso inspirarse.

Y la versión piano de «Ámame» peca de evidente: evidente producto de la repetición de una fórmula que funcionó en el pasado inmediato. Ya no cuenta con el factor sorpresa con el que el piano en «Mírame fíjamente» se ganó mañanas enteras sonando en La W, de Julio Sánchez Cristo.

Entonces, volvió a rondarme el interrogante: ¿Vetto es un «One hit wonder»? Ojalá que no. Es emprendedor, se puso la camiseta del género que lo acogió hasta el punto de organizar homenajes para los juglares, ha logrado presentaciones importantes como su reciente presentación (con los del pop) en la Casa Blanca, tiene la pinta y maneja carisma en el escenario.

Cuando ya se iba, al final de la entrevista, Galvez confesó: "Hacer este disco ha sido muy duro, porque las expectativas despues de un éxito grande como «Mírame fíjamente» crecen. La gente que antes no esperaba nada ahora tiene intereses". Después dijo algo más, sobre una oportunidad que le hizo falta: "Me duele no haberme presentado con la canción en el Festival Vallenato".

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