La tercera parte de la charla con Carlos Vives en Cartagena versó sobre la paradoja de los artistas vallenatos: Cuando estos van al exterior, lo primero que encuentran cuando visitan medios nuevos o públicos es la expectativa de oírlos tocar y cantar igual que Vives.

Incluso algún observador extranjero, en la antesala del Grammy Latino, me dijo que a veces pensaba que la asociación de Vives con la palabra vallenato era tan fuerte, que se podía convertir en una pesadilla para los músicos del género, que terminan luchando contra su fantasma.
Visión apocalíptica.

A lo largo de conversaciones diversas con otros artistas, cuando Vives sale a relucir, hay un reconocimiento de lo mucho que ayudó a la internacionalización del nombre de esta música, pero… pero… pero… siempre hay un pero que hace que lo dicho al principio suene a diplomacia. Y el pero que más repiten es que lo que él hace ya no es vallenato. “Ya no” es generosidad, porque otros dicen que nunca lo hizo, que lo suyo fue la fusión.

No alcancé a contarle todo eso a Vives, pero deduzco por su respuesta, que se ha tropezado más de una vez con esos comentarios. Los dejo con sus palabras al respecto:

“Siempre estamos luchando contra nuestros prejuicios –dijo-. Cuando empecé a hacer vallenato mucha gente de la industria pensaba que yo no era la persona para hacerlo. Siempre le ponemos un tipo a algo. En nuestro país eso no debe funcionar, porque somos de todos los colores. Aquí no funcionan los clichés. Aquí, el blanco puede tocar congas, el negro puede bailar bambucos y valses. Nuestro país es una unidad en la diversidad. Tenemos que hacerla porque tenemos un poco de prejuicios que indican que si no soy vallenato, si no nací en el campo, entonces el vallenato no es para mí. Y si lo hago, seguramente, no lo voy a hacer tan puro…”

Es verdad, ese celo es así…
Pero no debemos ser así. Ninguno. No podemos ser así en un país donde todos somos diversos. Y a lo mejor no soy de Pasto, pero seguramente podría prepararte el mejor cuy.

Pero, ¿por qué cree que su sonido se convirtió en esa especie fantasma para los vallenatos?
Pasa una cosa: nuestra música ha tenido un sonido más moderno. Digamos que he sido medio galán de telenovelas, entonces, el tipo ayuda. Vamos a decirlo para explicar por qué a uno le funcionan ciertas cosas y a otros no. Pero, realmente creo que lo que más ha funcionado de lo nuestro es que siento un aprecio muy grande por el origen de lo que hago. Puede ser que lo interprete de una manera X o Y, que cante un tono más arriba o más abajo, que sea más o menos rítmico, pero lo que me ha protegido a mí, lo haga bien o mal, es que expreso un respeto muy profundo por esto.
Sorprende en otras partes una persona que a simple visa podría venir a hablar de cualquier cosa. Cualquier artista viene a hablar de su pueblo, de su vallenato, viene a valorar gente completamente humilde, que no ha ido a un colegio o a una universidad, pero tiene una sabiduría popular mayor que la de otros que llevan toda su vida estudiando.
Yo no vendo mis canciones, vendo una cultura que se llama Colombia. Yo no hablo de los edificios de Valledupar, sino de la gente. Yo no hablo de Colombia diciendo si hay pintores grandes, o de si Juanes o Shakira. Yo hablo a través de mi música de cosas que en últimas, en todas partes se puede sentir identificada esa cultura, de valorar cosas que la gente no valora.

Entonces, yo veo a veces a los vallenatos de hoy muy arrogantes. Haciendo una música que, para mí, se aleja del feeling verdadero, de esa magia que te puede ayudar, seas de cualquier color. Hay una magia dentro del vallenato. Yo veo a la industria un poquito tratando de ganarse ciertos mercados y dejando de hacer las cosas que tiene que hacer.

Creo que hacer vallenato es muy sencillo. Creo que su éxito es que sea sencillo, humano, amigable, divertido, entretenido. Y que el vallenato que no tenga eso, puede hacerlo Carlos Vives, un galán de telenovela o el Negrito del Batey, no va a funcionar.

Lo que tiene el vallenato, que le gustó a todo el que iba a Valledupar es que: vinieras de donde vinieras, si oías una parranda te sentías aludido y eras feliz oyéndola. Te contagiaba la alegría del acordeonista y el cantante y salías con una felicidad. Eso nos tiene que pasar cada vez que hacemos una canción. Así la hagamos con una lata, un palo o con acordeón, caja y guacharaca….

Hay gente que dice que eso no es vallenato porque no es caja, guacharaca y acordeón. Es no es así. El instrumento no es el que decide qué es vallenato. Hay un sentimiento que lo decide. Porque hay regiones donde nunca llegó el acordeón y la gente siempre se expresaba igual.

Entonces, no es el instrumento sino el sentimiento lo que te hace vallenato, es el motivo por el cual haces las cosas, es el motivo lo que te salva a ti, es el espíritu de las cosas.

¿El espíritu de las cosas?
Fíjate en culturas antiguas. En la casa del señor que sembraba trigo, él hacía en ella un nicho, el cuartito para darle gracias al dios del trigo. Iba, colgaba cosas y rezaba y cantaba cosas lindas porque el dios del trigo le daba de comer. Yo como del dios del vallenato. Yo pude educar a mis hijos gracias al dios del vallenato y lo conocí cuando a mi casa iban los juglares y los veía cantando y la gente se alegraba. Veía a mi papá y a mi mamá felices, que nunca los veía así. Y la gente que no se hablaba o que no tenía el mismo color se olvidaba de todo en la parranda. Esa era la felicidad que siempre me produjo el vallenato. Cuando yo escogí hacerlo, dije: ‘Sé que no me va ir mal, porque sé los espíritus que hay detrás de esto’.

Entonces, la gente que me enseñó fue gente buena. Eran pobres y te daban todo. Eso es lo que hay detrás del vallenato. El verdadero vallenato es hecho por gente que no tenía nada y lo daba todo.
Y cuando viene la gente a decirme: “Sí, yo hago vallenato y tengo el Mercedes y yo soy lo máximo, porque ahora soy no sé qué…” Le digo: “Por más que te pongan el título de vallenato y traigas acordeonista, por más que seas el cantante que suena más duro y la mejor voz, no eres vallenato”.
Yo a veces me he inventado sonidos nuevos y raros que, a lo mejor, dirán: “Eso no es vallenato”. Pero a veces lo son más que otros discos que hay por ahí con caja, guacharaca y acordeón”.