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No es lo mismo. Una cosa es estar montado en una tarima en una plaza de algún pueblo, donde la gente está departiendo a la vez que oye su música. Otra cosa es una caseta. Pero el Teatro de Colsubsidio, en Bogotá, tiene para Alfredo Gutiérrez otra mística.

"Este será un concierto didáctico", sentencia el músico sabanero (primo y parte de la dinastía de los López, tres veces rey vallenato, él mismo se define como "un revolucionario").
"Es la oportunidad de mostrar los éxitos y las vicisitudes que hemos tenido en más de 45 años. Va gente que sabe de música y hay que demostrar que estamos en vigencia. Mostrar que las energías están intactas, la voz está igual y la agilidad en el acordeón".

¿Y qué nos va a enseñar?

"Voy a enseñar lo que es vallenato, a decirle al público que lo que se está grabando o escuchando en cierto tipo de emisoras no lo es. Es música de acordeón. No estoy en contra de las nuevas olas, ni de los vallenatos llorones. Soy un tipo que evoluciono, pero lo que hacen hoy no tiene la esencia".

Lo suyo, agrega, es una combinación de esa esencia con los aditivos de moda. También él estuvo de moda, y se quedó en los corazones, por esa esencia.

En el año 60 llegó a Discos Fuentes recomendado por Calixto Ochoa. En realidad iba de acompañante en una época en la que Aníbal Velásquez estaba revolucionando el folclor tocando vallenato con guaracha. Antonio Fuentes, dueño de la histórica casa disquera, buscaba otro muchacho que pudiera aportar a esa "revolución".

Alfredo era un adolescente, pero su agilidad con el acordeón hizo que lo ficharan. Casi sin darse cuenta estaba al frente de un grupo: Los Corraleros de Majagual, dirigiendo al mismo Calixto Ochoa, a César Castro, Eliseo Pérez y otros.

"No empecé grabando vallenato –recuerda el músico–, sino porro y paseaito sabanero. Lo mezclé con acordeón, bombardino y saxofón. Hice un nuevo sonido que resultó siendo la música corralera".

En el 65, ya en Sonolux, hizo La banda borracha con el conjunto Alfredo y sus Estrellas. En el 68 sintió la "necesidad de vestir a la campesina hermosa que era la música, vallenata para presentarla en sociedad. Le hice innovaciones, pero dejé el 50 por ciento de sus bases armónicas, letras y notas".

Fue la época de Ojos indios, Anhelos y Ojos verdes.

"Es la historia que vamos a contar en el teatro –resalta Gutiérrez–. Como será algo didáctico, vamos a mostrarle a la gente que una melodía, para que sea de un ritmo determinado, debe tener un sentir. Voy a tocar la misma melodía en varias facetas, para que la gente sepa cuando es vallenata, cuando sabe a porro o a nueva ola".

Entre tantas facetas que mostrará, queda la pregunta de si también mostrará su talento para tocar el acordeón con los pies.

"Eso viene desde el año 70”, entonces evoca una fiesta en una caseta de nombre La Piragua, en una gran fiesta organizada por los hermanos Char (los mismos de la Organización Olímpica, los del Júnior, explica):

"Estaba yo alternando con varios artistas: Nelson Henríquez y Los Blancos de Venezuela. Los tres conjuntos estábamos en el curubito en esa época. Y el de Los Blancos hizo un show con la timbaleta tremendo. A mí nunca me ha gustado que me roben el show. Así que me las ingenié. Después, eso se institucionalizó. Y sigo tocando con los pies".

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