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"Fui muy amigo del viejo Abel Antonio. Siempre fue reconocido con méritos como el padre del Acordeón. No porque hubiera sido el primero que lo tocó ni por que fuera el primero en aparecer en los centros urbanos. Sencillamente, fue el primero en realizar grabaciones comerciales con el acordeón en 1944.
"Antes que él, Francisco "Pacho" Rada hizo algunas escaramuzas, en grabaciones artesanales. Pero el primero en grabar comercialmente fue Abel Antonio, para Odeón, un sello argentino, sin mucha difusión en Colombia. Esos discos quedaron en manos de coleccionistas y prácticamente son desconocidos, incluso para quienes sigan la onda de Guillermo Buitrago.
"Fue el primer gran publicista que tuvo el acordeón, porque a pesar de que Rada había llegado a la radio antes, las grabaciones comerciales de Abel Antonio mostraron el sonido del acordeón. En el 48, cuando grabó El ramillete, la gente comenzó a ponerle atención al cuento. Posteriormente, las orquestas costeñas comenzaron a tocar la música de Abel Antonio, incluyendo el acordeón.
"Antes de esas fechas, el vallenato no se asomaba y era hasta rechazado, sobre todo cuando se interpretaba con acordeón. Con Buitrago y con guitarra, había sido aceptado en el 47. Pero en el 48 empezó a abrirse paso con todo y acordeón.
"Villa recorrió toda la geografía de la Costa Norte. Hacía contacto en las fincas y veredas con músicos que estaban metidos dentro de los corrales, dentro de las montañas que no tenían cuándo realizar una grabación. Y dio a conocer nombres desconocidos a los que sacó del anonimato en sus primeras grabaciones.
"Era una época en que los músicos de acordeón eran, en su totalidad, de extracción muy popular, campesina. Y Abel Antonio, sin haber nacido con campanitas de oro, desde muy joven se esmeró por presentar una imagen decorosa del músico popular.
"Iba siempre vestido de blanco, con sombrero de fieltro, leontina y gafas con marco dorado. De su generación, no hubo un hombre mejor vestido que Abel Antonio. Y fue tachado de elitista porque quería que la música tuviera otro nivel y mejor representación. Cuando llegaba a un pueblo, averiguaba primero quienes eran los parranderos. Y antes de ir a mezclarse con el populacho –pescadores, corraleros y ordeñadores– se iba donde el gamonal y el dueño de la hacienda.
"Por eso, entre sus colegas, decían que él era pretencioso, que no se veía tan negro a sí mismo porque estaba con la alta.
"El maestro José Barros, simplemente sabiendo que era un negro que se codeaba bien, le compuso la canción El negro maluco, grabada por Los Trovadores de Barú y popularizada por Bovea y sus Vallenatos. Villa le respondió con la composición de El chino hambriento, en la que decía que José Barros tenía cara de chino hambriento.
"Todo era por la postura suya, él lo decía: “Veía a mis colegas que andaban a pie, descalzos, deschavetados, con la toallita en el hombro oliendo a sudor, yo no. A donde yo llegaba era bien recibido porque me propuse, quise darle al vallenato un estatus mayor de lo que podrían darle los otros músicos”. Así hablaba.
"Eso le generó piquerias. Hubo una muy famosa con Luis Enrique Martínez, en la que hubo qué mediar, buscar personas para que intercedieran, porque el lleva y trae de la gente picándolos a los dos casi los lleva a matarse. Al uno le decían que Abel Antonio iba armado y al otro le decían que Luis Enrique lo iba a apuñalar.
"El día en que hicieron las paces, en Nervití (Bolívar), en unas fiestas patronales. Abel Antonio llevaba una pistola. Estaban en la casa de Rafael Gutiérrez (el papá de Dolcey Gutiérrez), que no tenía piso de cemento, delante de mucha gente. Y Villa desenfundó la pistola y la gente salió despavorida. Pero solo hizo un tiro en la tierra y le dijo a Luis Enrique: "Nosotros dos volvemos a pelear el día en que usted sea capaz de desenterrar ese plomo de ahí". Desde ese día parrandearon.
"Abel Antonio encarnaba al juglar tradicional: el que componía, tocaba y cantaba sus propias composiciones, una figura que se ha ido perdiendo en estos tiempos. Ahora el uno compone, el otro canta, sin ese todo que caracterizó el talento de los comienzos.
"Siempre resalté de Villa su postura ante la vida. Nunca perdió el optimismo. Tuvo golpes de suerte, bonanzas económicas. En la primera entrevista que le hice, en el 90, llegué a su casa y me dio una botella de campari. Dijo: "Este vino es de cereza así que hay que tomarlo frío. Guardé esta botella porque sabía que venía para acá".
"Era un detalle importante, porque uno llegaba a la casa de cualquier músico y tenía que mandar a comprar Coca Cola. Pero él se había propuesto mejorar su condición y lo logró.
"Entre los músicos que estuvieron más cerca de él estuvo Alfredo Gutiérrez. En los 70, Gutiérrez grabó mucha música de Abel Antonio. Precisamente a Villa le hicimos un homenaje al año pasado en Barranquilla, hace un año nos sorprendió porque se tomó cuatro tragos de Old Parr y fue capaz de improvisar versos con el acordeón, a pesar de que la insuficiencia renal lo tenía menguado.
"Y enterró a una cantidad de juglares: Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Pacho Rada, Julio de la Ossa…"