Es su álbum número 48, titulado apropiadamente ‘Vivo cantando’. Porque canta profesionalmente desde los 16, aunque desde antes ya andaba de festival en festival midiendo su voz y de parranda en parranda, como se forman los buenos cantantes vallenatos.
Y en el año de la ‘nueva ola’, se da el lujo de lanzar su disco un 6 de diciembre y de vender 8 mil copias en ocho días, a la par con los cantantes de moda.
Como pasa tradicionalmente con los vallenatos, a una semana, los oñatistas ya se le saben las canciones nuevas, han pasado revista a la lista de compositores a los que el cantante les dio la oportunidad y, dice el mismo intérprete, están ansiosos de que la canción compuesta por Jean Carlos Centeno se convierta en un hit nacional.
Si hay un nombre que los jóvenes pronuncian como su modelo a seguir es el suyo: Jorge Oñate. Incluso los consagrados como Iván Villazón admiten: dividió el vallenato en dos. Que la Sony (entonces CBS) se iba a ir de Colombia antes de que lo ficharan entre sus artistas, dijo Villazón. Puede ser una leyenda más en la historia de Oñate, un cantante que grabó su primer disco en tiempos en que Claudia de Colombia era la artista más vendedora en el país (con 3 mil copias) y que demostró, como vocalista de Los Hermanos López, que el vallenato podía ser el más comercial y fuerte de los géneros de consumo local.
Han pasado 37 años desde entonces. Y Oñate tiene como compañero de fórmula a Christian Camilo Peña, un joven acordeonero (es un veinteañero) con el que, en un año de trabajo conjunto ha establecido una química que lo tiene satisfecho. No importa lo joven que sea Christian o la vitalidad que imprima en el escenario, Oñate, en tarima, le sale al paso y se ve tan vital y tan explosivo como él joven acordeonero.
“Es que la tarima es diferente. Porque uno está con el grupo y la tarea es integrarlo al público –explica-. Es que el trabajo de uno es llevarles un mensaje y hacer que ellos también vivan lo que uno está viviendo en ese momento”.
Y usted le sale al paso a la vitalidad de Christian Camilo…
Hay química en el escenario y, personalmente, pienso que Christian ha demostrado versatilidad de tocar el acordeón con rapidez y creatividad. Con el primer CD que hice con él hubo dudas, pero ahora se ve su acoplamiento.
Los seguidores del vallenato en general, y con mayor razón los de los cantantes consagrados como usted miran primero la lista de compositores… tiene usted el poder de consagrar autores…
Para el álbum nuevo escogimos canciones de grandes autores como Leandro Díaz y Sergio Moya. Les grabé también a varios nuevos como Jose Luis Daza.
¿Cómo es el proceso? Usted es de los que pone a los compositores a cantar todo su repertorio y los estudia con atención.
Muchos compositores llegan dónde uno. Otros, porque los llamó. Siempre que estoy incluyendo mi repertorio, exijo a los compositores cuatro canciones como mínimo, porque una sola canción no es decisiva: puede ser del estilo o puede no ser. Así hay más oportunidad de escoger.
Kaleth Morales le estaba insistiendo…
Para el álbum anterior, me dio cuatro canciones. Pero no eran del estilo mío, porque Kaleth fue muy grande, pero tenía un estilo diferente al vallenato. Él no era vallenato. Gusto mucho y las canciones de él también, pero tenía un viaje diferente. Él iba para competir con Bacilos, Vives y Juanes. Pero, desgraciadamente, el destino nos quitó a esa gran figura.
¿Cómo hace para meter en un disco que tiene relativamente pocas canciones las de nuevos y consagrados cuando puede ir a la fija escogiendo los que ya conoce?
Hay más compositores que intérpretes. Y la base de un intérprete son las canciones. Hay que saber escogerlas, porque la base del folclor vallenato está en los compositores.
Y usted es de los cantantes más apetecidos. Los autores que pueden decir: “me grabo Jorge Oñate” sacan pecho…
Le puedo mencionar a muchos que solo cuando les grabé se consagraron.José Luis Daza tiene una canción muy bella aquí. En la rueda de prensa del 5 en Valledupar, se paró y dijo: “Al fin se cumplió mi deseo, que me grabara Oñate”. Hay muchos a los que les grabé por primera vez: Luis Egurrola, Nacho Urbina. De Octavio Daza grabamos «Nido de amor». También están Romualdo Brito y Gustavo Calderón. Puedo sumar 20 ó 30 que empezaron conmigo. Así pasa con los acordeoneros, quieren grabar conmigo porque he sabido llevar mi carrera. No es solo la fama o el dinero. Las relaciones son importantes. Tampoco hay que peder la humildad, eso es lo más grande, porque si uno pierde la humildad lo perdió todo.
¿Cómo siente el hecho de que tanto artista se hubiera abierto camino por usted?
Satisfacción. Es que yo siempre le doy oportunidad al compositor nuevo. En este disco hay cuatro. Hay otros intérpretes a los que les envían las canciones y ni siquiera las oyen. Pero es importante, ellos ven que les doy la oportunidad y los que están consagrados lo dicen.
Iván Villazón decía que usted es el modelo…
Él es de mi escuela. Él dice: “El maestro mío es Jorge Oñate”, lo mismo dice Peter Manjarrés y lo mismo, Silvestre Dangond.
Y usted impuso la preponderancia del cantante sobre el acordeonero en los conjuntos vallenatos…
Cuando salí de 16 años, con Los Hermanos López se parte el vallenato en dos. De ahí salieron Poncho y Emiliano (Zuleta) y Diomedes Díaz. Cuando me vieron en el segundo festival vallenato, me llamaron las casas disqueras. Y llamé a Los Hermanos López y les dije: “Vamos a grabar”. Mientras Claudia de Colombia vendía 3 mil discos, nosotros vendimos 1800. Pasaron dos años y creí que se había acabado. Pero al segundo año me llamaron y vendimos 3500 discos. Después grabamos ‘Amor sensible’. Es que, es tanto el aporte mío al vallenato, se lo digo con sinceridad y sin ser inmodesto, que de diez temas que grabó Carlos Vives en ‘Clásicos de la Provincia’, siete fueron míos. Del grupo se desprendieron Poncho y Emiliano, Rafael Orozco, Diomedes, Los Betos y Silvio Brito.
Es una gran pauta…
Por eso a mí me tienen en un pedestal muy grande y sienten respeto por mí. Y yo a todos los quiero. También quiero mucho a los nuevos: Peter, Tuto Uhía, Luifer Cuello. No critico su estilo, pero no lo hago. No me salgo del contexto del vallenato. Y tampoco critico si otro lo hace. Yo creía que el legado mío se iba conmigo a la muerte, con mi canto, pero ellos todos dicen de frente que quieren seguir algo de mi estilo.
Creo que abrí el camino. Y Dios me dio la salud para durar 37 años que tengo en esta carrera. Salí cantando en el 67 y grabé en el 68. Tenía 16 años… una vida.
La hora de la nostalgia
Vamos a las canciones: «La pisinga» (un pájaro que es como un pavo real) es la de esta temporada. Entonces, viene la pregunta por los títulos con nombre de ave…
“Así me dijo un locutor -responde Oñate-, que el disco le está cantando a las aves. Y le contesté que sí, porque a los pájaros les encomendo Dios la paz, cuando les legó en el pico la rama de olivo. Dice así una canción”.
En un momento en que el mandato comercial impuso las letras casi de balada, ¿todavía se les puede cantar a estas cosas?
Sí. Hay las canciones. Pero hay intérpretes, inclusive de los grandes, que cuando ven que algo sale de moda y, a la par, no ha pegado su disco, tratan de hacer lo que está sonando. Uno tiene que seguir su estilo, como Celia Cruz y Daniel Santos, que se mantenían fieles y en cualquier lugar donde sonaran, se sabía que eran ellos. Pero uno no se puede desesperar porque sale la nueva ola. Ellos en su estilo y nosotros en el nuestro. Es que pegar un tema es fácil, consagrarse y durar, no.
¿Hubo algún momento, quizás a los comienzos, en que hubiera sentido usted mismo esa desesperación?
Siempre he vendido bien. Cuando se vendían 150 mil discos como máximo, el disco mío que menos vendía llegaba a 80 mil copias. ‘El invencible’, uno de los más recientes vendió 22 mil copias. Pero no puedo desesperarme porque hoy en día, el que vende 10 mil copias es un macho.
¿Entonces qué se debe hacer?
Preocuparse por la escogencia de las canciones.
En eso, Jorge tararea alguna frase (“Eres mi gaviota del alma…”) y su semblante cambia, incluso parece que fuera a dejar escapar alguna lágrima. “Esto me hace recordar a Freddy Molina… a Octavio Daza, de ‘Nido de amor’; a Gustavo Gutiérrez Cabello…”, explica.
Ese recuerdo enlaza otros: el de la casa del Turco Pavajeau, al frente de la Plaza Alfonso López, por ejemplo. Oñate resalta que ‘El Turco’ ha sido mencionado en muchas canciones de las clásicas. Quizás la memoria de ese pasado le mueve la nostalgia y rompe el hilo diciendo:
“A veces, me dan ganas de retirarme”.
Pero, ¿Por qué? Si es aplaudido, reconocido, su disco va bien…
Pasan cosas. Mucho se ha dicho. Yo, retirado; Poncho, Dios no lo quiera, retirado o muerto; Diomedes… El vallenato se sostiene a través de nosotros: Rafael Orozco, Poncho, Diomedes, yo, Beto… Nosotros hicimos historia… Alfredo Gutiérrez, también. ¿Le digo algo? A veces hacen cosas en los medios que uno se entristece. ¿Cómo van a dejar de poner a Alfredo Gutiérrez? El otro día hice una crítica en «El Heraldo», un ataque a los medios, dije: “Está bien que Rafael Orozco murió, pero sus canciones no han muerto”. Y vea que, de ahí, la música de Rafael Orozco está arriba en este momento. Es que en eso soy muy sentimental. Uno tiene que saber que tiene que haber renovación. Pero a veces veo que somos los que sostenemos el folclor, después… esto se cae.