Coincido con Beto Jamaica en los aeropuertos. Lo recuerdo, en el vuelo a Valledupar, una semana antes de ser rey vallenato contra todo pronóstico, en el 2006.

Y dos días después de la coronación de Hugo Carlos Granados, como rey de reyes, en el 2007. Todavía aburrido por no haber llegado a la final, llevaba dos días yendo al aeropuerto, esperando el milagro de embarcarse. La lista de espera se había convertido en una lista sin esperanzas, porque los vuelos de salida estaban llenos. Lo dejé en la sala del aeropuerto, atrapado en Valledupar, porque cuando al fin salió el cupo en el avión, él se había comprometido a animar una parranda y le tocó decirle a la gente de Avianca que no, gracias.

Lo volví a encontrar en la fila de los que dejaban la capital del Cesar en la noche del 7 de mayo pasado, viendo como el aguacero de despedida aplazaba una hora el abordaje y, en consecuencia, la vuelta a casa.

-Ahí está Beto –señaló mi coequipera en el cubrimiento-, que nos va a contar las intimidades del jurado.

Al oírla, el rey cachaco puso cara de travesura. Era todo un contraste, porque en el momento de escoger al nuevo rey vallenato se tomó el papel muy en serio. Ya en el recuerdo, su relato parecía toda una aventura.

Jamaica es adicto al Festival Vallenato. Después de concursar 14 veces, acudió al llamado de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, porque seguía siendo ‘el rey más reciente’ (ya que el rey de reyes del año pasado era un galardón especial). Debía estar en la inauguración del Festival. Sus planes, dijo antes de viajar, eran asistir a esa "despedida de su reinado".

No pensaba quedarse hasta el final. Sin embargo, fue alargando su estadía en Valledupar. Así que tropezamos con él el 4 de mayo, día de la final, por la mañana, en los alrededores de la Plaza Alfonso López. "No me he ido porque estoy acompañando en el acordeón a una canción inédita".

Jamaica extraña mucho competir. Le habían pedido el favor y cuando Beto da su palabra, ahí está. Y lo mejor, la canción inédita iba escalando hasta llegar a la final.

En el aeropuerto, Jamaica dijo que no tenía esa tarde más preocupación que la canción inédita que estaba acompañando, cuando lo llamaron de la Fundación. Lo invitaron a ser jurado, una misión que debía mantener en secreto hasta que el público lo viera en la mesa de los que iban a elegir al rey vallenato. Antes de decir que sí, advirtió que participaba en la canción inédita y le dijeron que podría hacer las dos cosas.

Así, llegó puntual. Extrañó a Manuel Vega, que quedó de segundo cuando él ganó, porque es uno de los acordeoneros fuertes. "Creo que Vega le habría puesto a Christian Camilo Peña las cosas más difíciles", dijo.

Según Jamaica, Vega tuvo mala suerte: Quedaban 12 acordeoneros, 11 empatados en el primer lugar con el mismo puntaje. El número 12 era Jimmy Zambrano con un pequeño margen de diferencia. Todos estaban citados a las 9:30 de la mañana.

Y el guacharaquero de Vega no llegó y, para colmo, le tocó concursar de primero. Para no ser eliminado sin dar la pelea, buscó entre los presentes un reemplazo. Al llamado de "Por favor, un guacharaquero", levantó la mano un mexicano que estaba allí para concursar en la categoría aficionado.

Una vez en la mesa del jurado, para calificar a los acordeoneros aficionados y a los profesionales, Jamaica se encontró con Hugo Carlos Granados, el rey de reyes; Julio César Turbay Quintero, Juan Manuel López y Pablo Agustín López. Tenían que calificar primero a los aspirantes al título de rey aficionado.

Fue cuando el jurado tropezó con un sistema de puntuación que le planteó muchos dilemas: Los jurados reciben una planilla en la que deben calificar no solo al acordeón sino a la caja, guacharaca y voz. El máximo en cada caso son 100 puntos. Pero solo pueden otorgar puntajes de 30, 50 y 100. "No era posible poner un 80", recordó. Y en muchos casos resultaba muy duro ponerle 50 puntos a una interpretación muy buena pero no excelente, o excesivo ponerle 100.

Entre tanto, en la zona de prensa, los jurados generaban comentarios. Oí a alguien decir, irónico, que Turbay Quintero y Juan Manuel López eran la “cuota diplomática” de la mesa. Otros, de frente, decían que en el jurado todos deberían ser músicos con oído afinado para el vallenato. Alguien más, apostó a que, conociendo a Pablo López, el rey podía ser Wilber Mendoza, porque el cajero se movía más por los afectos y había sido amigo incondicional de su padre ‘Colacho’. El público, en cambio, parecía estar con Julián Rojas. Lo percibí en la emoción con que celebraron su toque alegre.

La presencia de los dos reyes entre el jurado daba confianza. Es innegable el idealismo de Beto Jamaica en su pasión por el vallenato tradicional. Y Hugo Carlos me había dado pistas de su criterio cuando días antes le pregunté qué le aconsejaría a un aspirante a rey vallenato: “Primero que todo, disciplina. Y –había respondido Hugo Carlos-. Segundo, que traten de innovar en la presentación, porque últimamente hemos venido viendo que los acordeoneros se han presentado con los mismos pases, los mismos arreglos. Hay mucha repetición sería bueno que crearan un poquito más”.

Wilber Mendoza tocó primero. Desde el punto de vista de Jamica, el hijo de Colacho perdió puntos en su intento de repetir tal cual los pases de su padre. Le faltó la innovación de la que hablaba Hugo Carlos. Lo mismo pasó con Julián Rojas. “Repitió los mismos pases que empleó cuando fue rey vallenato en 1991”, dijo Beto.

Y nos explicó que durante años, cuando se preparaba para ser rey vallenato, Jamaica conseguía la grabación de las finales y las estudiaba y las repetía hasta que se las aprendía de memoria. Ese fue, entonces, el motivo por el que Rojas, que entusiasmó tanto al público, perdiera esta vez.

Siguieron Luis Daza Maestre y Jimmy Zambrano. Este último se veía muy concentrado en tocar, pero algo, sentí, le faltaba. Primíparo al fin y al cabo, había hecho ya un buen papel. Cada tanto mirábamos hacia el jurado y veíamos cosas increíbles, como a Pablo López luchando contra el sueño; a Turbay y a Juan Manuel López, en una actitud expectante, alguien diría que casi “de parranda” –son sensaciones que percibíamos desde abajo-; Hugo Carlos se veía concentrado y Beto gesticulaba, alegaba con alguien.
"Está protestando por el sonido", me mostraron.

Tocaba Fernando Rangel, el cuarto participante. "Estaba pidiéndole a los de sonido que le bajaran un poquito al volumen de la caja y la guacharaca –recordó Jamaica-. En un momento oía solo la caja. Y me decían que no podíamos interrumpir la transmisión de Caracol. Pero no me parecía justo con el muchacho. ¿Qué iba a calificar yo si solo oía la caja?"

De hecho, guacharaca y caja callaron unos segundos en los que Rangel parecía hacer mímica con el acordeón. Se había dañado el micrófono de los bajos. Se iba a pique su primera canción. Desde abajo, entre el público, sufríamos viendo el naufragio. Y Beto estaba de pie, discutiendo. "Yo le dije a Hugo Carlos, ¿hermano, usted me apoya?" –recuerda.

Hugo Carlos asintió. Y pararon las cosas.

El presentador indicó que el jurado pedía la repetición de la canción, en cuanto arreglaran el sonido. Cuando explicó que era exigencia de Jamaica, este temió el rechazo de la gente. Pero, el Coliseo lo aplaudió. Mucho. Como no lo hizo cuando se coronó rey vallenato. Jamaica no lo podía creer, había actuado por solidaridad.

"Muchas veces, concursando me pasó, que me falló el sonido y sufría con eso. Muchas veces me quejé de la injusticia –nos dijo-. Y no quería ser injusto con el concursante".
Mientras tanto, el joven acordeonero que concursaba, le dio la espalda al público para rezar.

Rangel y Daza ocuparon el segundo y tercer lugar porque presentaron toques frescos, tomaron riesgos. Pero el que más riesgos tomó, sin salirse de los pases tradicionales fue Christian Camilo Peña. El Coliseo se puso de su parte cuando tocó Alicia Adorada, cantaron con él –ya lo escribí antes-. Y la puya le dio la corona, porque el solo que interpretó no era repetición de nada.

El jurado fue a deliberar, mientras se daba la final de canción inédita. En la quinta canción participaba Jamaica. Anunciaron que esperarían a que terminara su misión de jurado. Pero, al fin, tocó buscar otra solución. La canción.

Tal como ocurrió en la mañana con el guacharaquero perdido, el acordeonero disponible para salvar la canción inédita que al final Jamaica no pudo acompañar resultó ser un concursante de la categoría aficionado, que venía de Turbo, quien hizo su mejor esfuerzo para acomodar su toque a una canción que no había oído nunca antes.

Siguieron los fallos. Christian Camilo Peña, nuevo rey vallenato, y Jorge Oñate salieron juntos, alzando las manos ante el coliseo, poco antes de que les llegara la hora de presentarse en concierto. Atrás, Jamaica contestaba a todas las preguntas que le hacía la gente. Y decía que el fallo fue unánime.

Lo encontré en el aeropuerto dos noches después. Lo llamaban sus amigos a felicitarlo por el fallo. Tengo la sensación de que Jamaica encontrará siempre un motivo para volver al Festival y participar en él de alguna manera.