Cuando comenzó este blog y empezaron a llegar los primeros y duros comentarios, un amigo m ío me dijo que el que escribe una columna pública debe ser como una estatua en una plaza y saber que está a merced del sol, la lluvia y las palomas.

Otra persona me dijo que también era posible cultivar amigos. En realidad, el trabajo vale la pena en la medida en que hay seguidores de artistas que pueden encontrar aquí detalles extra acerca de sus ídolos. Y a mí, como periodista, me ayudó a establecer una comunicación más fluida con artistas y managers, que me permite encontrar noticias diferentes a las de los boletines.

Leo todas las críticas. He respondido pocas veces (prometo hacerlo más a menudo). Y de pronto, el primer año es la ocasión para retomar algunas de las mismas y responderlas.

Son muchas las vueltas que ha dado el vallenato en este año, como para escribir una novela. Pasé de estar defendiendo la idea de que el vallenato en el Grammy no era ningún chiste, a tener el placer y la emoción de anunciar la categoría en el Grammy, con todo y el conflicto que me generó haber resaltado la labor de Félix Carrillo Hinojosa, quien fue uno de mis apoyos teóricos y que, posteriormente, publicó unas memorias en las que dijo que yo había recibido insultos y amenazas de demanda que nunca se dieron. Y tuve que pedirle una rectificación.

Pasé de hablar con esperanza de ‘Vivo en el limbo’ y de La nueva Ola que tenía en Kaleth Morales a su más deslumbrante exponente, a hacer el relato de su muerte, unida a la consternación de los colombianos. Y a sentir un pesar tremendo cada vez que oigo una canción suya en la radio, más cuando esta labor me llevó a conocer a toda su familia y a entender mejor su afán de no dejar que su música muera.

Tuve la oportunidad de ver cómo se coronaba en Valledupar un acordeonero cachacho: Beto Jamaica, presenciar su celebración entre pocos amigos (si se compara con la celebración de Juan José Granados el año anterior) y su recepción en Bogotá, cuando su combo lo sacó en hombros del Puente Aéreo. He tenido oportunidad de escuchar sus historias y dudas sobre la mejor forma de llevar el título de Rey Vallenato, cosa que estoy en mora de compartir con ustedes y los lectores de EL TIEMPO.

Además, escribí un artículo quen o le gustó a la Fundación de la Leyenda Vallenata (publicado en este blog también), que hizo público su disgusto en una rueda de prensa, en la que, según una periodista vallenata, se alcanzó a poner en duda mi asistencia a los eventos del certamen (y donde otra periodista a la que siempre saludé con aprecio, salió a decir -no sé con qué intereses- que jamás me había visto).

Todavía conservo como souvenir para mis nietos el comunicado en el que me nombran y me piden moderación en lo que escriba, como si nadie más hubiera visto que el Coliseo del Parque de la Leyenda estaba regularmente ocupado durante las tres primeras noches. <br>

Lo más satisfactorio fue recibir llamadas de apoyo de colegas que decían: "Todos sabemos que era la verdad pero nadie se atrevía a decirlo en voz alta". Ahora pienso que son historias que pude contar también aquí. Pero, quizás por prudencia, preferí dejar pasar la ofuscación o la risa que me dieron los acontecimientos.

Este blog le ha puesto más intensidad a mi relación con el acontecer del vallenato, al menos en el que se alcanza a apreciar desde mi oficina en Bogotá y los esporádicos viajes que realizo a Valledupar y Villanueva (quisiera multiplicarme y medirle el pulso en otras ciudades, pero hasta el momento me toca valerme de la información que me envían los artistas).

Se me quedaron por fuera historias… uff, muchas: La del periodista mexicano y su análisis del Festival; la crónica de una noche siguiendo el trabajo de Alfredo Gutiérrez, en una maratón en la que tenía programadas cuatro tandas en una sola noche (en Valledupar); la de Chela Ceballos, de las Musas del Vallenato (todavía se la debo y espero no tardarme mucho); la impresión que me dio visitar a Lorenzo Morales justo un año después de haber visitado al fallecido Emiliano Zuleta Baquero (que murió cuando yo estaba en París, impedida de escribir en el periódico el perfil de homenaje que hubiera hecho de haber estado en Colombia) y la delicia que es pasar una tarde oyendo las historias del compositor Rosendo Romero.

A los que han escrito, para protestar o para felicitar: GRACIAS. También para las fans de Kaleth y Los K, que me recuerdan mi adolescencia de fan cada vez que las veo salir en defensa de sus artistas. A los lectores que me han jalado las orejas cuando descubren que algo quedó rarito, a los que han escrito para contar sus vivencias, porque me enriquecen sus comentarios. Son una valiosa ayuda porque siempre es saludable recordar que uno no es infalible.

 

A los artistas, gracias por darme inspiración y tema para escribir.

Creo que en adelante, este blog se encamina a ser un poco más vivencial (nunca he pretendido ser una almidonada catedrática, no tengo ese espíritu), aunque no descuidará lo noticioso y la costumbre de añadir los artículos de vallenato que se publican en EL TIEMPO para que el trabajo se vea completo.