Hay anécdotas ya legendarias del Festival de Duetos de Ibagué, especializado en resaltar la música andina colombiana. Una, recordada por Doris Morera de Castro, fue la polémica que se armó en la ciudad tolimense cuando llevaron a Carlos Vives (cuando el samario era apenas un aspirante a cantante de género aún no definido, es decir: antes de La Provincia). La crítica se hizo porque no era precisamente un exponente de bambucos o pasillos.

Ahora que Rafael Escalona es el compositor invitado de honor en el encuentro, nadie se rajó las vestiduras. Lo único que la directora ha oído es la celebración de su visita. "La sorpresa –explica– se debe a que quisimos hacer especial la edición número 20 del Festival. Empezamos haciéndoles homenajes a compositores de la región, ahora la idea es resaltar la obra de los autores colombianos en general”.

Eso me hizo recordar a Jorge Velosa, cuando vivió la experiencia de ser jurado del Festival Vallenato, hace algunos años. Así que lo llamé para preguntarle su opinión: "Creo que una mano lava la otra y entre juntas lavan la cara –contestó el carranguero con su hablado nutrido de dichos–. Las distintas tendencias de la música colombiana son un tejido. Y creo que los ritmos de las distintas regiones significan algo para nuestra identidad. Le hago un paralelo: igual se pudo decir en el Festival Vallenato: "¿Qué hacía este carranguero entre vallenatos si solo canta canciones del altiplano?"" Según Velosa, "uno tiene que ver la cosa con frescura. Cualquier ritmo que contribuya, que llegue a representarlo a uno como colombiano debe hacerlo sentir bien. Y en esto, Escalona ha hecho un gran aporte".

Sin embargo, como el Festival tiene un concurso, el "Príncipes de la Canción", en el que los duetos tradicionales (dos voces, tiple y guitarra o bandola y guitarra), estos le rendirán homenaje a Luis Carlos González, el autor de "La ruana".

Comienzan los coqueteos de Escalona y el bambuco
Al ver al maestro Escalona calladito y sentado en la mesa que presidía la primera rueda de prensa del Festival de la Música Colombiana, en la Casa del Tolima, en Bogotá, pensé en la agenda que le espere cuando llegue a Ibagué. Si Escalona es tan activo como lo fue Héctor Ochoa hace dos años, le va a tocar un trote tremendo.

Y ya empezó: Dice Doris Morera que el maestro está tan emocionado con el tema que va a llegar a Ibagué dos días antes. Pero desde hace dos noches estaba preparándose: El dueto Lina y Julián (los primeros Príncipes de la Canción) le interpretó varias de sus canciones. No se le vio pedir un solo vallenato, sino más pasillos y bambucos. En la presentación del Festival, en Bogotá, el autor incluso saboreó la lechona tolimense en medio de las entrevistas de los medios presentes. Todas sus respuestas, así se traten de música andina colombiana terminan en alguna sabrosa anécdota vallenata, juzguen ustedes:

"No me gusta oír vallenato mientras estoy oyendo bambuco –me dijo- porque el bambuco me pone sentimental y el vallenato que oigo es de cosas humorísticas. Son pocas las canciones vallenatas sentimentales que he hecho, como la Elegía a Jaime Molina, La muerte de Pedro Castro y Honda herida, las demás son crónicas musicales jocosas, fregonas".

¿Y cuáles son sus bambucos preferidos?
"Del bambuco y el pasillo me gusta todo. Lo que ocurre es que el medio ambiente influye sobre los seres civilizados. El bambuco vino aquí, lo trajeron los españoles. Es la música más culta de Colombia, porque trajeron profesores de música para los virreyes. En cambio, la de acordeón es la música más nueva de Colombia, música del pueblo. Llegó por La Guajira cuando vinieron los barcos escandinavos a buscar el dividivi. Según las crónicas que he podido investigar, en cualquier tienda, en cualquier burdel, en cualquier parte se quedó un acordeón. Y el pueblo lo cogió y comenzó con él a decir sus sentimientos, mientras que la gente ilustre tocaba la polca y la mazurca. En arreos de mula llegó a Valledupar, y de ahí se regó a Colombia. Cuando yo comencé a hacer canciones, no había compositor sino acordeonero. Era un tipo analfabeta, era el ordeñador, el mozo de la finca del padre de nosotros. Yo irrumpí en ese mundo, por eso me crecieron tanto las orejas, porque por estar oyendo acordeoneros, mi mamá me tiraba de las orejas y me decía que eso era de los plebeyos. En cambio, en el interior era un orgullo tener un muchacho en el conservatorio aprendiendo esta música".

Fotos: Doris Morera de Castro / Archivo EL TIEMPO
Jorge Velosa / Archivo EL TIEMPO
Rafael Escalona / Claudia Rubio / EL TIEMPO