«Le gustó mi estilo de tocar el acordeón, entonces me presentó a la familia y me propuso quedarme en la casa de Israel por un tiempo», cuenta Bedoya.
Hubo un momento en que se dijo que Romero iba a darse un respiro y por eso buscaba otro acordeonero, pero entró su sobrino, «El Morre» Romero. Entre tanto, Bedoya seguía esperando.
La espera fue de cinco años. Antes entró a la Dinastía Romero, proyecto musical de la familia, una especie de «ligas menores del Binomio de Oro». Entre tanto, Bedoya creía que una vez hiciera parte del legendario grupo podría morir tranquilo.

Israel lo llamó a la salida de «El Morre». Bedoya entró a la formación principal del grupo, alternando con Jean Carlos Centeno, Israel y Alejandro Palacio -hoy protagonista de la telenovela El Ídolo-. Estuvo en los discos ‘En todo su esplendor’, ‘Grafiti de amor’ -nominado al Grammy Latino 2006- e ‘Impredecible’, ya con Didier Moreno y Orlando Acosta como cantantes, además de Palacio.

«Ya van cinco años completicos después de dejar el Binomio», dice el acordeonero y ahora también cantante, de 29 años.


¿Qué pasó después de retirarse?
Grabé mi propia producción, ‘Lo eres todo’, con el sello Canzión, de Marcos Witt, a quien acompañé en el acordeón en Valledupar y le propuse el proyecto.  El disco tiene tres años. Ahora, trabajo en Cascada de amor, una producción para la que invité a varios artistas a unirse para ayudarles a los niños discapacitados. Por eso me tomé el atrevimiento de llamar a Jean Carlos, a Silvestre Dangond, a Alejandro Palacio. Será un disco de muchos artistas, algunos cristianos, como El Negrito Osorio. Y, si Dios lo permite, la sorpresa sería tener a Álex Campos.

-¿Por qué se presenta al Festival Francisco el Hombre?
Porque tenemos una música que no solo es digerible en el mercado cristiano. Trato de hacer un disco prudente, porque el deseo es llevar el mensaje de una manera fresca, juvenil. El Festival Francisco El Hombre me pareció una buena oportunidad para mostrar que los creyentes no estamos encerrados en las cuatro paredes de la iglesia. La idea es proyectar algo para que la gente pueda decir: Me gustó este grupo de vallenato cristiano.

-Antes solo tocaba el acordeón, ahora también canta. ¿Desde cuándo?
Cantaba por hobby, en parrandas, pero mi prioridad fue el acordeón. Cuando me retiré del Binomio, grabé la canción que encabeza mi CD, Corona de espinas. La canté, a la gente le gustó y nos nominaron a los premios Vertical Music (Gospell) y a los premios Bendito Vallenato (de la emisora del mismo nombre). Y me lancé. Hasta el sol de hoy.

-Son pocos los que cantan y tocan…
Y también compongo. Diez de las canciones del disco son mías. Invité a varios compositores a mi próximo proyecto, pero algunos no han querido o no pueden. Entonces, me puse a escribir cada canción, una para cada artista que me acompañe. La idea es componer e interpretarlas en el acordeón con cada uno. Quiero dar mensajes de tipo social, en los que rescatemos valores que se han perdido, como la fidelidad, porque en vez de cantarle a la fidelidad, le cantamos a los cachos; en vez de cantarle al amor se le canta al resentimiento.

-¿Por qué eran incompatibles la fe y el Binomio?
El llamado de Dios es tan fuerte que solo quien lo vive tiene autoridad para hablarlo. Había algo que no sabía qué era y era el mismo Dios que me agarraba. Me ponía en el corazón un sentir que decía que ya no era mi lugar, que debía transmitir algo diferente y no solo en el acordeón. Entonces, comencé a componer canciones, canción tras canción. Todas las noches Dios me daba una canción diferente, hasta que dije: No puedo más, tengo que salir.
Respeto otras posiciones, porque Dios tiene un trato diferente con cada creyente, a cada uno lo pone en su lugar. Es el caso de Juan Luis Guerra, Richie Ray y Bobby Cruz y otros artistas cristianos que están en la música secular.

-El Binomio dejó de ser el sueño dorado…

Con el tiempo sentí que no era el lugar al que Dios me había llamado. Me llevó ahí para mostrármelo. Porque seguía tratando de llenar vacíos. Lo intenté con el alcohol, la droga, la vida desenfrenada. Pero cuando vi que no llenaba mi vida di el paso de fe. Sabía que ahí no terminaba todo, comencé la búsqueda, a pedir inspiración, empecé a buscar la palabra de Dios y me fui alimentando. Ahora puedo decir que hago lo que me gusta: aparte de tocar el acordeón y cantar, disfruto predicando el evangelio.

-¿Qué piensa cuando mira hacia atrás?

Dios permitió que tocara fondo, porque estaba muy desviado del camino. Me hizo sentir bien vacío. Ahora puedo contar mi vida sin pena. Hacer música para Dios y para servir se me ha convertido en inspiración.