Muchas veces, siendo fan -de roqueros argentinos, sobre todo-. Sentía envidia de las chicas que estaban subidas a la tarima. Haciendo cara de estoy aquí porque el artista me eligió. Creo que las fans de Kaleth y Los K Morales que han escrito en este blog con la emoción de la fan incondicional entienden el concepto. Y al parecer resulta divertido ser esa elegida.

A mí ya no me tocó en subirme a la tarima en calidad de fan, sino de observadora. Y no estaba para mirar hacia abajo a las mortales que deliraban por el nuevo frente juvenil de cantantes del Binomio de Oro de América, sino para hacer un registro fotográfico de lo que veía. Y sí, miraba a las chicas con una envidia. Desde lo alto del escenario, las espaldas de los cantantes no eran el mejor ángulo, créanme.

Detrás de un concierto del Binomio, al menos del concierto que me tocó a mí, existe la misma parafernalia que uno ve en la televisión a proposito de las bandas de rock. Antes, había estado entrevistando a Rosendo Romero, el compositor de Fantasía que había ido a Valledupar a pasar unos días en casa de una hermana.

Por ahí estaba Marcos Bedoya, el otro acordeonero del Binomio, en camiseta y sudadera que resultó vecino. Lo recordaba en su debut en Villanueva. Se veía tan diferente. Algo tiene la tarima, que transforma, hace aflorar el carisma de los artistas. Había más gente cerca, jóvenes talentosos que esperaban para mostrar su voz si tenían suerte. Rosendo los oía y les daba consejos.

A la casa llegó Israel Romero, a quien esperaban más temprano, y decían que su demora tenía que ver con un partidito de fútbol o alguna reunión en Villanueva, a propósito del Festival Cuna de Acordeones, del que es presidente.

El punto de partida, antes del concierto, fue el hotel. En una camioneta el acordeonero y los cantantes se abrieron paso entre un gentío que trataba de descubrir entre los vidrios polarizados cuál era el artista que seguía. 

La Policía abría el camino, hasta llegar detrás de la tarima. Al abrir la puerta, los agentes estaban listos para rodear a los artistas. Y no faltó la muchacha que llamara a gritos a Alejandro Palacio, el cantante principal de la agrupación, a Didier Moreno o a Orlando Acosta.

En escena estaban Los K Morales, todavía no estaba listo su disco. Estaban en la canción de despedida. Se oía, pero no se veía a Kanner interpretando Vivo en el limbo. Más adelante se oyó a Miguel Morales, que se acompaña a los muchachos un ratito para saludar y agradecerle al público el apoyo para su familia.

Entretanto, los cantantes del Binomio posaban para las fotos improvisadas que les iba tomando e Israel cruzaba impresiones con sus hermanos. Estaban casi todos los hermanos Romero: Rafael (el papá de "El Morre", que toca las congas), Norberto (el director de la Dinastía Romero, el "Colegio del Vallenato", le digo yo, porque tanto Bedoya como Didier, por ejemplo, salieron de la Dinastía para integrarse al Binomio), Misael (también de la nómina del conjunto) y Rosendo (en calidad de invitado).

Legada la hora del intercambio: Salían Los K, agotados de tanto derroche de energía, y entraban los músicos frescos del Binomio. Ocurrieron cuadros fáciles de imaginar en un concierto: La niña de logística todopoderosa que decidió limpiar la tarima de todo el que no fuera músico y que quiso sacar de un jalón a Martha Ángel, la jefe de prensa de Codiscos, que estaba conmigo, confundiéndola con una colada. Los hombres de los cables corriendo de un lado para otro ajustando enchufes. La fila de acordeones al lado que suele ocupar el acordeonero. Y abajo las niñas que habían aclamado a Los K esperando ver también al Binomio. Era un reto, una agrupación de 30 años de trayectoria se enfrentaba a un público adolescente.

Lo bonito fue ver eso, medir la temperatura del público. Y ver la transformación de Alejandro Palacio cuando salió al escenario. Ya no se veía tímido como en su primer concierto. Un año y medio de experiencia pueden hacer felices milagros. El cantante tiene pinta, como dirán las adolescentes. Y la aprovecha: las hizo llorar con Grafiti de amor. Junto con los otros dos cantantes, ha establecido una química divertida. Le han puesto coreografías al Binomio, ellos también tienen un sello que ponerle a la música. Son la conexión de la Universidad del Vallenato con la nueva generación.

En cuanto a los acordeoneros, resulta emocionante ver la entrada de Israel, después de unos cuantos temas inteprtetados por Marcos Bedoya, y lo es más ver que ellos tambien tienen su show. Una especie de duelo de habilidades que interpretan: un poco de música de Marcos, otro de Israel. Ambos salen aplaudidos.

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