Ir a un Festival de la Leyenda Vallenata es un acontecimiento lleno de magia. Comienza desde la llegada a Valledupar, que esta vez me sorprendió porque no había casas de whisky peleándose por darle la degustación al turista. No tomo, pero era una imagen que ya me parecía eterna. Esa fue una de mis primeras impresiones, a continuación, comparto otras de las anécdotas que me llamaron la atención:
Una de costos de la vida…
De entrada, el taxista me avisó que las tarifas habían subido y bastante. Para comenzar fuimos a almorzar a Varadero, un restaurante que, al menos el año pasado, era la gran revelación de Valledupar y que, a mi compañero de aventura vallenata, Héctor Zamora, y a mí se nos fue cayendo en dos sentadas. Por la demora y por lo caro, caro, carísimo para lo que sirve. La suya es una comida a manteles normal a precio de Criterión y eso nos dio dolor. No hay derecho que le cobren a uno 12 mil pesos (sin IVA) por una tacita especial de sopa, como la que pedimos un par de días después. Bueno, esto lo dejaré para una columna gastronómica.
Volviendo a los taxis, para ir al Parque de la Leyenda en una de esas noches nos tocó pagar doble. Hay, creo, un problema de vías que no han podido solucionar ni en años. Encima, hay varios accesos cerrados cuando a las horas de Festival todo debería estar volcado hacia el fácil acceso de la gente.
Una de mejoría en el escenario
En el Parque de la Leyenda Vallenata está funcionando la oficina de Prensa. Este año tampoco hubo la tan prometida sala de prensa cuyo lugar nos señalan siempre a un lado de la tarima. En cambio, notamos que pavimenaron la vía de entrada del público, cosa que ayudó muchísimo. Porque recuerdo en años pasados, muchas noches de lluvia saliendo en medio del barrial. La zona destinada para los periodistas mejoró el ángulo para los fotógrafos y camarógrafos. Es algo que creo que tuvo que ver con la crítica hecha por Taryn Escalona desde El País Vallenato.com, puesto que la idea de darle un mejor trato a la prensa no tiene que ver solo con que seamos parte de ella, sino con la importancia de que el Festival sea presentado ante el mundo como un evento impecable, con buenas imágenes y buena prensa.
Otra cosa que me llamó la atención de la zona de prensa: cada vez son más los periodistas extranjeros que se unen a esta fiesta. En mis primeros festivales los de Bogotá éramos casi extranjeros allí, hace tres festivales encontrar un periodista mexicano era una proeza, el año pasado Proexport trajo un grupo de periodistas de varios países. Este año venían por su cuenta o por invitación de entidades diversas. Hubo mucha gente nueva, con otras maneras de ver la fiesta. Ellos serán los encargados de difundirla para que más gente venga y conozca nuestra música, por eso mismo, cada paso de mejoría en ese sentido a la larga le servirá al folclor.
De los Piloneros y Piloneras
Ahora que puedo compararlo con los desfiles del Carnaval de Barranquilla, al que fui por primera vez este año, puedo decir que tiene de bonito su interacción con la gente, que el vallenato en su mayoría no siente la necesidad de echarles espuma a los desconocidos, cosa maravillosa, porque todavía quiere apreciar el colorido y la coreografía y no divertirse sacándole la piedra a la otra gente.
Lo criticable, quizás, fue algo que hablé alguna vez con Jorge Celedón: ¿Por qué siempre la misma canción? Sales de allí sin querer volver a oír El Pilón en un siglo. Canciones emblemáticas que se pueden coreografiar hay muchas. Además, el vallenato podría tomar el ejemplo del joropo que ha fortalecido su baile de una manera tal que a veces los bailarines, en sus propios festivales folclóricos, les roban el show a los cantantes recios. Fortalecer el baile podría ser una linda labor de los amantes de esta música y lo digo porque un colombiano que se respete sabe medianamente moverse con pasitos de cumbia, de bambuco o de joropo, pero no tengo clara una coreografía vallenata que esté en la memoria del grueso del país. Supongo que en los colegios de la región sí lo enseñan, pero ese baile también debería encontrar la manera de salir de la ciudad, tal como lo hizo la música.
Linda inauguración
Llegada la inauguración, quedé fascinada con la revista musical que presentó en acordeón las diferentes músicas del norte de Colombia, desde San Andrés hasta el Cesar, pasando por los departamentos del Atlántico, Magdalena, La Guajira y Córdoba. El ballet fue algo muy bonito, la verdad. Juntar artistas diversos con acordeoneros que no eran necesariamente sus coequiperos también estuvo interesante. Siguen siendo largos y acartonados los discursos. Sé que se esforzaron por ser más amenos que el año pasado. Me gustaría más una inauguración a tono vallenato, como en parranda, en el que los respectivos funcionarios del estado pudieran darse más a la lúdica del folclor, sin dejar de decir cosas importantes. Bueno, a lo mejor estoy volando demasiado, el protocolo es el protocolo y tuvo su pequeño gran lunar con una medalla que no estuvo a tiempo.
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Bueno, termino esta primera parte en la madrugada del 12 de mayo, es el cumple de Silvestre Dangond, uno de los grandes protagonistas del Vallenato, pa que lo feliciten. Seguiré compartiendo estas observaciones en próximas entradas.