Cuando recuerdo a Leandro Díaz (1928), mi memoria me lleva la primera visita que le hice. Cuando le pregunté cómo se inspiró para escribir frases como «Al recordarte, Matilde, sentí temor por mi vida».
El maestro me habló entonces de un viaje por carretera, pensando en Matilde Lina, y de un amago de accidente en el que casi se va por un precipicio. De ese instante le quedaron el susto y la inspiración para esa composición inmortal.
Cada vez que lo vi, me he quedado con el deseo de que muchos admiradores de sus canciones pudieran oírlo contar sus anécdotas y percibir esa calidez suya. Por eso me entusiasmó la existencia del álbum ‘Leandro Díaz, los ojos del alma’.
Una caja grandecita, que tiene por dentro 3 CD de sus canciones, un breve libro escrito por Pilar Tafur, que da cuenta de la vida y de la importancia de la obra de Díaz, y un DVD que mueve a la ternura.
En el DVD, se ve a Leandro, ciego de nacimiento, recorriendo los lugares de su infancia, siempre del brazo de su hijo Ivo. La gente lo recibe y lo abraza y desata en él los recuerdos. En algún momento esas memorias mueven a cantar a la gente de su entorno.
Después viene un concierto, en la que Ivo Díaz -gran voz vallenata- interpreta a su padre acompañado por diferentes reyes vallenatos en el acordeón (Hugo Carlos, Juan José y Almes Granados), mientras Leandro permanece sentadito a su lado. Por momentos, el padre deja aflorar alguna anécdota sobre la canción por venir. Una de ellas es La historia de un niño, que inspiró el título del álbum: «Si él la vista me negó para que yo no mirara, en recompensa me dio los ojos bellos del alma», reza la canción.
Ivo Díaz quiere que el álbum sea un testimonio de la obra y el genio de su padre para generaciones venideras. Y creo que lo será, el álbum es un nuevo infaltable de las colecciones de música colombiana.
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