Allí, en la Escuela de Andrés ‘El Turco’ Gil nadie tiene autoridad para callar a nadie. El lugar es un Babel de acordeoneros diminutos pujando por concentrarse. Ni el mismo Turco Gil, por muy importantes que sean las llamadas telefónicas que responde, hace nada. Se limita a cerrar las puertas, pero el sonido se mete por todos lados.

"Espere a mañana, que va a estar peor. Mañana llegan más niños", dice Nelly Borja, la mamá de una acordeonerita de 10 años que participará en la categoría infantil.

Llegan porque la Escuela del ‘Turco’ Gil se volvió una parada obligada para muchos concursantes que se acercan en los días previos al Festival para que el ‘Turco’ les haga una evaluación.

Allí terminan de acoplarse los acordeoneros con los guacharaqueros, los cajeros con los cantantes, ahí afinan las canciones que van a presentar. También llegan aspirantes a las categorías de aficionado, juvenil y profesional.

En medio del ruido, ‘El Turco’ cuenta que su preocupación principal es formarlos musicalmente porque su escuela se convirtió en una especie de Universidad a la que llegan niños y jóvenes de todas partes, enviados por sus padres a vivir a Valledupar para que aprendan a tocar el acordeón. Hace tres meses tiene un alumno de Bélgica que ya está adelantado.

¿Cómo los prepara para un Festival?
"La selección de temas es difícil. Hay que prepararles el tono no solo al acordeonero, sino al cantante. Hay que mirar con mucha lupa todos los pases musicales. A veces les ayudo a escoger cajero y guacharaquero, pero a veces también ellos mismos se amañan entre ellos. Por ejemplo, Camilo Andrés Carvajal, que ya fue rey infantil, es muy exigente”.

Sin embargo, él, que se enorgullece de que hace dos años todos los ganadores pasaron por su escuela, nunca ha concursado. No concursa porque la vida lo destinó para maestro: A los 7 años tocaba la trompeta, a los 12 el clarinete. Saber leer partitura le permitió emplear en el acordeón 12 sonidos, cuando los acordeoneros empíricos solo usaban siete. Cuando empezó a grabar, lo criticaron, dijeron que no tocaba nada. Pero Alfredo Gutiérrez sí le dijo que estaba avanzado unos 30 años en la música. Fue cuando empezaron a llegar los demás a preguntarle cómo hacía y se quedó enseñando.

"Mi orgullo es este. Esto no da plata. Apenas medio saco algo que también es para ayudarles a los niños, incluso a motilarse, porque la mayoría son de escasos recursos y yo me siento el más feliz del mundo cuando los veo en una presentación”, concluye.

Karolina quiere ser reina
Era bebé y cuando sonaba un acordeón en la televisión se animaba más de la cuenta. Cuando pudo pedir un regalo de cumpleaños, pidió un acordeón. Los padres extrañados, en cambio, le regalaron una bicicleta. Ella ni la miró. Es la historia que cuenta Nelly Borja, acerca de su hija de 10 años, Karolina De Ávila.

Su insistencia llamó la atención de una vecina, que animó a la madre a llevarla a dónde ‘El Turco’ Gil, que de inmediato puso en ella sus esperanzas de cumplir el sueño de formar la primera reina vallenata. La niña tenía 6 años y aprendió. Ensaya todas las tardes, porque ‘El Turco’, de paso, le dio trabajo a la madre. Ahora forma parte de Los Niños Cantores y Acordeoneros del Vallenato del ‘Turco’ Gil.

Todavía no ha habido plata para comprarle el acordeón, pero ensaya con los de la escuela. Tiene su cajero y su guacharaquero. Está lista para pasado mañana, cuando comiencen las competencias, en el Parque del Helado.

Fotos tomadas por Carlos Capella: 1. El "Turco" Gil en su oficina. 2. Karolina De Ávila y su madre, Nelly Borja, en el patio de la escuela.