"No me mire así. Yo estoy feliz. Le dije que prefería que el premio fuera para un artista que representara la tradición", dijo Jorge Celedón, todavía de gala, cuando perdió su primera oportunidad de ganar el Grammy en la categoría vallenata hace un año.

Había llegado a Nueva York como ‘el ganador cantado’ (aunque pedía que no lo dieran por triunfador antes de la ceremonia). Y el galardón fue para Los Hermanos Zuleta. Aún así, ‘Jorgito’’ como lo llaman muchos, abrió la fiesta del after Grammy y, generoso, le cedió el micrófono a Poncho Zuleta para que cantara ‘La gota fría’.

Así es Celedón, el ganador del Grammy vallenato este año, se alegra de los triunfos ajenos y les dedica los propios a quienes han trabajado para engrandecer la música vallenata.

Si se le resalta que es un pionero al abrirle camino al vallenato en otros públicos, con mucha suavidad recuerda que él transita por un camino que antes trazaron, en otras proporciones, Lisandro Meza, Los Corraleros de Majagual, Jorge Oñate y Alfredo Gutiérrez.

Si le recuerdan que tiene fama de ser ‘El caballero del vallenato’, se sonríe y dice que se debe a que siempre se alegra y se siente orgulloso de lo que hacen sus colegas. Si le preguntan cómo se enamoró de su esposa, con la que espera un bebé, responde sonrojado: “Como se enamora cualquier persona”.

Y si se le pregunta a cualquiera de su equipo por qué es tan estable la Organización Musical Jorge Celedón & Jimmy Zambrano, contestará seguramente que es por el trato que les da a todos, porque paga cumplido como pocos, y porque no pierde la sencillez incluso aunque traten de endiosarlo.

“Eso y los premios son responsabilidades adicionales en la carrera”, dice él.

Al Grammy de Las Vegas, esta vez, llegó más silencioso. Estuvo puntual en la ceremonia previa a la transmisión (el año pasado los vallenatos llegaron tarde al premio). Recuerda haberse mirado a los ojos con Peter Manjarrés, haberse sentido acompañado por el Binomio de Oro de América (el grupo que le enseñó el valor de la disciplina) y por Alfredo Gutiérrez. “No más al oír nombrar la categoría vallenato/cumbia, uno se emociona”, recuerda. Cuando lo nombraron ganador –junto con su acordeonero y productor, Jimmy Zambrano–, alguien le puso en la mano una bandera de Colombia y subió a dedicarle el premio al país.

Era un Grammy esperado. Representaba el triunfo de un artista que hace rato llevó su música a públicos diferentes del fanático del vallenato. Con ‘Ay hombe’, Celedón sacó sus canciones del nicho estricto del vallenato. Rodeado de un equipo sólido, adoptó la misión de abrir puertas en el exterior entre audiencias diferentes a las de los colombianos nostálgicos que por décadas fueron el único público de los vallenatos que salían del país.

Pero no olvida el camino recorrido. Antes de que el éxito le sonriera con ‘Ay hombe’, en el 2002, ‘Jorgito’ pasó por años de trabajo recompensado a medias, fiel a su obstinación de llevar el vallenato tan lejos como fuera posible.

Su propio bautizo tuvo algo de premonitorio, pues su padre, Alfonso Celedón Orsini, lo bautizó así por Jorge Negrete.  La fecha exacta de su nacimiento es un misterio. Porque ‘Jorgito’ –o ‘Songo’, como le dicen en su natal Villanueva (La Guajira)– aprovecha que revela menos años de los que tiene. Se puede calcular su edad, atendiendo a quienes dicen que tenía 7 años cuando grabó el conmovedor ‘Drama provinciano’ (“Oye, mamá, en la puerta hay un señor que dice que es mi papá…), en el disco de su tío Daniel Celedón. Pero, otros dicen que tenía 9, 10 o incluso 12 años.

Y desde entonces ya se le veía la sencillez que no lo ha abandonado. “Tiene una calidad humana sobresaliente –dice Julio Oñate Martínez, autor del libro El ABC del vallenato–, es un príncipe. Cuando escribo sobre él, me he permitido llamarlo ‘El Ángel Villanuevero’, porque no hace sino producir cosas bonitas. Tiene esa cara de gente limpia. Es de los pocos los que la fama no les ha hecho perder la consideración, el cariño y el aprecio por la gente”.

Tímido como era, hizo la escuela normal del cantor vallenato de provincia: foguearse en festivales regionales, poniendo su voz al servicio de los compositores que competían en las categorías de canción inédita y ser fichado un día en ‘La Universidad del Vallenato”, es decir: El Binomio de Oro de América. Llegó por casualidad, cuando Israel Romero necesitaba un cantante para una parranda y se lo recomendaron. Le gustó tanto que lo integró al Binomio para secundar a Jean Carlos Centeno.

“Se le notaba mucho la timidez –recuerda Rosendo Romero, hermano de Israel–. La primera vez que fue con el Binomio a Ibagué se le notaba la inseguridad de ver que Centeno era figura y no él”. Se debía quizás a que no tenía canciones propias (cantaba las de Rafael Orozco). Por eso, Rosendo lo llamó a parte y lo llenó de consejos: “Que se moviera un poco más, que no arrugara las cejas, que no mostrara que estaba haciendo esfuerzos para coger los tonos, que bailara más, que tenía condiciones”.

En esa etapa, que duró más de tres años, lo conoció Jimmy Zambrano. El acordeonero y productor hacía parte del equipo de Los Diablitos, tocaba el teclado y hacía labores de producción al lado de Omar Geles. “¿La primera vez? –recuerda Zambrano– fue en un concierto en Bucaramanga. Alternaban El Binomio y Los Diablitos. Se acabó el espectáculo y a Jean Carlos lo bajaron en tremenda camioneta, rodeado de escolta y de gente. Y Jorgito y yo nos encontramos. Él estaba solo, a pie, buscando algo de comer” El cantante y el acordeonero solo volvieron a encontrarse cuando en 1998, cansado de estar a la sombra (si en un disco Centeno grababa ocho canciones, Jorgito cantaba dos), dio el salto de formar su propia agrupación.

En Sony querían una voz vallenata, trataron de firmar a Centeno, pero las cosas no se dieron y buscaron a Celedón. Lo reunieron con Robert Meza, antiguo músico del Binomio y productor, que desde entonces es su manager, y con Jimmy Zambrano. “Al sólido equipo que formaron los tres, pensándolo todo como empresa, les atribuyo su éxito actual”, dice Uriel Giraldo, de Sony BMG.

Aunque desde su primera canción como solista, ‘No te olvidaré’, Celdón fue exitoso, las primeras salidas de promoción al exterior que el grupo hizo por su cuenta, con ínfimo presupuesto, los llevaban a compartir habitaciones en hoteles baratos, Giraldo escuchó que compraban tres almuerzos para compartir entre 12 personas.

‘Ay hombe’ llegó a los oídos del empresario dominicano radicado en Estados Unidos José Wacamba, socio de Ralph Mercado y parte del equipo artífice de La Fania. Wacamba, ahora representante de Celedón en Estados Unidos, le dio la mano a la agrupación en un problema legal y le aporto su experiencia en el mercado latino. “El vallenato solo entraba a los barrios colombianos –afirmó alguna vez el dominicano–. De Queens no pasaba. Tuve que bregar con Jorgito, llevarlo a otras comunidades”, se refiere a las de los boricuas y dominicanos. Había que meter sus canciones en los canales locales, hacer que las discotiendas de los otros barrios lo tocaran. “Quiero ver a Jorgito en el Carnegie Hall”, agregó.
Wacamba le consiguió lugar a Celedón al lado de artistas top latinos en sus conciertos. ‘Todo no puede llamarse amor, el vallenato-salsa que grabó a dúo con Víctor Manuelle tuvo mucho de estrategia, así como traer a su estilo la ranchera ‘Esta vida’, canción del año en Colombia. El salsero y el vallenato alternaron juntos en diversos escenarios, dentro y fuera de Colombia. Incluso en el Madison Square Garden, ante públicos salseros.

“Lo que diferencia a Celedón de los demás vallenatos que he conocido –afirmó Wacamba– es que no se cree la idea de es lo máximo”. Así, puede ser que haya terminado un concierto a las 4 de la madrugada, pero si tiene una entrevista a las 6 de la mañana, siempre está listo. Está consciente de que es bueno, pero que hay que trabajar”.

Y Celedón se lo toma muy en serio. Pronto, lo oiremos cantando bachata con Toby Love.

“Con eso queremos decir que el vallenato también es de puertas abiertas –explica Celedón–. Guardando un respeto por lo tradicional, hay que entrar en el ámbito mundial”.

Porque hace un año era el único vallenato que, sin mezclas pop o rock como lo hiciera Carlos Vives, había empezado a buscar nuevos públicos, se esperaba que el primer Grammy vallenato fuera para Celedón. Tuvo que esperar hasta el 8 de noviembre pasado. Y ya otros artistas como Peter Manjarrés han tomado nota de su ejemplo y buscan seguir su sendero.

“Estamos recorriendo nuevos caminos y nuevos países –dice feliz, Celedón–. En Bogotá sueno hasta en emisoras de rock, pero hay partes donde no han oído la palabra vallenato. Es que el mundo es muy grande, entonces tenemos que explicar lo que es, hablar de los cuatro aires y dar ejemplos. Donde me abran, entro, y donde no me abren, toco la puerta para que la gente me escuche con mi disquito debajo del brazo. Recorro la Tierra hasta donde pueda, sin flojera ni pereza”.

Desde la región que fue la cuna de su música, Julio Oñate Martínez afirma que su mayor virtud ha sido “su apego por lo tradicional, porque es la única figura joven que renovó los aires que ya nadie grababa. En sus discos, Jorge ha estado metiéndole a la gente el son por los ojos, obligándolos a bailar la puya y a acompañar con palmas la alegría de un merengue. Ojalá tuviéramos otro Celedón luchando por eso”.

Continúan las celebraciones del Grammy, el miércoles Celedón recibirá el disco de diamante por las ventas de su álbum Son para el mundo, en Colombia y un reconocimiento por el primer millón de descargas de su música a teléfonos móviles.