Esta semana tiene algo nostálgico para Christian Peña, de 23 años, porque la prensa que
tanto lo buscó cuando ganó lo busca ahora para que se despida. Hasta de
presentador de televisión le ha tocado. En la tarde, pocas horas antes de la
inauguración del Festival, recibió al equipo de EL TIEMPO en su casa, que conserva en la pared del frente un mural
con su nombre y su título: Christian Camilo Peña, rey vallenato 2008.

Después de
tomarle la fotografía de rigor, Peña se sentó a conversar con nosotros. Contó
anécdotas, como la del cantante Jorge Oñate, su compañero de agrupación, que el
año pasado estaba preocupado porque el acordeonero tenía el pelo muy largo y
los vallenatos, que siempre le atribuyen motivos para ganar o perder a todo
menos a la ejecución del acordeón, le advirtieron que no le iban a dar la
corona con esa melena.  Decía Peña, y no
era un chiste de los muchos que corren en el mundo vallenato sobre Oñate, que
el maestro un día confesó haberle dicho a su mujer: «Mira, a este va a tocar
hacerle la de Sansón y cortarle el pelo cuando esté dormido».

Recordó
también las anécdotas de la competencia. El caso de Manuel Vega, que en una de
las rondas finales, fue llamado a la tarima y no tenía ni acordeón ni
guacharaquero. 

De paso, el
rey saliente dijo que no competirá por más coronas. Esperará a que le toque el
Rey de Reyes, no quiere volver a pasar por ese estrés si el título de rey
vallenato se queda con él de todos modos.

También
habló de los sustos que pasan los acordeoneros en competencia: que se les rompa
un pito (el acordeón inmediatamente empieza a sonar diferente), que se rompa
una de las correas con las que sujetan el instrumento. También eso le pasó a Vega
en alguna final, recordó.  Y dijo uno de
sus secretos de ejecución: «Yo no ensayo, yo caliento». Calienta la mano antes
de empezar a tocar y sabe que está listo en el momento en el que su dedo
meñique derecho empieza a doblarse con agilidad. No es exceso de confianza,
dice Christian,  «es que un acordeonero
vive pegado a su acordeón».