Fui a casa de Rosendo Romero para una serie de entrevistas a leyendas de la música. Contaba su historia cuando lo llamó el cónsul de Colombia en no sé dónde, a convencerlo de cantar en un evento, ad honorem, porque era de «carácter cultural».

Recordé a Etelvina Maldonado, un día en que la cantadora de bullerengue estaba a mi lado y se la llevaron unos tipos con pinta de profesores diciéndole que le harían un homenaje en un pueblo. Solo debía cantar gratis porque es feo cobrar cuando te «agasajan». Ella, que una vez cantó gratis en Europa porque una entidad se la llevó prometiéndole casa en el aire, los mandó con su manager.

Cuando fue rey vallenato (2006), asuzaron a Beto Jamaica para que hiciera un almuerzo para los medios de Valledupar (que no le hicieron barra). Solo tenía lo del premio, pero le dijeron que si tocaba gratis toda la noche en la casa de un político, habría chivo para todos. Beto tocó y del chivo, ni el olor.

Como si la cultura no valiera. Si un amigo resulta artista y mete sus ahorros en un CD, por amistad deberíamos comprárselo, en vez de pedirle que nos lo regale. «El arte es lo único que la gente quiere gratis -me dijo el músico Eucaris Guerra-, ¿Por qué a un médico no le dicen: hágame una operacioncita de chévere? En cambio, te ven con guitarra, y te piden que te toques tres».

Casos así son el pan de cada día. Por eso, Romero le explicó al Cónsul que su talento es su sustento. Y el otro, no muy feliz, dijo que lo pensaría. A que no se atreve a pedirles lo mismo a Juanes o a Shakira.

*Este texto corresponde a la columna Lilang en el Mundo, sobre temas varios, que se publica cada martes en el diario ADN.