En el estado en que ve la industria del disco, Alfredo Gutiérrez no cree que se justifique sacar un disco de 12 ó 15 canciones inéditas.
«Me puse a pensar: uno graba un montón de temas inéditos y con lo difícil que está ahora sonar en las emisoras, sonará en radio uno, no más. Entonces, me dije, grabemos una o dos canciones nuevas y rellenemos con clásicos. A la gente no le choca eso».Por lo mismo, su CD ‘La edad del cóndor’, que salió a la venta hace un par de semanas, tiene dos canciones nuevas, la que le da título al álbum y un vallenato suave titulado ‘Aborréceme’. De paso, rescató una de sus grabaciones de 1978 que había quedado en el olvido: su veresión de la canción de Calixto Ochoa ‘Lirio rojo’, que nunca fue incluida en sus discos y que rescató para este álbum.
Las demás canciones presentes son éxitos como ‘La paloma guarumera’ (el primer hit que tuvo en su carrera), el ‘Festival en Guararé’ y sus temas más recientes como ‘La avispita’ y ‘Mujer que no jode es macho’, de los últimos dos años.
¿Cuál es la historia de ‘La edad del cóndor’?
La escribí porque siempre me preguntan por qué me conservo joven. En la canción respondo: «Porque me levanto a las 5 de la mañana, acaricio a mi mujer, le hago el amor». Así, qué penas pueden haber. La canción agrega que después de los 70, el hombre está lleno de dolores, la edad del cóndor es: «Con dolor aquí y con dolor allá».
Pero usted no tiene los 70 todavía, ni tampoco el pelo blanco con el que aparece en el dibujo de la carátula…
No, pero era así la canción. Esque a la edad del cóndor trabaja uno para los doctores…
Sin embargo, usted es de los que derrocha energía en los conciertos…
Hago hasta tres horas de concierto a veces, depende como el empresario quiera. Hago tandas de a una hora o de hora y media. Y ¿sábe qué me pasa? Después de una tanda de esas me quito las gafas porque en vez de estar extenuado, mi vista mejora.
Hago hasta tres horas de concierto a veces, depende como el empresario quiera. Hago tandas de a una hora o de hora y media. Y ¿sábe qué me pasa? Después de una tanda de esas me quito las gafas porque en vez de estar extenuado, mi vista mejora.
¿Cómo vivió la racha de homenajes que le hicieron a lo largo del año pasado, desde el Carnaval de Barranquilla hasta el Congreso de Cultura?
Fueron muchos homenajes. Solo me falta un homenaje del Festival de la Leyenda Vallenata, que nunca se va a dar.
¿Por qué?
Porque a los hijos de la difunta Consuelo (Araujonoguera) no les interesa. Yo voy a los festivales en Valledupar, a tocar en casetas o clubes, pero no en el coliseo.
Antes, a uno lo llevaban las disqueras, pero ya tampoco hacen eso, porque en Colombia los discos ya no se venden. Con la muerte de Joe Arroyo sucedió un fenómeno: la gente volvió a comprar sus discos, pero no piratas. Despertó ese amor. Se nos fue un grande, pero nos dejó la cultura de volver a comprar los discos.
Otro que se fue hace poco fue Lorenzo Morales, ¿cómo vio esa partida?
Sí, era de los últimos juglares. Nos queda Calixto Ochoa, que está con tres diálisis diarias, en Sincelejo.
¿Le digo una cosa? El vallenato en disco se acabó. Aunque el género no morirá nunca, en disco ya no se graba. Los grupos que ahora están de moda no han tenido la honradez de decir que lo que están grabando no es vallenato; es música tocada con acordeón, muy comercial, pero esos muchachos se levantaron con otra cosa.
Afortunadamente la gente va a los conciertos. Pero las grabaciones sí se acabaron: las cadencias, lo que expresan en el acordeón y en el canto no son vallenatas. De pronto hasta yo tuve algo de culpa.
Afortunadamente la gente va a los conciertos. Pero las grabaciones sí se acabaron: las cadencias, lo que expresan en el acordeón y en el canto no son vallenatas. De pronto hasta yo tuve algo de culpa.
¿Por qué?
Yo grababa muchas cosas diferentes del vallenato y empecé a grabarlo en el 68. Pero y siempre dije qué ritmo era lo que estaba grabando: si era ‘rock and roll’ o ranchera. Ahora, hasta en el mismo Festival Vallenato dicen que es puya y están tocando una cosa rara. Eso me da dolor. Afortunadamente, todavía están Poncho y Emilianito (Zuleta), pero hasta ellos se ven obligados a grabar ciertas cosas…
También usted ha grabado algunas de ‘esas cosas’ modernas…
Claro, me he salido, pero siempre he tocado muy colombiano. ‘Mujer que no jode es macho’ y ‘La edad del cóndor’ son música tropical, la que en la radio llaman raspa despectivamente. Pero algún vallenato grabo y digo: «Este sí lo es».
¿Qué le falta hacer en la música?
Grabar con Carlos Vives. La otra noche se lo canté en un verso. Vives tuvo un atrevimiento exitoso en su disco de Clásicos de la provincia: la gente lo sentía vallenato y lo sentía cumbia y vendió. Luego quiso reflejar en sus discos lo que verdaderamente le gusta, porque él es un roquero frustrado. Pero entonces, sufrió el vallenato porque la gente en el exterior cree que el vallenato es eso. Pero he pensado que uniendo los dos talentos: su creación y los arreglos del acordeón, puede salir algo bueno.
Y usted es de los músicos legendarios afortunados, los otros caen en el olvido, usted no…
Afortunadamente, no hay semana en la que yo no trabaje. Claro, tuve mi bajón, después de que apareció el Binomio de Oro. Digo «bajón» porque para mí es no ser el primero en ventas. Pero tampoco soy el último y sí poseo el récord de ser el más longevo de los que están vigentes, por tiempo y cantidad de discos grabados.
¿Cuál ha sido su momento más crítico?
Ese momento sería que el público me abandone. Pero, si me hubieran puesto a alternar con Michael Jackson en sus mejores tiempos en la tarima, habría hecho algo para que la gente se fijara en mí. Usted ve a los grupos de moda: ellos exigen con quien alternar, deciden cuál va a ser su telonero. A mí no me meten, porque en la tarima soy un peligro, cuando empiezo a cantar esas clásicas. Además, no soy ningún pendejo: me meto en tarima, hago show, de alguna forma me hago notar.