El centro de operaciones del rodaje de Los viajes del viento, cinta que dirige Ciro Guerra (La sombra del caminante), que por años la oficina del Festival Vallenato: el sótano de la Tarima Francisco El Hombre. Hace rato desmontaron de las paredes los retratos de los primeros 39 reyes acordeoneros y las fotos que adornan hoy la pared son de las caras de los actores principales de la cinta.

No son caras famosas. Guerra no quería farándula. Quería retratar la fisonomía real de la región. Por eso, la foto que encabeza la pequeña galería es de un compositor vallenato, Marciano Martínez, autor de canciones como Amarte más no pude o Por jugar al amor.

El sábado pasado fue "día libre" para el equipo, después de la primera semana de rodaje. La producción había hecho tomas en los alrededores de Valledupar -fincas y pueblos cercanos, como Patillal-. Y más que día libre fue un día para afinar detalles antes de rodar en una Plaza Alfonso López convertida en la que fue en abril de 1968, cuando se eligió al primer rey vallenato.

Sentado en una banca de la Plaza, el director resumió el argumento, original suyo: Un juglar vallenato que deja de tocar emprende un viaje desde el río Magdalena hasta la alta Guajira para devolver su instrumento y no tocar más. En el camino se le une un muchacho que quiere aprender el secreto de la música y juntos viven muchas aventuras que los llevan por la Ciénaga Grande, Valledupar y la Sierra Nevada, entre otros escenarios.

La primera idea del filme le llegó a la mente en la inducción de primíparos, cuando Guerra empezó a estudiar cine. "Se paró un muchacho -recuerda el director- y empezó a decir: Me llamo Tal, tengo tantos años y odio el vallenato. Y la gente lo aplaudió".

Desde entonces, quiso demostrar que la palabra vallenato va más allá de la "música comercial que se escucha en los buses de las ciudades y que genera prevención en las personas".

Vallenato es para él mitología. "Si existen el imaginario norteamericano del western y el imaginario chino del género fantástico de artes marciales -dice-, aquí hay uno muy rico en el vallenato". Basta recordar el legendario duelo entre el Diablo y Francisco El Hombre, un elemento que se repite en distintas culturas musicales como el blues, el country y el tango. que retomó en la película.

Guerra rechaza el término "actores naturales". Habla más bien de "actores de la región", porque sus protagonistas se prepararon durante un año, "que es más de lo que tienen muchos actores de televisión". Lo decidió porque, como a muchos costeños, le molestan las producciones que para retratar la región emplean actores de fuera que imitan el acento y no sienten la cultura. Guerra es de Río de Oro (Cesar) y por lo mismo, se siente tocado cuando algo así sucede.

Su proyecto es ambicioso, lo sabe. Maneja más de 100 personajes y "mil y pico" de extras en una épica del Caribe. Guerra se mudó a Valledupar hace más de un año, con la alegría de ver que a los 27 años podía rodar la película que pensó que solo podría hacer a los 80, porque hace diez años era una producción imposible para Colombia. Hoy hace realidad una coproducción con Alemania, Holanda y Argentina, apoyada por el Festival de Cannes y el de Berlín, pero con actores y colores del norte de Colombia.