Viña del Mar, que se realiza desde 1959, es sinónimo de dos competencias: la folclórica y la internacional, ambas de canciones inéditas. Y por las noches, durante los días de las eliminatorias, grandes shows que llaman la atención incluso a países que ni siquiera participan en la competencia, generan noticias y repercusiones internacionales.
Cuando chiflan a un artista en Viña del Mar, en Bogotá lo sabemos. Y años después nos acordamos. Al público que asiste a la Quinta Vergara, un anfiteatro con capacidad para 15 mil personas, lo llaman "El monstruo", porque no perdona. Baja artistas del escenario y también los premia. Hay otro público así, en otra ciudad más cercana: Valledupar.
San Remo, establecido en 1951, como un programa radial de tres días a cargo de dos cantantes y un dúo, se convirtió en un Festival que resalta la canción italiana. Principiantes, como lo fueron Laura Pausini y Eros Ramazotti alguna vez, se dispararon desde las competencias. Pero cuando Shakira va a San Remo, la noticia rebota en todos los rincones del mundo. Como quien dice: por la categoría de los invitados se mide el impacto del evento.
Es una relación de beneficio mutuo. Porque, de la manito con el boom mediático que generan los invitados, van sonando quienes van destacándose en las competencias (que por lo general lo hacen con el objetivo de escalar en su proceso artístico). Van llamando la atención de la gente que viene con esos artistas consagrados que, ¿Quién quita?, podría antojarse de llamarlo a compartir su música.
El Festival de la Leyenda Vallenata, sin dejar de preservar el valioso lema "Vallenato de Verdá", puede ser estratégico para elevarse a sí mismo y beneficiar a esta misma música que protege. Ya existe una vitrina por explotar en la categoría vallenato-cumbia del Grammy Latino. La preocupación de los tradicionales es llegar hasta allá. Bien, pues el Festival es la principal arma para destacar esa tradición. No se deben descartar las potencialidades de esa gran plataforma de lanzamiento llamada Festival de la Leyenda Vallenata.
¿Cómo? Primero: Aprovechando los recursos: El Festival tiene tremendo escenario, una pista giratoria nada envidiable que este año sorprendió a todo el mundo, un público que no come cuento, unos concursantes de calidad. Segundo: Equilibrando los objetivos de cada uno de los elementos que lo componen. La competencia preserva el folclor. Los espectáculos realzan.
El año entrante, para el Rey de Reyes, vendrá una delegación de periodistas mexicanos. Vienen porque Monterrey ama el vallenato. Podría probarse a invitar periodistas de otros lados, para que vivan el Festival, para que hablen. Siempre que hablen de uno, le están dando más importancia.
¿Qué no se puede ser como Viña del Mar? Acuérdense de que tampoco se podía tener un Grammy vallenato.