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"Era como mi padre -son las primeras palabras de Alfredo en cuanto se le pregunta por el juglar Abel Antonio Villa, que murió a los 82 años de un ataque cardiaco-. Por eso salgo mañana temprano para Pivijay, para su entierro".

Alfredo, "El Rebelde del Acordeón", fue el músico que quizás le grabó más canciones al juglar más elegante de su generación, el que recorría los pueblos tratando de darle otro estatus a la música de acordeón que, en sus tiempos, era eminentemente campesina.

El primer encuentro

"Cuando yo empezaba –recordó Alfredo–, me decían "El Niño Prodigio", porque tenía 7 u 8 años y tocaba el acordeón. Iba a las fiestas de corraleja y una vez, entre esas cantinas ambulantes que ponían debajo de los palcos, vi gente que se arremolinaba. Estaba tocando Abel Antonio. Y me metí ahí. Ya sabía de la fama de él y de sus discos. Le tenía admiración y de una vez le dije que quería el acordeón. Me lo prestó y toqué".

En ese momento surgió la amistad entre los dos músicos. El juglar legendario y la leyenda naciente, que ahora puede ser visto como su sucesor. De hecho, especialistas como Julio Oñate Martínez dicen que Abel Antonio era "El Alfredo Gutiérrez" de la época.

Los años siguientes

Alfredo hizo una grabación inolvidable de La muerte de Abel Antonio. Pero también grabó Bendito vicio, Ana María, La camaleona y El ramillete (las dos últimas en discusión sobre su verdadero autor) y No me importa que te vayas.

"Ya en los años 70 estaba un poco olvidado –agrega Gutiérrez–. Fue cuando lo llevé a grabar a Codiscos y el Binomio de Oro le grabó El Higuerón. Después grabó otras cosas como El cigarrón negro. Dirigí esas grabaciones, es más, llevé a Luis Enrique Martínez y juntos grabamos un disco titulado Los tres grandes del acordeón".

Un acordeonero de parranda

"Era el típico acordeonero que no dejaba morir una parranda. La gente se estaba durmiendo y él levantaba el ánimo. Tenía dichos famosos: "La mujer nació con el amor y el hombre lo reclama", repetía. O decía también: "Mujeres paridas, recojan sus hijas que está un negro suelto en la calle". Yo tengo el récord de haber hecho la parranda más larga que se recuerde en los anales del folclor. Por allá en los años 70 hice una gran parranda en Sincelejo que duró 22 días. Abel Antonio era el que nos levantaba a todos, se dormía a las 9 ó 10 de la noche, para levantarnos temprano y parrandeábamos todo el día. A las 4 ó 5 de la mañana nos levantaba a todos con la frase: "Gallo que no venga a pelear, que no venga a la gallera" y nos tenía un trago de whisky en las manos como desayuno".

Su legado

"Fue el que más le aportó a la música de acordeón, porque con Buitrago, fueron los primeros que la grabaron comercialmente". Pero él fue el primero que llevó el acordeón a los estudios, cuando la música que hacía ni siquiera se identificaba con el nombre de vallenato.

"De todos los juglares, era el más grande. El que más dio ejemplo de cantar lo suyo. Reunía las condiciones de un juglar: componer, cantar y tocar. Me da mucho miedo con la muerte de él. Se han ido extinguiendo los representantes tradicionales, usted sabe que lo que se graba ahora podrá ser bueno pero se aleja de la esencia, se va extinguiendo la música vallenata como la sabe  uno. Pronto no volveremos a escuchar vallenato".

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Este blog recogerá en sus próximos comentarios, otras semblanzas de conocedores vallenatos en torno a Abel Antonio Villa.  

Fotos: 1. Abel Antonio Villa: Alfonso Cervantes / EL TIEMPO. 2. Alfredo Gutiérrez: Archivo EL TIEMPO.