Cada uno de los duelos de piqueria de Martín Lozano, de 11 años, a lo largo de su participación como concursante en el Festival de la Leyenda Vallenata parecía una lucha de David contra Goliath. El pequeño, nacido en San Pelayo (Córdoba) tenía que vencer con su ingenio para el repentismo a verseadores legendarios que cada año parecen tener escriturada su presencia en la final del concurso. Y a todos les ganó, de tal manera que se coronó como el Rey de la Piqueria más joven de la historia.
El último round de versos fue en la noche del Primero de Mayo, después de la presentación de los finalistas al titulo de Rey Vallenato Infantil y justo como antesala al concierto de Juan Luis Guerra.
Quedaban tres parejas de verseadores para la final, a la que llegaron los repentistas que suelen llegar hasta ese punto, tanto que parecen invencibles, como William Felizola y Julio Cárdenas. Tenían que mostrar su talento para atacar con versos a su oponente de dos maneras: primero con versos libres y luego con versos que cerraran con una frase dada por el jurado.
En la primera pareja sobresalió el ingenio de William Felizola y, en la tercera, fue el niño quien venció. Su edad podría parecer una ventaja, sin embargo, recordaba la anécdota de dos años atrás, cuando una niña llegó a la final y no solo la traicionaron lo nervios, que le impidieron lucirse, sino que su contendor fue incapaz de atacarla. Así que el chico aprovechó la simpatía que le daba su edad ante el público y en sus versos, le pidió a su oponente que no lo tratara pasito que él podía solo.
Esa actitud le sirvió para quedar empatado en el primer lugar con Felizola. Así que el jurado declaró el empate técnico y para decidirse, Felizola y el chico, nacido en San Pelayo (Córdoba) fueron llamados de vuelta a la tarima del Coliseo.
«Tengo un talento ligero, que le llega a todo el mundo ya acabé con el primero, ahora voy con el segundo», fue su primer verso ante un coliseo lleno a reventar. Con esas frases confirmó el apoyo incondicional del público. Ante eso, Felizola soltó otro verso, más bien condescendiente tratando de ganar una simpatía positiva: «Cuando miro este muchacho, yo me acuerdo de mis hijos», terminaba su estrofa.
A lo que el chico le respondió: «Verseando con humildad, yo nunca me he equivocado. No toque versos trillados, hágalo con su talento».
Nuevamente Felizola optó por exaltar un valor: «Porque el que le pega un niño, le pega a su mamá», fue el final de su siguiente verso.
«No se preocupe del niño, puede ser mejor que usted», atacó el chico de 1 años. Y su siguiente verso no hizo más que confirmar que era el ganador seguro de la corona: «Espero que no se asombre, tengo un talento especial, no me trate suavemente, mire que yo soy un hombre».
Después vino la segunda tanda de versos, que debía incluir la frase El Vallenato es Colombia, también allí el chico manejó el tema de su talento prodigioso que no le temía ni al más experimentado de los piqueristas. Y tuvo que esperar la que terminara el concierto de Juan Luis Guerra para confirmar lo que todo el coliseo intuía, que había ganado. Dieron su nombre junto con el ganador del título de Rey Vallenato infantil, que fue para Danny Maestre. De inmediato, la prensa, que no suele volcarse con tanta ansiedad sobre un rey de la piqueria -«la picaresca del vallenato»- se volcó sobre Martín, incluso juntaron a los dos nuevos reyecitos, el del acordeón y el de los versos, para que el uno tocara y el otro cantara para los medios.
Mientras tanto, su madre, Nelly Lozano, contaba orgullosa que descubrieron el talento de Martín a los 3 años, cuando en el colegio a la hermanita mayor le pusieron como tarea aprenderse unas coplas. El padre le compuso unas para que se las aprendiera y la niña pasó la tarde tratando de lograrlo. «Al día siguiente, fue el niño el que amaneció cantando los versos», dijo la madre. De ahí en adelante, el papá lo fue encarrilando. Y su mérito fue más grande: «Ellos tienen ese don -dice Lozano sobre el padre y el tío del niño-. Ellos son analfabetas, pero tienen ese don».
Desde entonces, el niño empezó su preparación como verseador como aprendiz del repentista Julio Cárdenas, que en la competencia ocupó el tercer lugar y celebraba el paso de su pupilo diciendo que si el alumno supera al maestro, es porque el maestro es bueno. Así, Martín Lozano -que pertenece a Los Niños del Vallenato de la Escuela Rafael Escalona, la de la Fundación que organiza el Festival- demostró que la piqueria, tantas veces declarada en crisis, tiene sangre nueva y va para rato.
Daniel Maestre, el Rey Infantil
El talento de Daniel Maestre lo llevó a viajar con la agrupación de los Niños Cantores y Acordeoneros del Vallenato de Andrés ‘El Turco’ Gil. Sin embargo, sus padres decidieron que dejara la agrupación debido a los constantes viajes que le hacían perder clase en el colegio. Sin embargo, nunca han dejado de apoyar su afición al acordeón.
Daniel Maestre nació en Valledupar, el 22 de julio de 1997. Comenzó a tocar el acordeón a los 4 años. «Nos dimos cuenta de su gusto por la música vallenata a los 2 años, porque se tranquilizaba cuando la oía y lloraba si se la quitábamos», cuenta su madre, Claudis de Maestre. A los 4 años, Daniel intentaba hacer sonar los acordeones que tenía su padre en casa, casi como adorno, pues el papá no sabe tocar. Así que buscaron la manera de que el chico aprendiera y su maestro fue El Turco Gil.